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Alberto Baillères, el multimillonario discreto

El segundo hombre más rico de México desembarca en España en el negocio taurino

Alberto Baillères, el multimillonario discreto abc

yaiza santos

El mexicano Alberto Baillères González lleva mucho tiempo involucrado en el mundo de la Fiesta Brava a este lado del Atlántico. Antes de la plataforma Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT) , que acaba de crear junto a José Cutiño y Simón Casas para gestionar plazas en Francia, México y España, Baillères le había comprado a Fernando Domecq la ganadería de Zalduendo y a Miguel Báez «El Litri», la finca cacereña «Los Guateles». Desde hace un año, además, tiene la exclusiva mundial de los contratos de Morante de la Puebla.

La afición a los toros la lleva Baillères en la sangre. Aunque nació en la ciudad de México, procede de una acomodada familia de Guanajuato que ya poseía haciendas de reses bravas a principios del siglo XIX. Dueño también de las ganaderías de Begoña, San Miguel de Mimiahuapam, Santa Teresa y San Martín, su empresa Espectáculos Taurinos de México (Etmsa), la mayor del gremio, posee las plazas de Monterrey, Guadalajara, Aguascalientes, Acapulco, Guanajuato, Irapuato, León y Ciudad Juárez, y gestiona la Monumental Mérida y el Coliseo Yucatán.

Monumental patrimonio

Etmsa es, sin embargo, sólo una pequeña parte del emporio de Alberto Baillères, segundo hombre más rico de México –por detrás de Carlos Slim– y trigésimo segundo del mundo, según la revista «Forbes», con un patrimonio cercano a los 21,000 millones de dólares. Su mastodóntico Grupo Bal abarca empresas del ramo de la minería, la metalurgia, los seguros, las finanzas, el comercio, la moda y el sector agropecuario, entre las más conocidas, la aseguradora GNP –la más grande y antigua del país–, la minera Piñoles –propietaria de la mayor mina de plata del mundo, Fresnillo, explotada desde el siglo XVI– y El Palacio de Hierro –una suerte de El Corte Inglés mexicano-. También es miembro de los consejos de administración del banco BBVA Bancomer, Televisa, FEMSA y Grupo Kuo, entre otros.

A pesar de ello, Baillères pasa por ser una persona discreta. Sus amistades coinciden en calificarlo como una persona sencilla, afable, a la que no le gusta alardear de su posición y cuyos placeres conocidos, además de los toros, son el arte, la caza y la navegación. ¿El rasgo principal de su carácter? «Muy derecho: lo que dice lo cumple», dice alguien cercano a él. Estudiante durante su adolescencia en la Academia Militar Culver, Indiana, donde ingresó a los 15 años sin saber inglés, la disciplina marca su quehacer cotidiano. Patriarcal y proteccionista, está dispuesto a pagar la formación completa de sus empleados predilectos, pero requiere a cambio gente entregada en cuerpo y alma , para bien y para mal, a sus proyectos.

Dueño del Palacio de Hierro

Baillères, licenciado en Economía con tres menciones honoríficas por el ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México), la universidad que fundó su padre, se disponía a estudiar un posgrado en la London School of Economics cuando su hermano mayor murió en un accidente de tráfico. Entonces, a los 27 años, se convirtió en heredero del Grupo Cremi (acrónimo de «Crédito Minero»), el conglomerado que fue construyendo su padre, Raúl, desde los años veinte del siglo pasado, cuando fundó una empresa dedicada a la compra-venta de metales preciosos. Raúl Baillères aprovechó bien los aires nacionalistas que propició la Revolución y compró compañías extranjeras, como El Palacio de Hierro o la Cervecera Moctezuma, para hacerlas cien por ciento mexicanas. Una caída accidental provocó la muerte del patriarca en 1967 y convirtió al joven Alberto en el amo de un gigante que entonces controlaba quince empresas. Bajo su mando, las firmas se convirtieron en nueve, renombradas como Grupo Bal, y el negocio familiar no sólo se consolidó, sino que creció de manera exponencial –posee una fortuna diez veces mayor que la que amasó su padre-.

Doctor honoris causa por el ITAM por su contribución al desarrollo de la educación superior en el país, sus conocidos destacan sin dudar su labor filantrópica: no sólo continuó apoyando la obra de su padre en su alma máter, una de las más prestigiosas universidades privadas de México, sino que también, por ejemplo, creó la Fundación Mexicana para la Salud, y tampoco se ha olvidado de las cuestiones ecológicas: junto a una de sus minas propició un parque construido a base de los desechos de la extracción de minerales.

Muy creyente

Habiendo apostado fuerte siempre al negocio minero, la diversificación de sus operaciones y su conducta prudente han protegido su fortuna, a pesar del brutal descenso del valor de la plata en los últimos años.

De profundas convicciones católicas –«muy creyente y muy practicante», lo definen–, es un hombre muy apegado a su mujer, Teresa Gual, con la que aparece con frecuencia fotografiado en papel cuché, y a sus hijos, especialmente a la única mujer entre ellos, María Teresa, «la perla de la familia», como él la llama. La fe le ayudó en el trance de perder a uno de sus siete hijos, Mauricio, hace justo un año, de un infarto de miocardio. Del resto –Alberto, Alejandro, Juan Pablo, Raúl y Xavier–, tres trabajan en distintas corporaciones de la familia: Raúl es gerente del Grupo Bal, Juan Pablo maneja las ganaderías y Alejandro dirige GNP.

A sus 83 años, sin embargo, Alberto Baillères no presenta visos de querer jubilarse pronto. La colosal operación FIT es buena muestra de ello.

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