José Luis Alonso de Santos: «El humor nos recuerda que no somos para tanto»
El autor de 'Bajarse al moro' y 'La estanquera de Vallecas' recibirá el próximo 6 de junio el premio Max de honor
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Iniciar sesiónHubo una época en la que la presencia de José Luis Alonso de Santos (Valladolid, 1942) en la cartelera teatral española era constante. «Ya no estoy en la primera línea, en las trincheras -justifica-, pero sigo activo, porque si no me muero. Estoy escribiendo mucho; ... he hecho un libro sobre los Autos Sacramentales de Calderón... Siempre estoy trabajando, pero ya no tengo la energía de antes, lógicamente». Al autor vallisoletano le servirían dos de sus comedias, 'Bajarse al moro' y 'La estanquera de Vallecas', para ser incluido en el Olimpo de los dramaturgos españoles del siglo XX. Pero hay más: 'La cena de los generales', 'Trampa para pájaros', 'Yonquis y yanquis', 'Fuera de quicio'. 'El álbum familiar'... La SGAE ha querido reconocer su determinante huella en el teatro español contemporáneo y el 6 de junio en Menorca se le entregará el Max de Honor.
¿Para la escritura hay edad?
Escribir es muy divertido, pero también cansado. Pero es lo menos cansado y tiene la enorme ventaja de que se puede hacer en cualquier parte. Yo he estado boca abajo e inmóvil después de una operación por la vista, y escribí 'Mil amaneceres'. Puedes escribir en el tren, en una celda... Un escritor nunca deja de escribir.
¿Y usted sigue escribiendo teatro?
Siempre. Dejaré de escribir cuando me muera. La diferencia es que yo antes escribía las obras, las dirigía, las producía... Todo. Ahora trabajo a menos gas, pero sigo escribiendo y sigo haciendo de todo.
¿Está la figura del autor de teatro más diluida que antes?
Las modas, como usted sabe muy bien, pasan. Hay veinte mil modas, pero siempre habrá teatro de todas las formas; un teatro de autor, otro teatro que es más colectivo, más experimental... El problema es que desde la Administración y desde los centros dramáticos se potencie una cosa u otra. Quizás ahora se potencian los equipos... No soy un gran observador del fenómeno, de lo que pasa.
¿No está atento al teatro que se hace ahora?
Veo algunos espectáculos: los que me recomiendan. Ya aguanto con mayor dificultad el teatro que no me gusta... Lo que no quiere decir que sea malo, simplemente que no me gusta. Antes iba a ver todo, pero ahora me resisto. No voy ya al teatro como costumbre; no estoy viendo esas producciones 'de batalla', de las que se hacen cien y que caen setenta. Esas no, porque desgasta mucho verlas.
El dramaturgo escribe, más que de lo que observa, de lo que le provoca. No es que sea mejor, es la que le provoca a él. Hay una relación con determinados fenómenos que nos hacen interesarnos y escribir sobre ellos.
¿Un dramaturgo escribe normalmente de lo que observa?
Más que de lo que observa, de lo que le provoca. Hay muchas cosas en la vida que las observas y no tienen nada que ver contigo. Y hay otras que te inquietan, te hacen reaccionar o te interesan especialmente. Un pintor sale con su caballete al campo; fíjese si hay cosas para pintar, pero él pinta una. ¿Por qué? Porque le ha provocado, ha visto algo en ella que no ha visto en las demás. No es que sea mejor, es la que le provoca a él. Hay una relación con determinados fenómenos que nos hacen interesarnos y escribir sobre ellos. Yo, como todos los dramaturgos, he empezado muchas obras, y en el proceso de escribir me he aburrido de ellas y las he dejado. No se puede escribir una obra si no te interesa mucho el tema; ese interés es muy importante porque tendrá que ver luego con el interés del espectador.
¿Y usted escribe historias que sean las que cuentan las cosas, o prefiere escribir sobre un tema y busca la historia con que hacerlo?
Ni una cosa ni otra. No soy ni impresionista, ni expresionista, ni vanguardista ni nada. Lo que intento, lo que me provoca, es lo que le provoca a Cezanne cuando pinta una y otra vez manzanas. Pinta lo que hay entre las manzanas y él. Yo también busco el 'entre'. Cuando escribo una obra busco lo que hay entre la vida y yo, lo que hay entre esos personajes y yo, lo que me provoca a mí, lo que descubro yo... Yo no hago teatro para dar lecciones; no sé de la vida más que los espectadores. No imparto moral ni busco que tengan ideología. Me cuestiono cosas de la vida; crisis, problemas, angustias, de la relación del hombre con el mundo; entre el pathos y el logos, entre la emoción y la felicidad... Y eso me provoca como creador porque me provoca el tiempo, el fondo y la forma. No, no trato de hacer teatro para enseñar nada ni para decir cómo es el mundo. Ni soy tan ingenuo como para creer que una obra mía va a cambiar el mundo. Hago teatro como un alquimista que busca materiales para encontrar la piedra filosofal. Busco encontrar cosas, romper el misterio, subir la montaña, entrar en la cueva oscura, descubrir relaciones entre seres, de conflictos. Me gusta ver a los seres humanos como si fuera un investigador; el amor, el sufrimiento, su lucha con la enfermedad, con la depresión, con la vida... Es lo que me gusta del arte, trabajar con los materiales, hurgar en las palabras, en los conflictos y, con todo eso, crear un universo, que es el escenario. Y ver cómo, con esos materiales tan confusos, tan dispersos, puedo hacer algo tan concreto como es una obra, que es una pieza de relojería, es meter el mundo en una botella o en un cuadro. Meter el mundo en una obra es muy apasionante, tal vez por imposible. Cuando me preguntan qué obra de las mías es la que más me gusta, digo siempre que la que todavía no he escrito, porque como no lo tengo resuelto, vuelvo una y otra vez a ordenar el mundo, a investigar en él, en el lenguaje, en las palabras. Todo eso es apasionante, sobre todo pasar de la etapa de la investigación a la etapa de la creación y, con todo eso, crear una entidad cerrada, que empieza y termina en el escenario y que tiene luces, colores, formas, voces, emociones.. El teatro.
