'La mà', mano a mano con la comedia negra

Crítica de teatro

La Villarroel presenta una obra de Martin McDonagh

'La reina de la belleza de Leenane', la historia de dos personajes atormentados y marcados por una dependencia tóxica

Crítica de teatro

'La mà'

  • Autor Martin McDonagh
  • Traducción Martí Sales
  • Dirección Pau Carrió
  • Escenografía Sebastià Brosa
  • Vestuario Montse Figueras
  • Espacio sonoro Damien Bazin
  • Iluminaciòn Raimon Rius
  • Caracterización Núria Llunell
  • Intérpretes Pol López, Albert Prat, Mia Sala-Patau, Soribah Ceesay
  • Lugar La Villarroel, Barcelona

Decir Martin McDonagh es recordar dos piezas que dejaron huella en los escenarios: 'La calavera de Connemara' y 'La reina de belleza de Leenane'. También es decir humor negro y bronca poética de lo grotesco; ambas especies dan como resultado lo que se dio ... en llamar «teatro de la crueldad». Quien disfrutó con Pol López en Connemara no va a sentirse defraudado con su papel de manco en busca de la mano izquierda que unos gamberros segaron sobre la vía del tren. El manco se llama Carmichael y ha quedado con dos traficantes de poca monta que le prometieron la restitución de la extremidad por quinientos dólares.

La dignidad de Carmichael fue hollada cuando sus agresores le despidieron blandiendo la mano cortada y de eso hace ya veintisiete años. El trapicheo tiene lugar en una habitación de un hotel de mala muerte con un friqui en la recepción. Y es ahí cuando entra en escena Albert Prat, un actor de aspecto quijotesco que atesora una vis cómica muy parecida a la del Monty Python John Cleese en 'Fawlty Towers'. Prat es Mervyn, el quimérico recepcionista. Quien lo vio haciendo de compañero de David Verdaguer en 'Elling' repetirá con una sonrisa el lema de aquella comedia: «La normalidad está sobrevalorada».

Pol López, uno de los actores con más personalidad del teatro catalán, reina en el universo de lo grotesco. Un tipo con melenas, abrigo raído, muñón bajo la manga y camperas. La pareja de pillos -Mia Sala-Patau y Soribay Ceesay- cumple a la perfección en su rol de víctimas de las sevicias que les imponen Carmichael y el recepcionista larguirucho del uniforme, los shorts y los calcetines con chancletas. Extraña pareja la de un matón y un amante de los animales del zoo: aunque lo pudiera parecer, no será el comienzo de una gran amistad.

McDonagh lanza su mano cortada al regazo del espectador, una comedia macabra, moqueta gastada y olor a gasolina. Entre la calavera con musgo de Connemara y la América profunda de Carmichael lo de menos es la geografía. Los personajes de McDonagh pertenecen a la patria común de los perdedores. Echémosles una mano y riamos con ellos.

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