Cuéntame un huerto
De Tierra de Campos al mundo
Alejandro Escribano, campesino de Castilla, es un gran melómano. Asiste a unos setenta conciertos de clásica al año
Siembra de magia y estrellas en Peralada
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Iniciar sesiónEn octubre de 2007, el divulgador musical Fernando Argenta estaba entrevistando a la mezzosoprano Cecilia Bartoli en Radio Clásica. El presentador de 'Clásicos Populares' abrió las líneas telefónicas para que los oyentes pudiesen hablar con ella, que se defiende a la perfección ... en castellano. Uno de los escuchantes llamaba desde «Montealegre de Campos, provincia de Valladolid». De fondo, el sonido de un motor. Argenta le preguntó: «¿Nos llama desde el coche?». Él y Bartoli quedaron estupefactos: «No, desde el coche no, llamo desde el tractor».
El melómano en cuestión era Alejandro Escribano, campesino de Castilla con estudios de Derecho, tertuliano de Castilla y León Televisión y asiduo a cuantos conciertos de música clásica le caigan más o menos cerca. Y sí, va en su tractor escuchando cantatas de Bach como si no hubiera un mañana. Él no podía faltar en esta serie de reportajes sobre los huertos y la cultura, porque con él vienen la música de órgano, Machado, Berceo, el marqués de la Ensenada y hasta Radio Pekín.
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Su huerto son, en realidad, 137 hectáreas de terreno en Tierra de Campos, y la relación con la agricultura le viene de antiguo: «Mi padre era agricultor, mi tío también; mis abuelos lo eran; algún bisabuelo fue molinero, y otros eran pastores». En su zona se produce trigo, cebada, yeros, vezas, girasoles y colza. Todo cultivos de secano, aunque a dos pasos hay buenas tierras de regadío, gracias a la lucidez del marqués de la Ensenada.
Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, el susodicho marqués, es una de aquellas mentes ilustradas de la España dieciochesca. Pensó que sería cosa buena construir un canal navegable con esclusas que permitiese llevar el grano de Castilla hasta los puertos del Cantábrico, aunque otras ideas suyas no fueron tan brillantes, como la Prisión General de Gitanos, un exterminio en toda regla. Escribano señala: «Es curioso que ese canal que se hace entre el siglo XVIII y el XIX permite hoy regar en pueblos casi contiguos, mientras que en Montealegre no hay ni una hectárea de regadío». Maravillosa locura que aún perdura, aunque ya solamente se usa para regar y para actividades turísticas y recreativas.
Entre jornada y jornada, Alejandro Escribano se escapa a todos los conciertos que puede, calcula que cerca de setenta al año, entre los del Auditorio Miguel Delibes y los del Auditorio Nacional de Madrid. La tarde que lo entrevisto, las tareas de cosecha se han atrasado y se va a perder uno en el órgano de Santoyo. En Tierra de Campos se celebra desde hace décadas la Academia Internacional de Órgano, impulsada por Francis Chapelet: «Ahí he escuchado a organistas como Joan Seguí o Mar Vaqué, antes de que fueran conocidos». Lo suyo es la tecla. Su álbum de fotos y autógrafos de celebridades del piano incluye nombres como Leonhardt, Benjamin Alard, Javier Perianes, Juán Pérez Floristán, Sokolov, Juan de la Rubia…
Cuando le pregunto de dónde le viene esta devoción musical, la respuesta es simple: «En primero de BUP tenía una asignatura de Historia de la Música, y el libro texto era el de Emilio Casares Rodicio. El profesor era Eduardo Montero, un hermano de La Salle. Sus exámenes, dificilísimos, parecían oposiciones a notaría», pero a él ese reto le abrió la curiosidad, «me metió el veneno». Así empezó «a escuchar Radio Clásica, y también la BBC».
¿La BBC? «Sí, yo practiqué el diexismo, escuchaba Radio Moscú, Radio Pekín, La voz de Vietnam». «Algunos me dicen que pronuncio muy bien el inglés, y me preguntan si he vivido fuera, cuando yo no he estado más que en mi pueblo, pero escuchaba todos los días las noticias de la BBC».
Es fácil perder el hilo hablando con Escribano. Me agarro a Machado, que en su 'Campos de Castilla' invoca los versos de Gonzalo de Berceo comparándolos con una huerta: son «renglones como surcos en pardas sementeras», que se trabajan en San Millán de La Cogolla, pero desde los que se divisan «las montañas azules de Castilla».
Le pregunto si dedicándose a cultivar tantas hectáreas a golpe de tractor se puede encontrar esa inspiración, o si solo es cosa de poetas. «Hay días que son preciosos. Yo desde mis tierras veo la montaña palentina. El paisaje no es estático, es dinámico, cambian los colores. Hay días que estoy en el campo, y pongo Radio Clásica, y llegan a lo mejor aves, y es muy bonito». Eso sí: «A mí la radio me gusta escucharla en un aparato de radio, no a través de internet. Reivindico mucho el aparato de radio».
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