El escenario es el espacio de mayor libertad que hay porque es el que menos libertad tiene. El espacio de mayor libertad es el de la vida.
¿El escenario es el el espacio de mayor libertad que hay?
Es el de mayor libertad porque es el que menos libertad tiene. El espacio de mayor libertad es el de la vida. En el teatro, cuando un espectáculo se termina no existe ninguna libertad; Crear un espectáculo es como pintar un cuadro; decides lo que queda dentro y lo que queda fuera, eliges lo que va y lo que no y, una vez has elegido, ya no hay libertad para salirte del cuadro. Tienes el marco estilístico que has decidido. Es la falta de libertad del escenario lo que lo hace grande. Cuando la gente empieza a aprender a hacer teatro, empieza a aprender lo que no puede hacer. Ése es el misterio del arte, cerrar algo tan difuso en una realidad tan concreta como es el arte.
Pero un escenario, un lugar tan limitado, puede ser cualquier cosa.
Tú creas unas reglas: decides que haya fantasmas, y son fantasmas. Decides que haya muertos, y son muertos. Si hablan las paredes, las paredes hablan; en la vida real, no. Eso es es el reino de la ficción, el reino de la creación, que es tan mágico.
¿Y el humor, qué papel juega?
El teatro puede ser reflexión sobre la existencia, grito frente al muro o jardín del espíritu. Y cuando es jardín del espíritu se va a la comedia. La comedia tiene algo de medicina del alma; el alma humana, que tanto sufre, necesita de vez en cuando, como decía Cervantes, una alameda llena de flores para que se solace tu espíritu. Y eso es la comedia: algo que debe alborotar, entretener, estimular... Es una medicina que te ayuda a vivir y a reírte un poco de las limitaciones de la vida. El noventa por ciento del sufrimiento humano viene por el exceso, por la desproporción. Y lo que mejor lo recuerda es el humor, que deja las cosas en paños menores; nos quita un poco esa importancia que nos damos. No somos para tanto. El humor rebaja la catarsis y la emoción de la tragedia de la vida porque rebaja la importancia que tenemos... Y eso ayuda a vivir.
Escribir teatro permite inventar mundos, crear tus propias reglas, inventar el juego. No solo juegas a algo -el teatro es juego-, sino que juegas a algo que tú inventas, y eso es muy apasionante
¿Y escribir teatro que le permite que no le permitan otros géneros?
Inventar mundos, crear tus propias reglas, inventar el juego. No solo juegas a algo -el teatro es juego-, sino que juegas a algo que tú inventas, y eso es muy apasionante. Ves el misterio del mundo desde tu imaginación creadora.
En teatro, escribir el punto final no significa terminar...
Cuando escribo procuro pensar en que luego va a intervenir más gente, y lo dejo lo más arreglado posible. Yo escribo la canción sabiendo que va a ser cantada, y por eso ha de tener palabras que se puedan cantar. Procuro hacer una obra que pueda ser interpretada y dirigida, pero yo creo las reglas del juego. Hago mi tarea de autor, no dejo el camino a la mitad para que lo hagan otros. Cuando termino una obra, lo hago con todas las consecuencias, pero sé que luego va a ser interpretada, y eso está bien; le van a poner lo que yo no puedo poner. Yo solo puedo poner palabras; ellos sudor, lágrimas, emoción, entusiasmo, carne.
Ver sus palabras en un escenario supongo que tiene que ser muy emocionante.
El trabajo no es muy emocionante porque es muy técnico. En un estreno yo estoy viendo si el puente que he construido resiste a los coches. Soy un constructor de materiales creativos, y lo que me apasiona es ver que sí funciona, si comunica con el público o no, si dice lo que quiero decir. Lo que crea emoción en el teatro es, a menudo, el éxito o el fracaso. Eso lógicamente lo tienes al principio, pero luego lo que te interesa es la estructura del puente. A mí me interesa mucho en arte el trabajo con el material: cómo funciona, cómo no funciona. Ver ese extraño mecanismo que has hecho, que no sabes bien cómo va a funcionar porque necesita respuestas determinadas del público. Eso es muy apasionante. El teatro no es un territorio que a mí me llene de emoción, sino que me llena de pasión, de la pasión de crear cosas. Es parecido, pero no es lo mismo.
Juan Mayorga dice que el texto sabe cosas que el propio autor no sabe...
Es un juego de palabras, no una realidad. Yo no digo nunca en los textos nada que no haya querido decir. Otra cosa es la proyección de lo que digo, que cambia según sea el actor que dice el texto. Evidentemente, cuando se incorporan seres vivos, interpretan y le dan millones de matices a las obras. Los autores construimos juegos de palabras con una intención. Cuando tú escribes '¡Buenos días!' tiene una dimensión, pero si antes de estas palabras suena una orquesta y el actor las dice con un micrófono, se convierten en algo diferente, se les da otra dimensión. Pero no es que el autor no lo sepa; se han puesto otras cosas que no puede poner la palabra. Creo que Juan quería decir que cuando escribimos palabras son solo son palabras escritas y, cuando se hacen carne, oralidad, vida.. adquieren otras proporciones inevitablemente, una nueva dimensión. Pero eso el autor ya lo sabe.
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