Erik Urano: «El éxito de Íñigo Quintero es como la ingeniería fiscal, legal pero no ético»

El artista vallisoletano actúa esta noche en el Teatro Barceló de Madrid

Íñigo Quintero, el joven español que ha llegado a número uno de Spotify con un himno religioso

Erik Urano abc

Nacho Serrano

Este ha sido un mes de contrastes en la industria musical española, con dos noticias antagónicas. Por un lado, un tal Íñigo Quintero ha debutado arrasando sin que nadie lo esperase hasta el punto de conseguir el número uno global en Spotify. Y por el ... otro está el heterodoxo rapero vallisoletano Erik Urano, con más de un decenio de carrera a sus espaldas y el respeto de una escena que le ha visto colaborar con C. Tangana o Triángulo de Amor Bizarro, quien ante la escasa venta de entradas de su concierto en Barcelona, rompió la baraja reconociendo públicamente el fiasco y tomando la decisión de actuar gratis.

Urano espera cubrir los gastos del batacazo con lo que saque este viernes de su actuación en el Teatro Barceló de Madrid (20h, entradas a 18 euros), pero lo más importante es el debate que ha abierto acerca del éxito y el fracaso, y de la sinceridad de los artistas acerca de ello. Nos atiende al teléfono después de terminar su jornada laboral en su 'otro' curro: el colegio de educación especial San Juan de Dios, donde trabaja con niños con discapacidad.

¿Madrid funciona mejor que Barcelona?

Sí, además para mí Madrid es como jugar en casa, más que Valladolid incluso. Por mis colaboraciones con C. Tangana y Agorazein, por mis discos con Gamberros Pro, que es un sello mítico de Madrid, hay gente que hasta piensa que soy de allí. En muchos artículos de prensa incluso me han presentado como 'rapero madrileño' (risas).

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La sala Apolo de Barcelona le mejoró las condiciones cuando les comunicó que al final actuaría gratis por la baja venta de entradas. Eso no es muy habitual, ¿no?

No lo es, se portaron muy bien, pusieron de su parte rebajando el alquiler y se lo agradezco.

La gente que entró gratis, imagino que merchandising se llevaría, ¿no?

Sí, pero tuvimos la mala suerte de que teníamos una hornada de camisetas de mi último tema, 'Radioactividad', pero hubo un problema con el horno de sellado y perdimos todo el pedido. Como había mucho fan, casi todos ya tenían el merchandising que llevé... y la verdad es que para toda la gente hubo y lo barato que les salió, tampoco hubo tanta venta de merchandising.

Un concierto gafado vaya.

Sí, pero al menos todos nos lo pasamos bien y el público me dio mucho cariño. Se demostró que muchas veces no es que haya poca gente que quiera ir a verte, es que la peña no tiene un duro. Y también que por la dictadura del algoritmo, a veces ni se enteran de que vas a actuar. Los artistas de nicho ya hasta estamos perdiendo al público que teníamos por la evolución de los sistemas de posicionamiento de la información. La cosa se está poniendo fea, porque ahora Spotify va a pagar menos a los artistas menos 'conocidos', las editoriales empiezan a echar a los artistas que no les dan equis número de reproducciones... Da bastante miedo, porque esto va a hacer que terminemos perdiéndonos a grandes artistas por no dar un pelotazo nada más empezar. Es grotesco.

Todo empezó a ponerse grotesco cuando se sacralizó el término 'monetizar', ¿no cree?

Totalmente. Cuando empezamos gente como C. Tangana o yo en 2009 o 2010, vimos que no necesitábamos a nadie para editar y llegar a mucho público gracias a internet. Pero cuando se impuso la deriva algorítmica de selección de contenidos, ese mundo de posibilidades se acotó muchísimo y ahora estamos solo empezando a ver las consecuencias. El perfeccionamiento del algoritmo no sigue patrones de gusto del consumidor, sino las preferencias deterministas de la industria. A mí por ejemplo, como oyente de música, el algoritmo me ofrece cada vez menos contenidos que me gusten.

Es un poco la crítica irónica que hizo en su tema 'Dataísta', cuando dice «los humanos mienten, los números no».

Sí, absolutamente. Hemos llegado a un punto en el que lo que dicen las cifras no es más que la realidad que se quiere imponer desde la industria.

¿Ha seguido el ascenso meteórico de Íñigo Quintero? Su equipo ha revelado que se ha pagado a influencers para que hablaran de su canción, que han emprendido ambiciosas campañas de viralización en Spotify y Tiktok... ¿Le parece lícito, o lo ve como una payola moderna?

Es cien por cien una payola moderna. Es lícito en lo legal, pero no en lo ético. Y me parece muy macabro en general. Primero, porque se ve que hay flecos que flojean: por ejemplo, el tema no está presente en ningún top de Apple, y en YouTube no tiene una presencia tan fuerte. Ahí se ve lo no orgánico que es.

En su defensa se puede decir que hay otros artistas que siguen la misma estrategia y no obtienen el mismo resultado. Pero claro, se parte de una discriminación de inicio porque hay muchísimos otros artistas que no tienen manera de financiar ese tipo de campañas.

Exacto, es como la ingeniería fiscal: legal pero no ético. Si tienes mucha pasta tienes muchas más herramientas a tu alcance para pagar menos impuestos que la gente que tiene menos dinero. Por eso, igual que en la sociedad, se está dando ese proceso de destrucción de lo que se podría llamar 'la clase media de los músicos'. La brecha se hace más y más grande porque los pequeños tienen cada vez menos recursos y oportunidades, y los grandes, cada vez más. Se parte de una desigualdad de base que cada vez es más insalvable. Y es jodido porque estamos hablando de arte, no de coches. Nos vamos a perder grandes obras porque no tienen esos medios para hacer buenos números de inicio. Es como en Netflix: ponen una serie, y si en dos días no tiene un boom, para fuera.

Esto genera egos inflados independientemente del estatus que se tenga: nadie quiere reconocer cuándo algo le ha ido mal, porque en este contexto se ve como cavar tu propia tumba.

Por eso llamó tantísimo la atención lo que hice en Barcelona. Nadie confiesa que le ha ido mal algo. Yo sé que hay grupos que anuncian: «¡Últimas entradas!», y a lo mejor no han vendido ni la mitad. Y así, la peña se ve en una espiral de aparentar que me horroriza, y que me ha hecho dar este paso para visibilizar el fracaso. Joder, que estas cosas pasan, en la música y en la vida. Que si te caes, no tienes por qué levantarte siempre según te caes. A veces te puedes tirar un rato ahí tirado asimilando que te has caído, y no pasa nada. La escena urbana tiene un público muy joven, y se le están inoculando unas ideas muy peligrosas. Yo a veces veo perfiles de artistas que dicen: «Si no has conseguido lo que querías es que no has luchado suficiente por ello». Ese rollo de criptobros se está metiendo en la música, y es muy jodido.

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Vendamos un poco su concierto, su último single 'Radioactividad' y sus planes de futuro.

El concierto recorre mi discografía con una estética vinculada a la radioactividad, con visuales de Teresa Cano y con mi DJ de siempre, Zar1 acompañándome.

La canción tiene influencia kraftwerkiana y conecta con otros temas suyos como 'Choca', con esa especie de obsesión por el átomo, la fisión, las distopías tecno-industriales...

Sí, es algo que ya está muy asentado en mi imaginario. Kraftwerk me marcó mucho, y tenía claro que este era el tema que tenía que versionar por eso, porque conecta con lo que he venido haciendo y con quien soy. En cuanto a planes de futuro, este es el primer single de lo que será mi próximo disco, que saldrá el año que viene.

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