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ABC Cultural

El discípulo orteguiano

El discípulo orteguiano PALOMA AGUILAR

ROSARIO PÉREZ

El discípulo apareció solo. Sin el maestro, ausente tras una penúltima clase de toreo en Yerbabuena, antes de la crucifixión en la carretera. Rafael Cerro miró al horizonte, con la luminosidad de sus ojos oculta bajo el velo de la tristeza. Mientras el alumno afrontaba ... su examen de mayores exigencias, apoderado se debatía entre la vida y la muerte. Con la pena acuestas, no era fácil deslindar la frontera del deseo y la tragedia. Pero Cerro se acordó de los consejos del sabio: «Hay un día y una hora en la que hay que jugarse el todo por el todo». Con esa mentalidad que Ortega Cano contaba en sus quites de mayo de 2007 en ABC, llegó el alumno a Madrid. La meta: «Cortar las dos orejas y llevárselas al hospital, para que se sienta orgulloso de mí cuando despierte». Maestro, no hubo trofeos que pasear en la faena del brindis, pero a usted le hubiesen maravillado varias escenas del debut de su pupilo. Sus doblones y ese aromático cambio de mano traían el perfume de Yerbabuena, tanto los de apertura como los de cierre. ¡Y un capote con su huella! Sus lances emanaron un haz de luz orteguiana.

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