Alberto Conejero: «Si hago teatro es para no ver la vida solo desde mis ideas»
Tras dejar el Festival de Otoño, el poeta y dramaturgo presenta en Madrid su monólogo 'En mitad de tanto fuego', inspirado en la 'Ilíada'
Alberto Conejero: «Madrid nutre todo lo que escribo. Sería un autor más pobre sin Madrid»
Madrid
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Iniciar sesiónAlberto Conejero (Vilches, Jaén, 1978) ha vuelto a la 'vida civil' tras su etapa al frente del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid y presenta en los Teatros del Canal 'En mitad de tanto fuego' un monólogo de notable aliento poético ... en el que el dramaturgo parte de la 'Ilíada', de Homero, para gritar en contra de la guerra. La dirección es de Xavier Albertí y su intérprete Rubén de Eguía. «No pretende ser una reducción ni una síntesis de la 'Iliada', sino que es una una inspiración para un texto propio. Los espectadores van a ver un diálogo muy estrecho, que nace del estudio, de la pasión y el amor por esos materiales, pero que no pretende usurpar a Homero, sino generar una nueva obra que dialogue con otra que es una catedral, que es insuperable, y por eso volvemos a ella una y otra vez».
¿Cómo nace la idea de llevar este texto al teatro?
Creo que siempre ha estado ahí. Llevo mucho tiempo macerando la idea, pero hace ya un año y medio me decidí a escribir este monólogo. Coincidió además el ascenso del clima belicista y el estallido de conflictos bélicos a las puertas de Europa o en la propia Europa, y que Rubén de Eguía, un actor al que yo admiro, me dijera que le gustaría trabajar conmigo. Y con él llegó Xavier Albertí, un pilar fundamental. He visto mucho de su teatro; nos unen pasiones comunes como la música y el amor por un repertorio de principios de siglo: el cuplé, las variedades… También por la pintura. Es un maestro para mí, un erudito que no hace alarde de ello. Yo sabía que podía confiar en él; de hecho, Albertí ha confiado en ocasiones mucho más en mí y en la potencia del texto que yo mismo.
¿Qué le fascina del mundo clásico?
El idioma tiene que ver. En el griego reconocí una segunda casa. La primera, claro, es el castellano; si tuviera una patria o una matria, esa sería el castellano, mi idioma. Este texto es un ejercicio de amor por el castellano y también por el griego. Cuando aprendí griego clásico y después moderno sentí que en ese idioma había algo de la infancia del mundo, que había algo de nombrar las cosas por primera vez; de nombrar el asombro, de nombrar por primera vez el mar, la tierra, los dioses, el cielo… Cuando aprendes un idioma, algo se transforma en tu espíritu, y yo desde adolescente he sentido una intimidad con ese mundo y con la historia de Grecia que va más allá de la erudición. De hecho, dediqué mi tesis doctoral a la Grecia moderna y contemporánea. Somos muchos, creo, los que reconocemos en Grecia un hogar, y volvemos allí una y otra vez; y de repente descubrimos allí una posibilidad de experiencia humana, honda y espiritual y luminosa. Hay también una afiliación muy íntima, que entronca con 'En mitad de tanto fuego'. Hay un salto ontológico muy grande entre la Grecia clásica y la moral de nuestros días, pero a lo largo de la Historia hemos reconocido un modo de amar, una cierta libertad, siempre fragmentaria, siempre reducida quizá a unas élites. No hay una idealización de Grecia por mi parte, pero sí hay un aprecio de que en esos textos de la tragedia griega, en los textos de Platón… en la propia escultura, en el arte, había un modo de respeto al cuerpo y a las formas de amar. Lo griego, para mí, no tiene que ver con la Grecia museística; tiene que ver con el reconocimiento en esas reliquias, en esos vestigios, en esas ruinas, de una experiencia humana que a mí me reconforta y me da consuelo. He aprendido mucho sobre lo que somos, porque Grecia no deja de enseñarnos.
«Puede que la guerra esté en nuestra naturaleza, que sea un acontecimiento fieramente e inevitablemente humano; el teatro no la ha parado, pero quizás aporta algo de reflexión»
Habla de que el clima bélico actual fue uno de los motores que le empujó a escribir. ¿Cree de verdad que el teatro puede hacer algo en este aspecto?
