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Muere a los 98 años Alicia Alonso, la última gran leyenda del ballet

Pocas personas podían llevar con mayor justicia prendido el término de leyenda de la danza: su esfuerzo y su carisma –unidos a su indiscutible talento– hicieron que el ballet fuera la principal seña de identidad cultural de su país

Su última entrevista con ABC: «Por la danza, valdría la pena vivir 200 años»

Alicia Alonso, durante una entrevista con ABC en 2011 Ángel de Antonio | Vídeo: EP
Julio Bravo

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Alicia Alonso ha muerto. Tenía 98 años, pero parecía inmortal, y que este momento no había de llegar nunca. La que es sin lugar a dudas una de las figuras fundamentales en la historia reciente de la danza se encontraba ingresada por complicaciones de salud en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) de La Habana, donde murió en torno al mediodía, según informaron a Efe fuentes del Ballet Nacional de Cuba.

«¿No ha pensado en descansar?», le pregunté hace ocho años , en una de sus últimas visitas a España con el Ballet Nacional de Cuba. «No, y le voy a decir por qué. ¿Usted ha pensado morirse?», respondió. «Todos pensamos alguna vez en la muerte», le dije. «Pero nadie, n-a-d-i-e, quiere morirse. Se piensa en la muerte con horror, es algo natural. Todos queremos vivir. Pues yo, cuando bailo, cuando siento el ballet, estoy viviendo; es algo que estoy dando a la vida, a la gente, es algo que hace que merezca la pena haber vivido, seguir viviendo. Así que vale la pena forzar que siga viviendo doscientos años», sentenció la eterna bailarina.

Pocas personas podían llevar con mayor justicia prendido el término de leyenda de la danza. Su esfuerzo y su carisma –unidos a su indiscutible talento– hicieron que el ballet fuera la principal seña de identidad cultural de su país, Cuba; que se convirtiera allí en la más popular de las artes –los estrenos del Ballet Nacional de Cuba (BNC) se convertían en peregrinaciones, con gente que caminaba durante dos horas desde sus casas para acudir a ellos–, y que la isla caribeña tuviera presencia internacional gracias a su compañía de ballet.

Alicia Alonso, en «Carmen», coreografía de Alberto Alonso

Nació Alicia Alonso el 21 de diciembre de 1920 en La Habana; su nombre completo era Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo. En 1931 comenzó sus estudios en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical. Con solo diecisiete años se casó con Fernando Alonso; de él tomaría el apellido con el que pasaría a la historia del ballet; lo hizo en Nueva York, donde poco después comenzaría su vida profesional en comedias musicales de Broadway como « Great Lady » y « Stars in your eyes ».

En 1939 ingresó en el American Ballet Caravan, antecedente del actual New York City Ballet , y solo un año después pasaría al Ballet Theatre of New York (hoy American Ballet Theatre). Allí cimentó su fama como intérprete y su conocimiento del repertorio, que trabajó al lado de figuras como Mijail Fokine, George Balanchine, Leonide Massine, Bronislava Nijinska, Antony Tudor, Jerome Robbins y Agnes de Mille, entre otros. También en esa época comenzaron sus problemas de visión, que a la postre la terminarían dejando ciega, y que le llevaron al quirófano varias veces. Los médicos le aconsejaron que dejara de bailar, pero para ella la danza era su modo de vida. «No concibo la vida sin la danza –decía a ABC en 2013–. Y tener algo que ofrecer, poder compartir mis conocimientos, mi experiencia y mis enseñanzas, le da un sentido a mi vida, me hace sentir que soy necesaria. Y eso es mi razón de vivir».

El 2 de diciembre de 1943, bailó en el viejo Metropolitan Opera House de Nueva York por primera vez el papel que la consagraría, y que fue durante años su más absoluta creación: « Giselle ». Lo hizo todavía convaleciente de sus problemas oculares. Los médicos habían pronosticado que no volvería a bailar tras un doble desprendimiento de retina. Pero ella, según se contaba, convaleciente en la cama e inmóvil, ensayaba el papel bailando con los dedos de las manos. Hasta que ese 2 de diciembre pudo cumplir su sueño.

El año 1948 resulta fundamental en su vida. Ese año fundó en La Habana, y junto a su marido, el Ballet Alicia Alonso, convertido posteriormente en Ballet Nacional de Cuba. Siguió bailando con el American Ballet Theatre y los Ballets Rusos de Montecarlo, hata que en 1959 el Gobierno de Fidel Castro le dio a la compañía su apoyo oficial. Con los años, el Ballet Nacional de Cuba se convertiría en una de las compañías señeras del mundo del ballet, e incluso en los tiempos de mayor cerrazón de la isla fue capaz de viajar por todo el mundo, incluído Estados Unidos.

Resumir en unas pocas líneas la fecunda biografía de Alicia Alonso es tarea inútil. Son innumerables los títulos clásicos que ha bailado o coreografiado, las compañías con las que ha actuado como invitada, los premios que acumulaba o los bailarines a los que ha dado la oportunidad de brillar. El ballet cobró en Cuba un interés inusitado gracias a ella, y en torno al Ballet Nacional de Cuba surgieron historiadores y estudiosos de este arte. También hubo sombras en su biografía. Se hablaba de su carácter intransigente y de carreras truncadas por su afán de protagonismo. Pero nadie puede negarle su innegable entrega. En esa citada entrevista crepuscular decía: «¿Usted sabe en qué me pienso todas las mañanas al levantarme?... En vivir. Me gusta mucho la vida, y creo que soy útil en la vida; eso me da un estímulo muy grande para seguir viviendo. Física y mentalmente, el ser humano tiene tendencia con los años a cansarse y a huir de la realidad; a querer descansar. ¡No! Todo aquel que tenga algo que ofrecer a los demás seres humanos no puede de ninguna manera descansar. Nos debemos a los demás»

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