El VAR del tendido
Contra el quinto mandamiento: «Hay que matar»
«Qué importante es que entre la espada y matar», se oyó tras el «¡viva México!» en honor a un valiente
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Iniciar sesiónNo hay hombre que peine coleta que no venere a Joselito el Gallo. Quizá por eso se la cortó Pablo Iglesias, enemigo de la torería. Por el monarca del toreo se guardó un minuto de silencio, solo interrumpido por las melodías cursis de los móviles. « ... Hay que prohibir los teléfonos en los toros», dijo un señor con bigote. Le alabó mi vecino el gusto, sobre todo a aquellos que dedican 119 minutos de las dos horas oficiales de corrida a narrar sus 'faenas'. De la 'estocada' que un manchego pinchó en hueso fueron testigos el día de los 'isidros' los abonados del 2: «Tío, lo que me pasó anoche. Me quedé dormido en el acto con mi novia», contaba a sus colegas. Entre bizum y bizum al camarero del tendido para pagar las copas, la conversación derivó en una película de aquellas de dos rombos en las que los padres decían eso de «niños, hora de acostarse».
La novillada trajo la inocencia. Había muchos barbilampiños, alguno con pinta de alumno de escuela taurina. Se palpaba la ilusión por ver a la savia nueva y un nombre sonaba con fuerza: Isaac Fonseca. Desde el estado de Hidalgo había volado la familia Chaparro, el matrimonio formado por Alberto y Patricia y sus cuatro hijos. «Soñamos con verlo salir a hombros, algo que no consigue un mexicano desde 1972 con Eloy Cavazos», señalaron desde su sitio preferente.
El primero de su lote, un Escultor que se desmoronaba, no contribuyó a la gloria: «Muchas gracias, presidente. Flaco favor has hecho al torero», criticaban en el 7 a Eutemio Carracedo. Las voces seguían: «Mata esa mierda, muchacho». Y el novillero de Morelia no tuvo más remedio que coger la espada. El soberbio volapié que enterró lo hubiese firmado el de la noche de marras del 2. «En otra época, esa estocada valía la oreja», aseguró Álvaro Martínez en su grada. Fonseca depositó su fe «en el que queda en chiqueros». Y en el bizquito Hortelano nació la obra más apasionada. Valor para hacer un ejército en el quite y en ese explosivo prólogo del ganador del Camino hacia Las Ventas, una creación de Víctor Zabala. «¡Viva México!», gritaron en una plaza que no mira el pasaporte. Mordía el michoacano, con la montera en la izquierda y la muleta en la derecha. «Este va a ser figura», afirmó un veterano. El acabóse fue su arrogante arrucina. Asustaba al miedo y a Lola Jurado: «Que no se arrime tanto, está al límite». Un nuevo mexicano volvía a rendir Madrid, pero esta vez el acero no funcionó y el premio quedó en una vuelta al ruedo. «Qué importante es que entre la espada; hay que matar», coronó un abonado. Que se lo digan a Burdiel, que se ganó al tendido antes de sumarse al quinto mandamiento: no matarás.
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