Solamente tengo que hablar desde mi experiencia personal: a mí el teatro me cambió la vida, me transformó. Y si a mí el teatro me ha permitido el ejercicio de la imaginación moral, de la empatía, de comprender que tenemos que vivir con la otredad, creo que, de algún modo, puede contribuir no sé si a detener una guerra, pero sí ha recuperado algo de la bondad de la humanidad; de la empatía, del recuerdo, de la reflexión... Puede funcionar como un recordatorio por las víctimas, como una bengala que nos hace ver las oscuridades del pasado. Puede que la guerra esté en nuestra naturaleza, que sea un acontecimiento fieramente e inevitablemente humano; el teatro no la ha parado, pero quizás aporta algo de reflexión. Si alguien ve 'Los persas', 'Macbeth', 'Hamlet' incluso, de algún modo, quizás ha pensado en cuáles son las consecuencias de la guerra. El teatro sirve como recordatorio de las víctimas contra el anonimato de las víctimas; porque quizá se pierda la guerra, pero el relato también es muy importante. Y no estoy hablando de un bando u otro, sino de los horrores de la guerra. La violencia forma parte de nuestra existencia; todos la ejercemos cotidianamente de manera más o menos culta, educada. Y cuando se exaspera llega la guerra. Quizá la violencia es una condición sustancial del ser humano, pero el rescate de la bondad es posible. Y eso es lo que hace también Homero en la 'Ilíada'. Uno reconoce perfectamente cuando una obra de arte, una canción, un poema... se ocupan de la guerra desde un lado humanista, y cuando son propaganda. Hay obras de arte que lo son. Y a mí lo que me interesa, e intento contestarle a su pregunta de otro modo, es que aunque sea un gesto quizá condenado casi siempre al fracaso, es fundamental porque es el gesto humano. El teatro sirve al menos como recordatorio, como bengala y como rescate de una bondad posible; el teatro sí puede hacer algo contra las guerras. Me niego al pesimismo absoluto; sabemos las que no ha parado, pero no sabemos cuántos más horrores, más guerras o más impunidad habría sin la creación. Las obras que a mí me conmueven son las que interpelan, las que hablan de la guerra no desde un lado partidario, sino del rescate de la humanidad. De ahí 'La piedra oscura' o incluso 'El mar. Visión de unos niños que no la han visto nunca'. No son obras partidarias, son obras a favor del rescate de una bondad posible o una humanidad compartida.
«Mi intento es que el lenguaje en el teatro sea indócil y sea, en el mejor de los sentidos, maravilloso en lo que tiene de fiero; hay que escapar del lenguaje meramente utilitario. Debemos atrevernos a un lenguaje indócil que persiga lo inasible y lo inefable»
Un autor tiene su ideología y ve la vida desde sus ideas…
Pero si hago teatro es para no ver la vida solo desde mis ideas. En 'La piedra oscura', Sebastián se quita la cruz que lleva y se la pone a Rafael, que no cree, pero la acepta y muere con el consuelo que representaban Sebastián y Cristo: Sebastián acompañaba a Rafael hasta el final a través de esa cruz. Eso es para mí 'La piedra oscura' o 'El mar'; comprender que un país no puede matar a sus maestros ni a sus poetas; y cuando digo poetas, hablo de Lorca, por supuesto, pero también de Muñoz Seca.
'En mitad de tanto fuego' incluye textos en verso blanco… La poesía es fundamental para su teatro.
Hay un momento, por ejemplo, que el texto está escrito en alejandrinos. Mi intento es que el lenguaje en el teatro sea indócil y sea, en el mejor de los sentidos, maravilloso en lo que tiene de fiero; algo maravilloso es también algo que nos puede sorprender, nos puede provocar cierto temor… Mi intento es que el lenguaje recuerde a los espectadores su potencia política y también espiritual; en este sentido, no creo que mi lenguaje sea solamente lírico, sino que esa decisión estética también tiene una potencia política. Aprecio mucho a los espectadores, y quiero que cuando vayan a ver una obra que yo he escrito sepan que la experiencia del lenguaje que van a tener ahí no la van a encontrar ni en el periódico, ni en el Parlamento, ni siquiera en el audiovisual; que solo la va a encontrar en el teatro. Me he preocupado mucho de generar una palabra poética en el teatro. Aprendo mucho de esa convivencia entre lo dramático y lo poético o lo literario. A veces pesa un poco más una cosa u otra, pero me considero un poeta que escribe para el teatro. Al escribir 'En mitad de tanto fuego' me he sentido muy libre; ha habido momentos en los que pensaba que podría haber gente que dijera que es cursi o demasiado sentimental, pero creo que hay que escapar del lenguaje meramente utilitario. Debemos atrevernos a un lenguaje indócil que persiga lo inasible y lo inefable.
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