La ambición de Daniel Luque rompe el hielo

La ambición de Daniel Luque rompe el hielo

Se alzaba el telón de la temporada y lo hizo bajo un manto blanco. Temperatura nívea en Valdemorillo, con copos de algodón helado adornando la cubierta de la plaza. Con un cartel con alicientes se estrenaba oficialmente el calendario, aunque los tendidos parecían el Polo ... Norte. Tardó el ambiente en calentarse, también en parte por el frío toreo de Curro Díaz y Juan Bautista. Y eso que les tocaron en suerte los mejores toros de la primera mitad de la corrida de Antonio San Román. Se supone que, en los inicios del año, los toreros deben anunciarse hambrientos de triunfo para exprimir las embestidas como los tigrillos selváticos la sangre de sus presas. Pero el único que rompió el hielo fue Daniel Luque, quien arreó con el carbón exigible en las calderas del corazón y reafirmó la impronta dejada en 2008 de Norte a Sur.

El sevillano fue ayer el triunfador indiscutible: cortó tres orejas y salió a hombros. Los oles volaron por los tendidos como su capote, que aleteó cual gaviotas de sus marismas andaluzas. El matador de Gerena se la jugó con un toro complicado de San Román, que le pegó un arreón. Derrochó valor en todo momento y, al hilo de las tablas, tragó y extrajo dos series a izquierdas de enorme mérito. Un natural largo y espléndido brilló al compás de los rayos de sol que asomaron fugaces por los ventanales de la plaza.

Luz de nuevo a la verónica hasta los medios. Otra vez evidenció su ambición, con un sexto de clase y justa fuerza que debió castigar todavía menos en el caballo. Se montó casi literalmente encima cuando se apagó, y lo reventó de un volapié.

Las cinco verónicas y media de Curro Díaz fueron lo más destacado de su desangelada actuación con el primero, justo de fuerza pero muy noble. Se entonó más con el cuarto, un animal con movilidad al que cortó una oreja por una faena con muletazos más sentidos y algún pase de pecho hondo, aunque sin alcanzar el grado de inspiración de otras veces. Paseó una oreja.

El debutante Juan Bautista puso voluntad frente al segundo, pero no apretó el acelerador lo suficiente ante un toro tardo y con la virtud de humillar. El deslucido quinto se despedía con la cara alta y el francés planteó una insulsa labor.

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