Contra el verano
Sé lo que no hicieron el verano pasado
Reflexiones sobre los estragos acontecidos tras el fraude electoral de Venezuela
Artículos escritos por Rodrigo Blanco Calderón
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Iniciar sesiónComo todo el mundo sabe, este ha sido el mes de agosto más encendido, aterrador y esperanzador para Venezuela en los últimos veinticinco años. O, quizás, no todo el mundo lo sabe. En España, al menos, da la impresión de que buena parte de ... la población no se ha enterado de que el 28 de julio los venezolanos eligieron como presidente a Edmundo González Urrutia. O de que Maduro desconoció los resultados y cometió lo que según algunos expertos es el mayor fraude electoral de la historia reciente. Así como tampoco se han enterado de que, desde entonces, el tirano ha desatado una brutal campaña de represión que incluye asesinatos, secuestros, desaparecidos y más de mil doscientos detenidos.
Con este contexto, se entenderá mi estupor ante el silencio entre mis amigos y conocidos españoles. Salvo dos o tres excepciones, nadie más me ha escrito un solo mensaje para ver cómo estoy, o como está mi familia, o qué creo que puede pasar. Al principio, me lo tomé de forma personal. Pensé que lo de Venezuela simplemente no les interesaba (lo cual, es en buena parte cierto). Pensé que yo mismo tampoco les interesaba (lo cual, también, tendrá su cuota de verdad). Y ni en uno u otro caso, en el fondo, habría nada que reclamar. Uno no puede exigirle a alguien que lo quiera o que se interese por los conflictos del país de origen.
Y así estuve rumiando mi encono hasta que tuvo lugar la tocata y fuga de Carles Puigdemont durante un mitin en Barcelona el 8 de agosto. La reaparición del golpista catalán, junto con el operativo que le permitió de nuevo fugarse, esta vez, a la vista de todos, rematado con la pantomima del Gobierno de investigar qué fue lo que sucedió ahí, fue un espectáculo de circo que pareció haber contado con los mismos productores del fraude electoral del 28-J en Venezuela. Sin embargo, tan impresionante como esta payasada de Puigdemont fue, para mí, la indiferencia casi absoluta de los españoles. De modo, me dije no sin cierto alivio, que la cosa no era conmigo ni con Venezuela. Pero, entonces, ¿qué es? ¿Qué provoca este estado tan rotundo de anulación moral entre los españoles? La respuesta era obvia: el verano.
Esta conclusión la pude ratificar días después cuando leí unas declaraciones de Alberto Núñez Feijóo, en una entrevista con Carlos Herrera en COPE. Allí, el líder del PP hacía un balance de los recientes desmanes del gobierno de Sánchez, que iban desde el llamado «concierto catalán», pasando por la ambigüedad oficial ante lo sucedido en Venezuela hasta llegar al show de cierre que fue el minimitin de Puigdemont. Dijo Feijóo, con razón, que estábamos ante «una emergencia nacional», un verdadero «desafío nacional». Y luego vino su plan de acción, que me dejó pasmado, risueño, derrotado: convocar a los líderes autonómicos para atender esta emergencia…en septiembre. Sin duda, Pedro Sánchez conoce muy bien a su pueblo y sabe cuándo es el momento ideal para mover sus piezas. Por su parte, Feijóo no se queda atrás y apenas regresen los líderes autonómicos de sus merecidos descansos, se reunirán para atender esta emergencia postergable.
El año que viene, cuando la democracia en España esté aún más hundida, haré mi papel de friqui psicótico que les recordará a los españoles, como en aquella película de terror de los 90, lo que hicieron el verano pasado. O, más bien, lo que no hicieron.
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