New Order exhuma (a medias) su leyenda en el Sónar

La banda británica lució briosos himnos sintéticos pero tropezó una vez más con la piedra de Joy Division en la primera noche del Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia

New Order exhuma (a medias) su leyenda en el Sónar efe

DAVID MORÁN

A New Order los dejamos varados en aquel Primavera Sound de 2005 bailando un zapateado sobre la tumba de Ian Curtis y haciendo picadillo la sacrosanta “Love Will Tear Us Apart” entre guitarras zumbones y chirriante pose hooliganesca . Fue el final ... de una actuación tirando a desastrosa y uno de los motivos por el que muchos se borraron de la convocatoria cuando, apenas un año después, los de Manchester regresaron a la ciudad para sumarse al hoy difunto Summercase con una actuación aún más desastrada.

A la tercera, dicen, va la vencida, y en estas que los autores de "Technique" reaparecieron en la capital catalana para inaugurar oficiosamente el Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia, Sónar 2012, y, ya puestos, tratar de rehabilitar una leyenda demasiado condicionada por el sobrepeso de su propia leyenda y por un presente no demasiado halagüeño. Y aunque la cosa acabó exactamente igual que hace unos años, con Bernard Summer acuchillando himnos ceremoniales de Joy Division con sus grititos de estrella del rock extaltada, lo cierto es que los británicos consiguieron sacar a relucir su condición de grupo fetiche del Manchester de los ochenta gracias al poderío acorazado de himnos como "Regret", "Ceremony" y "Blue Monday".

Exhumaron leyenda y lucieron hits, sí, aunque solo a medias. De hecho, sigue mediando un abismo entre los New Order más electrónicos y espejados, los de "True Faith" y "Bizarre Love Triangle", y los que siguen pasándose de frenada en ese tránsito de la electrónica al rock y acaban rocanroleando toscamente en "Crystal", "Krafty" e incluso una "1963" algo desubicada entre tanto guitarrazo.

La noche había empezado bien, con la atmosférica "Elegia" volviendo la vista a los días de "Low-life", pero pronto quedó claro que, con o sin Peter Hook, expulsado de la banda por sus encontronazos con Summer, New Order sigue siendo una banda con dos almas y otros tantos corazones . Uno que bombea electrónica satinada y hermosamente henchida y otro que coquetea con el rock más bien vulgar y que es capaz de amputar cualquier rastro de emoción e intensidad a una pieza como "Isolation" (sí, Joy Division otra vez).

Tampoco ayuda demasiado que uno se vaya de ahí no con las espléndidas "Temptation" o "The Perfect Kiss" retumbando en la memoria, sino con esas atrofiadas versiones de "Transmission" y "Love Will Tear Us Apart" invitando a olvidar cuanto antes. Mañana repiten, aunque con menos tiempo. Veremos si hay cambios.

A vista de récord

Aún así, si algo hicieron New Order fue cumplir su papel e inaugurar un festival que, a poco más de un año para que llegue a la muy redonda cita del veinte aniversario, sigue fresco y lozano como el primer día. Bueno, en realidad es mucho más grande que el primer día, pero la intención, la de capturar justo antes de que ocurran las revoluciones sonoras de cualquier índole, sigue siendo la misma.

efe

Así ha sido desde que empezó a hacerse un hueco en la capital catalana en 1994 y así fue ayer cuando, diecinueve años después, el Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia abrió ayer una nueva edición con un ojo bien pendiente de New Order, protagonistas del crepúsculo, y el otro deslumbrado por ese nuevo récord al que apuntan las más de 90.000 entradas despachadas que anunció ayer la organización.

Y así, fresco, lozano y con esa tendencia a una masificación civilizada que, sin ir más lejos, dejó con un palmo de narices a quienes esperaban acceder al espectacular juego de beats y espejos de Daedalus y tuvo que conformarse con hacer cola a las puertas del Hall. Algo frecuente en las últimas ediciones del Sónar que, sin embargo, no deja de ser un mal menor en una cita capaz de atreverse a programar actuaciones como la del japonés Masaki Batoh. O, dicho de otro modo, de subir al escenario a un tipo que, aparatejos varios mediante, es capaz de utilizar las ondas cerebrales para crear sonidos.

Ya advirtió el propio Batoh antes de empezar tan peculiar escáner sonoro que aquello no sería agradable. Y, en efecto, no lo fue: extraños y desconcertantes sonidos, crujidos asonantes, coros como de misa negra y, en fin, una colección sinfín de turbulencias sónicas que vienen a confirmar que el cerebro del ser humano sigue siendo un instrumento más oscuro que una celda sin ventanas ni barrote. Mucho menos enrevesado, el también japonés Yosi Horikawa sacudió el SonarDome con una suculenta ración de hip hop, electrónica fracturada y sonidos cazados aquí y allá, convincente mezcla que, sin embargo, quedó algo coja ante la falta de apoyo audiovisual.

Pujol vs Sónar

efe

Fiel a su condición de burbujeante laboratorio de ideas y sonidos, el Sónar de Día, el que se desarrolla bajo el sol abrasador en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, fue ayer el patio de recreo por el que Flying Lotus campó a sus anchas retorciendo beats y aplicando músculo sintético a la música negra. También Stephen Bruner, enfundado en una zamarra de la selección española de cuando a Luis Enrique le hicieron trizas la nariz, hizo de las suyas acercando el jazz mutante con bajo y batería de Thundercat a una empinada cuesta progresiva.

Nada que no pudiese arreglar el curioso revival ochentero, retrofuturo servido a bocinazos, de los canadienses Trust. Aunque para imagen curiosa, la de descubrir al ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, paseando junto a los directores del festival por el SonarVillage mientras el estadounidense Jeremiah Jae encajaba rimas entre beats esquivos y angulosos. Esto, en efecto, es el Sónar.

Noticias relacionadas

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios