'Luisa Fernanda' vuelve y triunfa en el Real

Desde entonces, 'Luisa Fernanda' ha sido una referencia inexcusable a la que se enganchan compañías de cuarta que la programan con la esperanza de su supervivencia económica y teatros de primera (por qué negarse al éxito seguro) que dignifican la obra con una altura de miras que quizá sus autores nunca pudieron imaginar. Hay un ejemplo inmediato en la producción del Teatro Real, luego comercializada en DVD, diseñada escénicamente por Emilio Sagi, dirigida musicalmente por Jesús López Cobos y cantada en el papel de Vidal Hernando por Plácido Domingo convertido, desde entonces, en una referencia inexcusable. El tiempo ha corrido a favor de esta propuesta, discutida en su estreno por su minimalismo y apariencia distante, y definitivamente elogida por la claridad, la precisión, el rigor interpretativo y templanza sentimental.

Bajo principios también importantes, 'Luisa Fernanda' ha vuelto al Real en función única y de concierto. En este caso como producto importado desde Canarias tras la interpretación previa en la sede de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, con dirección de su titular Karel Mark Chichon con Elina Garança en el papel protagonista y epicentro de la propuesta. La voz, sobrada de recursos, ya demostró su cercanía con el género en un recital en el Teatro de la Zarzuela, en 2018, obviamente seleccionando los fragmentos más adecuados. Pero el recorrido ante una obra completa es más complejo, particularmente al tratarse de un género cuya continuidad dramática zigzaguea entre la expansión de los parlamentos (aquí suprimidos) y la concentración dramatúrgica de las romanzas. Garança, sutilmente ayudada por la lectura de la partitura sobre el atril, construyó una Luisa Fernanda con un punto de orgullo y distancia, prudente en su efusivo final, 'Cállate corazón', y medida antes la cuitas iniciales. Altura y desafecto se añaden a una aristocrática visión del papel.

Sin duda, es difícil conciliar una interpretación coherente cuando la versión se reduce estrictamente a las partes cantadas, pues los anacronismos y las contradicciones textuales se hacen muy evidentes. Si la versión ofrecida en el Real se presentó como algo con sentido fue a partir del impulso musical de Mark Chichon quien observa la obra de forma íntegra, limpia de falsos resabios. La orquesta canaria ha pasado por Madrid dispuesta a demostrar que es una agrupación compacta, bien engrasada, interesada en encontrarle a 'Luisa Fernanda' una expresividad afable, con un tono de grandiosidad e intimidad que se aviene estupendamente con el final de la obra, y su apasionado desenlace.

Ese doble juego incrustado en una sentimentalidad muy próxima es lo que distingue el buen hacer de Luis Cansino, responsable de la parte de Vidal Hernando, con diferencia la más lucida de la obra: buen colega, experimentado fajador e intérprete de una sinceridad inmediata, sabe medir las fuerzas, limitar las posibilidades y hacer de los defectos virtud. Cansino gana a la audiencia porque hay franqueza en su canto y modestia en su apostura. Como lo hay y con abundancia en la voz afusiva de Alejandro de Cerro, quien pone a Javier Moreno en una perspectiva muy distinta, siempre decidido, capaz de conducir el papel por vertientes personales de rango heroico. Sus propias condiciones son una garantía de éxito, más aún si tiene la fortuna de encontrar en el camino momentos bravura. 'Es una cobardía' fue uno de los puntos culminantes de la tarde con el coro impulsando la acción y Garança manteniendo la distancia.

Queda María José Moreno quien aquilata y avejenta el papel de la duquesa Carolina, lo que significa añadir una calidad de canto particularmente distinguida y decisivamente noble. Con todo ello, 'Luisa Fernanda' triunfó en una noche particularmente relajada y disfrutona. Ante la zarzuela no hay pliegues ni lecturas sospechosas. La impresión directa es muy importante. Si además se añade calidad, todo se comvierte en un resorte capaz de levantar al público y convertir un concierto como este en un éxito franco.