Loquillo: Un triunfo contra el tiempo
El «Loco» triunfa par enésima vez en un Wizink casi lleno.
Loquillo es un tesoro nacional. Importa poco su último single, el enésimo titular polémico o si canta bien esta noche. Con una mezcla de irreverencia patria y rock n' roll yankee se ha montado una carrera de ensueño que le trae hoy al Wizink. El Palacio, casi lleno, le recibe como al mediapunta creativo que vuelve de lesión. Es un héroe para sus fans y podría irse sin cantar si le apeteciera. Esta vez, la enésima, presenta «Diario de una tregua», otro disco de estilo con el que el «Loco» tiene la excusa perfecta para echarse a la carretera.
Prende la mecha «Los Buscadores», un rock clásico con buenas líneas armonizadas de guitarra. Luce traje negro -mencionarlo es una obviedad- y le arropa una banda de seis. Todo el concierto será un ejercicio de repetición, área donde son expertos los rockeros y las madres. Desde el ritmo de la batería hasta los recursos de las tres guitarras (Loco, sobra una, ya hemos hablado de esto otras veces), nada romperá el esquema.
«La libertad» es la primera que el público reconoce como suya y grita en señal de aprobación. Aparecen los primeros solos de guitarra en «Salud y rock and roll» y así, en apenas seis canciones, hemos visto todo lo que vamos a ver. A partir de aquí intercambiarán rellenos las guitarras con el teclado, sonarán los hits y la gente disfrutará como infantes pero las cartas ya están sobre la mesa. Cada día siento más nostalgia por el género, se está quedando obsoleto en una industria que evoluciona a diario.
«El último clásico» suena mientras escribo, como dándome la razón. Tiene las guitarras, la distorsión, la letra pícara y callejera. Es «Exhibit A», que dirían en CSI, del rock n'roll; tiene lo que debe de tener y todo está ejecutado correctamente. Pero amigos, esto en el 2022 ya no vale. Faltan videoclips proyectados, alguna colaboración de renombre, que el cantante haga cosas más extravagantes… No sé qué puede ser, pero falta algo. Parece una película en blanco y negro, y citando al gran Gabo, eso es una muerte anunciada.
Los hits atemporales, como «Cadillac Solitario», «Rey del Glam», «Rock n'roll star» y «Ritmo del garaje» crean ese ambiente que hace que la vida merezca la pena. Realmente da todo igual y yo sólo soy el escriba de lo inevitable. El Wizink bota como siempre, las gradas tiemblan bajo mis pies y los estribillos suenan con la misma intensidad que uno de esos goles tardíos en La Castellana.
Terminan con el «Cadillac» y «Las calles de Madrid», que viene al pelo. El «Loco» se va, las terrazas de Goya se llenan de chupas de cuero y queda en el aire ese sabor amargo que dejan las despedidas a tiempo. Todos sabemos que Loquillo volverá (salvo tragedia) pero cada año, y eso es inevitable dado el formato del mundo moderno, estará un poquito más lejos. Agárrenle mientras puedan.
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