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ABC Cultural

Feria de Otoño

Emilio de Justo, dueño y guardián del cielo de Madrid

El extremeño convierte la plaza en un manicomio con una grandiosa faena, premiada con dos orejas de ley

Emilio de Justo salió a hombros por la Puerta Grande De San Bernardo
Rosario Pérez

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Bramaba Madrid, rendida a un artista inmerso en su propia hondura. Insondable nació y abisal murió la faena de Emilio de Justo a un buque de 623 kilos, en el umbral de los seis años. ‘Falorero’ tiraba por tierra la teoría de que ... los toros grandes y viejos no embisten. Y el extremeño afianzaba el axioma del siglo en sepia, que es la misma que la del siglo de las redes: no hay público ni animal que se resistan a la pureza y al toreo clásico. Que siempre es el más auténtico. Mando total hubo en los doblones, conduciendo la fiera embestida del ejemplar de Domingo Hernández , nacido para morir en la catedral de la Fiesta. Se movía el gigante con transmisión mientras Emilio lo toreaba lujosamente por el pitón derecho. Una escultura para enseñar en el Bellas Artes fue el pase de pecho. ¿Y la trincherilla? Toda la torería cabía en ese espacio por abajo. Ofrecía De Justo las telas con el toque idóneo, colocado donde el fuego quema, donde el fondo de bravos y mansos explota. Se desbocó la emoción ante el humillado motor de ‘Farolero’ y la entregada femoral del cacereño, conocedor de que un paso adelante y puede morir el hombre. Igual le dio: para un torero lo imperdonable es el paso atrás, ese con el que fenece el arte.

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