Abandonan la plaza los toreros. Morante recibe pitos y El Juli es despedido con aplausos. La estampa de la felicidad es la Sebastián Castella, aupado a hombros para salir por la Puerta Grande en olor de multitudes. Se santigua el torero, alza los brazos al cielo, ese cielo que ha tocado. Miles de flashes retratan la imagen. Le tiran casi al suelo. Le arrancan el vestido entre gritos de ¡torero, torero! Ya en la furgoneta, calle Alcalá arriba. ¡Felicidad!
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