Joselito, la forja de un rebelde
Memoria histórica, por Ángel González Abad y Rosario Pérez
abc
Ésta es la tarde más feliz de mi vida», declaró a ABC un joven José Miguel Arroyo, «Joselito» ya en los carteles de todas las ferias, el primer día de junio de 1989. Acababa de desorejar a un toro de Atanasio Fernández en Las Ventas. ... Fue tarde de una apasionada rivalidad con Espartaco, que para el sevillano acabó en la enfermería.
Antes de su primera Puerta Grande, Joselito ya había convencido a la cátedra venteña con su arrojo y ambición desde su triunfo, aún de novillero, en el festival a beneficio de la tragedia del Nevado del Ruiz. Había rechazado también jugosas exclusivas económicas por mantener la senda de la independencia formando inseparable tándem con Enrique Martín Arranz.
Todavía estaban por llegar dos tardes en solitario en la plaza madrileña, la Beneficencia de 1993 y el 2 de mayo de 1996. Dos días memorables que marcaron la culminación de una carrera que empezó en los primeros años de los 80, cuando un menudo chaval al que apodaron «Lentejilla» se apuntó en la Escuela de Tauromaquia de Madrid para abandonar la calle. Comenzó entonces una historia de superación y rebeldía. Se forjó una figura del toreo.
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