En el universo Levit

Crítica de música

Son muchos los ejemplos que se acumulan en la biografía de un músico cuya compromiso político y social se entrelaza con su propia identidad artística

Igor Levitt ABC

Crítica de Música

Ciclo de Grandes Intérpretes

  • Programa Johannes Brahms (arreglo Ferruccio Busoni): 'Seis preludios corales'; Fred Hersch: 'Variations on a Folksong'. Richard Wagner (arreglo Zoltán Kocsis); 'Preludio (Tristán e Isolda)'; Franz Liszt: 'Sonata en Si menor'
  • Intérprete Igor Levit, piano
  • Lugar Auditorio Nacional, Madrid

La presencia del pianista Igor Levit  en el madrileño Ciclo de Grandes Intérpretes confirma su posición de privilegio entre aquellos que defienden el sentido utilitario de la música. Sus actuaciones fuera y dentro del escenario son un rosario de hechos memorables y van ... desde su proclamación inalienable como ciudadano europeo, lo que le llevó a la interpretación de la 'Oda a la alegría' de Beethoven -en el arreglo de Franz Liszt- durante la 'First Night of the Proms' en Londres, con el Brexit aún caliente, a los 'Hauskonzerte', emitidos vía 'streaming' desde el salón de su casa en plena pandemia.

Son muchos los ejemplos que se acumulan en la biografía de un músico cuya compromiso político y social se entrelaza con su propia identidad artística, lo que le llevó a defender la difícil situación de los artistas de todo el mundo encerrándose en el estudio 'b-sharp' de Berlín para interpretar, vía 'livestream', 'Vexations' de Eric Satie, cuyo motivo musical de dieciocho notas se repite 840 veces. Levit financió el proyecto con la dotación del Gilmore Artist Award, tardó unas quince horas y media en completar el proceso, y recaudó 25.000 euros para músicos en paro.

Sentido catártico

En cualquiera de las acciones musicales de Levit hay un sentido catártico, muy evidente en el poderoso carácter biográfico que adquiere su discografía, tejida con milimétrica precisión. Pocos intérpretes manejan los medios con tanta solvencia (incluyendo las redes sociales), del mismo modo que son pocos los que, como en el caso de Madrid, diseñan programas tan fuertemente trabados más allá de la aparente inocencia a la que invita un repertorio poco transitado.

Bajo este prisma cobra un sentido especial la obsesión por el arreglo, la presencia de Ferruccio Busoni revalorizado en los últimos años y a veces tan mal entendido tras considerar sus adaptaciones pianísticas como meras aproximaciones a los originales. Schumann aclaró esta cuestión al afirmar que el arreglo interroga a la obra, la aprisiona extrayendo de ella una sustancia a veces poco evidente, en este caso a 'Seis preludios corales' de Johannes Brahms con los que, además, Levit afirma su poderoso pianismo. 'Estar en el tiempo y fuera del tiempo' (crear una nueva atmósfera), decía el propio Busoni en el texto 'Valor del arreglo' ('Wert der Bearbeitung'), redactado en 1910: moverse en el ámbito de una propuesta nunca antes imaginada al cantar inocentemente 'Schmücke dich, o liebe Seele' o al forzar el 'legato' hasta límites de extraordinaria densidad en 'Herzlich tut mich verlangen'.

Americanismo y jazz

La cuestión está en el filtro, en esa capa de personalidad con la que Levit entolda su universo convirtiéndolo en una portentosa narración. Sucede incluso cuando el pianista de jazz Fred Hersch bordea la ortodoxia y acumula en sus 'Variations on a Folksong' ('Shenandoah') gestos heterogéneos pero sutilmente encajados. La obra fue encargada por Levit para su gira del pasado año y ahora se ha estrenado en España. La superposición de colores señala a un americanismo musical que lleva desde el jazz hasta el guiño piazzolista.

Y lo que en manos de cualquier otro intérprete no pasaría de lo anecdótico, en Levit se convierte en un hecho trascendente. Es lícito interrogar hasta qué punto en este juego musical (por otra parte de una solidez técnica indiscutible) no se esconde otra forma de arreglo, una manera de observar al carácter hereje que tiene buena parte de la creación musical actual, incluyendo aquí la propia actitud de intérpretes como Levit, empeñado en revalorizar músicas que hasta hace poco habrían sido consideradas secundarias.

Ahí está, y como ejemplo de anacronismo, el arreglo que Zoltán Kocsis, otro grande del piano, hizo del preludio de 'Tristán e Isolda' despojándolo de la condición humana que da sentido a la ópera y convirtiéndolo en una mera lucubración musical. El hecho de que los trabajos de Busoni anunciaran la inmediata decadencia del arreglo, al menos en el marco de la tradición musical denominada culta, convierte en algo sorprendente la forma en la que Levit rearma esta música y le da un nuevo sentido contemporáneamente 'espiritual'.

Clímax particular

El recuerdo del silencio que provocó su interpretación va unido a los movimientos de cabeza de Levit desaprobando lo inoportuno de algunas toses en una tarde en la que tampoco faltaron los móviles. Pero aún así se impuso una impresionante concentración, una especie de levitar con un clímax muy particular en el momento de unir de manera genial el final de la obra de Wagner con el comienzo de la 'Sonata en si menor' de Liszt.

Definitivamente, escuchando a Levit, la interpretación poderosamente tensa, contrastada y antitética que hace de esta obra se entiende que algo escrito hace siglo y medio sea capaz de penetrar con tanta certeza en el espectador de hoy. No es ya la contemplación de la obra maestra, la admiración ante un objeto impecable, sino la audacia de compartir un sentido imperecedero según lo explica un intérprete que, como pocos, se identifica con la realidad actual del mundo y es sensible a sus necesidades.

El recital del martes coincidió con el partido entre Argentina y Croacia en las semifinales del mundial de fútbol. La cita se sumó a las dificultades de convocatoria que atraviesa el propio ciclo y a la actual e inestable demanda de los espectadores, lo que dejó muchas butacas del auditorio madrileño sin ocupar. Quienes atendieron al deporte recibieron su ración de adrenalina, su chute de felicidad inmediata, necesaria y coyuntural; los que por su parte decidieron escuchar a Igor Levit, conservan una cicatriz indeleble, profunda y difícil de eliminar, convertidos en inquebrantables admiradores de un pianista capaz de transmutar su trabajo en algo imprescindible.

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