José Sacristán trae su Don Quijote a Sevilla

En rueda de prensa, Sacristán explica que en esta producción, estrenada en el Festival de Almagro, se propone "un juego metateatral como mecanismo dramático", porque "no hay un intento de hacer un Quijote al uso" sino "rescatar el referente moral, la actitud de un hombre que antes de estar loco no se paró a pensar en los riesgos de defender cosas como el amor o la justicia". Además, el actor madrileño afirma que con esta función "se quiere poner en primer término la dolorosa actualidad con la que todavía perviven las cosas que Cervantes puso en cuestión en su tiempo, como la lealtad o el amor".

Además, en este montaje, Sacristán pone de relieve el personaje de Sanchica, que "es un personaje bisagra" que propone "una interacción al espectador, añadiendo a lo que Cervantes escribió, la mirada sobre La Mancha y el Quijote", hasta "dar un giro al final a la propia novela, tomando el testigo a la disposición moral del Quijote". "La toma de posesión de la actriz que la interpreta hace que la historia sea distinta aquí de la que al final propone Cervantes", insiste Sacristán, quien reitera que en esta propuesta de dos hora de duración "lo fundamentalmente era rescatar todo aquello que destila los valores éticos de este personaje".

Asimismo, Sacristán ha manifestado que "es un privilegio" hacerse cargo de este personaje casi 60 años después de comenzar su carrera profesional. "Es una satisfacción como actor, al mismo tiempo que ser correa transmisora de una manera de pensar y vivir como la de Don Quijote", subraya el artista, quien también muestra "su satisfacción" por "estar rodeado de gente joven con coraje y talento y por ser útil". Del mismo modo, y como ciudadano, añade que "con la que está cayendo, no viene mal hacer escuchar y ver las peripecias de esta función. "Uno siente la satisfacción del deber cumplido como actor y gente de su tiempo", resalta.

Al hilo de lo anterior, y cuestionado sobre si en la sociedad actual falta algún Quijote, Sacristán dice que "hay que tener cuidado con confundir los molinos con gigantes". "Esto es un fin de ciclo, un guerra clara y abierta en la que estamos perdiendo los de siempre. Ahora no caen bombas, pero el muerto es el parado y el desahuciado", lamenta el actor, que añade que "la obligación del responsable político es no perder la aspiración de un ideal, pero ya está bien de confundir molinos con gigantes", reitera.

En este sentido, afirma que la metáfora del edificio que se derrumbó hace casi dos semanas en Bangladesh "es muy ilustrativa", porque "si el edificio no está bien construido, cuando se cae mata al obrero". "El edificio del bienestar en el que vivíamos no tenía bien la bases, era una chapuza, y esto se debió advertir a tiempo", lamenta, toda vez que invita "a hacer un saneamiento de la vida en democracia" y dice que "sería interesante entender que el contrario no es tonto ni está desarmado".

"Que la idea de la justicia y el amor verdadero no sean palabras", defiende. Pero, continúa, "es algo que tiene que empezar por nosotros", porque "una sociedad es capaz de neutralizar ciertos comportamientos en la medida en que los cercano funciona", asegura el actor, Premio Goya 2013 al mejor actor principal por su papel en 'El muerto y ser feliz', de Javier Rebollo.