«Dionisio Ridruejo. Una pasión española»: el primer hombre de la transición
Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige la obra de Ignacio Amestoy basada en la figura del olvidado político español
JULIO BRAVO
Juan Benet escribió, al morir Dionisio Ridruejo: «No yace aquí la esperanza, sino quien la despertó». Hablaba de un hombre, un poeta e intelectual, que militó en la Falange, fue director general de Propaganda del bando franquista, que escribió dos versos del «Cara al sol» ... y luchó en Rusia junto a la División Azul. De un hombre que contó con la absoluta confianza de Franco (quiso casarle con su hija) y que, defraudado por el régimen, renunció a todos sus cargos políticos, expresó abiertamente sus ideas y sufrió cárcel y exilio por ellas. De un hombre que fundó, en los años cincuenta, el protopartido político Acción Democrática, reconvertido después como Unión Social Demócrata Española (USDE) y participó en el denominado Contubernio de Munich y murió en 1975, meses antes que el dictador, sin llegar a ver el establecimiento de la democracia. De un hombre, además, silenciado por el régimen y hoy en día prácticamente olvidado y desconocido por las jóvenes generaciones.
El Centro Dramático Nacional estrena hoy en el teatro Valle-Inclán «Dionisio Ridruejo. Una pasión española», una obra de Ignacio Amestoy dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente e interpretada por Ernesto Arias, Daniel Muriel, Paco Lahoz, Nerea Moreno y Jesús Hierónides. «Se trata -dice Pérez de la Fuente- de recuperar la memoria de un hombre que logró dar la vuelta a su pensamiento desde el fascismo de su juventud hasta convertirse en un activista antifranquista y un auténtico demócrata. Me atrevería a decir que estamos ante el primer hombre de la Transición española. Aunque, ironías de la vida, él no lograra ver ni disfrutar».
El golpe del 23-F fue la espita que movió a Ignacio Amestoy a escribir esta pieza hace ya más de treinta años. La tuvo en su mesa Lluís Pascual cuando era director del Centro Dramático Nacional, «pero no era su momento -dice el autor-; no se atrevió a ponerla en pie». Había todavía demasiado ruido de sables.
«Éste es un momento ideal para recuperar la figura de Ridruejo -explica Pérez de la Fuente-; ojalá tuviéramos en estos momentos un Dionisio Ridruejo que pudiera hablar con autoridad sobre la cuestión territorial, sobre los nacionalismos. Un hombre a quien se respetara, con agallas, sin miedo; porque si algo no tuvo Ridruejo nunca fue miedo. Y hay en la obra un cruce de discursos que nos hace reflexionar sobre un tiempo que creíamos haber superado; pero los problemas que tenemos ahora mismo vienen de entonces. No tenemos intelectuales de altura que se atrevan a decir las cosas, y figuras como la de Dionisio Ridruejo nos hacen falta para seguir todos juntos, para caminar y decir que mereció la pena esa transición. Y para mostrarles su ejemplo a esos jóvenes que no creen en la democracia y la política. Porque él puso sus ideas por delante de todo; renunció a todos sus cargos porque no estaba de acuerdo con el rumbo que tomaba. Tenemos mucho que aprender de Dionisio Ridruejo. Y hablar del pasado más inmediato -añade- nos puede servir para dar un poco más de luz a nuestro presente».
La obra se desarrolla en un centro de rehabilitación militar los días 28 y 29 de julio de 1975 (en su madrugada murió Ridruejo). Allí encierra Amestoy a cinco militares, trasunto dos de ellos de Ridruejo y de Franco, en una mezcla de teatro ritual y teatro documental. Aparecen tres largas citas del propio Ridruejo: de un discurso que pronunció en 1940 ante doscientas mil personas; de una larga carta que le envió a Franco; y de otro discurso pronunciado poco antes de morir y en el que pronosticaba la llegada de la democracia, el Gobierno de la izquierda y la desaparición de la derecha de anteguerra. «Dionisio Ridruejo fue un visionario», concluye Pérez de la Fuente.
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