«El huerto de guindos»: Chéjov en la intimidad de la portería
JULIO BRAVO
Un Chéjov («Ivanov») fue el primer montaje de La casa de la portera , un espacio que se ha consolidado como uno de los mayores activos del bullente «teatro subterráneo» madrileño. Ahora, el protagonista de aquella producción, Raúl Tejón, dirige allí mismo ... otro título del autor ruso, «El huerto de guindos» (habitualmente traducida al español como «El jardín de los cerezos»), con una versión que firma él mismo. En el reparto están Felipe G. Vélez, Nacho Fresneda, Alicia González, David González, Sabrina Praga, Consuelo Trujillo, Bárbara Santa Cruz, Germán Torres y Carles Francino.
Raúl Tejón llevaba tiempo persiguiendo a Chéjov, un preciso cirujano de la condición humana, que abordó esta obra sabiendo que la tuberculosis estaba acabando con su vida. Se vivía en Rusia, además, según el director, «un cambio de paradigma , una situación muy similar a la que el mundo vive ahora; esperemos que no termine en una revolución, que siempre acaba con muchas vidas».
Adaptar a Chéjov nunca es tarea fácil; menos si la obra se destina a un espacio tan íntimo y singular como La casa de la portera, en el que la cercanía hace que el espectador tenga mucho más que decir. «Esa cercanía hace que tenga que elegir a dónde mirar y dónde pone el primer plano ». En cuanto al espacio, dice: «Me adapto a lo que tengo, hay ventajas y desventajas, y con esas cartas juego. Me gusta que el primer acto transcurra en la estancia más pequeña, porque el huerto es una cárcel ».
Su versión de la obra es intemporal. «El texto es muy poético , especialmente en los textos de Pedro (Carles Francino) y traer la obra al tiempo actual sería complicado. Es también un texto muy discursivo, aunque nunca da doctrina. Pero el ser humano no ha avanzado nada en siglo y pico; estamos en el mismo punto, nos volvemos pequeñitos cuando nos enfrentamos al ser humano. Por eso el montaje está situado en una época indeterminada».
Raúl Tejón se ha permitido alguna licencia con respecto al texto original, en el que dos personajes le tocan de manera especial: Pedro y López. Del primero se siente cercano porque «siente miedo a la vida », y en el segundo ve la figura paterna.
El silencio es, en esta obra, un importante personaje. «Importa mucho más lo que se callan los personajes que lo que hablan, lo que no dicen más que lo que dicen. Ocurre también en la vida . Y en esta obra, los silencios permiten que las situaciones respiren».
«El huerto de guindos»: Chéjov en la intimidad de la portería
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete