Javier Limón: «Falta liderazgo en el flamenco actual»
El afamado productor publica su autobiografía, 'Memorias de un productor musical'
Nacho Serrano
La música le ha dejado a Javier Limón (Madrid, 1973) algunos sinsabores, como quedar en una humillante última posición en el concurso de cante del Festival del Cante de Las Minas o acabar a malas con Diego 'El Cigala', pero no tendría papel ... suficiente si se pusiera a enumerar las alegrías que le ha dado su trabajo como productor. Paco de Lucía, Wynton Marsalis, Joe Lovano, Joan Manuel Serrat, Caetano Veloso, Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz, Alicia Keys, Enrique y Estrella Morente, José Mercé, Bebo Valdés, Buika, Ana Belén, Andrés Calamaro, Jerry González, Mariza, Elephteria Arvanitaki, Anoushka Shankar o Luz Casal son sólo algunos de los nombres ilustrísimos que habitan un currículum que llevaba ya un tiempo mereciéndose mutar en libro. La pandemia, como en tantos otros debuts literarios recientes, fue lo que por fin le permitió plasmar lo que su memoria ha logrado retener en este cuarto de siglo de faena en los estudios de grabación.
¿Cómo ha organizado sus recuerdos?
Primero escribí un listado de cien anécdotas, con un titular para cada una nada más. Después fui desarrollándolas una a una en orden cronológico, pero luego me di cuenta de que era mejor seguir un orden geográfico, por países. El trabajo más estrictamente literario fue enlazarlo todo.
Todo empezó gracias a la pasión de su padre por la música.
Era un músico no profesional, ni siquiera se le podría llamar amateur. Pero para él, la música formaba parte de la vida. Le hubiera encantado ser músico, dio sus clases, y aunque no consiguió ser músico, lo bonito es que lo intentó. Por eso, la lección que aprendí de él como músico frustrado fue tan potente como la que hubiera extraído si hubiese conseguido ser profesional. Haber intentado tocar la guitarra y no haberlo conseguido, me motivó a mí para ser músico.
En el colegio también le inculcaron el amor por la música, cosa casi inimaginable hoy por desgracia.
Sí, sí. Era un colegio creado para nutrir de voces blancas el coro de los Jesuitas. Con lo cual ensayábamos todos los días y cantábamos todos los fines de semana, sábados y domingos incluidos. Eso me dio una formación enorme en música clásica y antigua que me sigue sirviendo a día de hoy. Fui muy feliz en ese colegio, y cuando cerró me dio mucha pena que mis hijos no pudieran estudiar allí.
Su revolución personal fue cuando se fue a Nueva York a estudiar siendo adolescente.
Ese fue un cambio muy importante para mí. Era un chaval muy repipi que todavía era virgen, y de repente me vi en unos Estados Unidos en plena convulsión con Bush padre metiendo al país en la guerra del Golfo, conocí a un amiguete que era colega del mafioso John Gotty, a otro que me descubrió a Jimi Hendrix y el blues… y claro, aquello me pegó una hostia tremenda.
Otra hostia fue cuando se dio cuenta de que lo que tenía era talento musical, pero no instrumental.
Efectivamente, lo has definido perfecto. Yo soy poco habilidoso, para tocar un instrumento hay que tener pericia además de corazón y cerebro. Yo era un tío con mucha imaginación, con mucha fantasía y con cierto talento para escribir letras. Pero no tengo maña ni con los dardos, ni con el fútbol, ni con el bricolaje, ¡soy un torpón! Por eso a mí el Pro Tools me dio la vida. Yo nunca hubiera podido dedicarme a la música sin la existencia de la informática. Hizo posible que las ideas que tenía en mi cabeza pudieran sonar.
Algún purista pensará que tanta alabanza al Pro Tools tiene su punto de sacrilegio. Pero incluso Paco de Lucía lo vio como una revolución.
Claro, al no saber escribir música, Pro Tools le permitió componer a dos guitarras. Antes de eso, Paco grababa con una guitarra haciendo ritmo y la otra improvisando, pero no con dos guitarras con la música de cada una escrita nota a nota, lo cual le dio unas posibilidades de complejidad que antes no podía plasmar. Para Paco, Pro Tools equivalía a componer.
Confiesa que cometió un grave error cuando empezó a vestirse como los gitanos y hablar como ellos. Lo que ahora se llama apropiación cultural.
Sí (risas) Pero lo de la apropiación cultural es el debate más tonto de la música. El flamenco viene de músicas indias, gitanas, árabes, sefarditas, judías. De salida ya se apropió de al menos cinco culturas. Pero bueno, los del barrio de Santiago de Jerez dicen que los del barrio de San Miguel no valen un duro (risas). Hay que tener sensatez.
¿Cuándo ha estado a punto de tirar la toalla produciendo un disco?
Cuando no tenía el control de la historia, por ejemplo en bandas sonoras o grabaciones de directos. Pero sobre todo, cuando tienes delante a un artista que no sabe lo que quiere. Me desespera cuando alguno me dice, 'no me camina'. Yo le digo, 'bueno, a ti no te camina pero a mí sí, ¿qué quieres hacer?', y si no me responden con criterios técnicos, pierdo la paciencia. Es como cuando alguien me dice 'es que esto me suena muy azul'. ¡Por favor! ¿Qué cojones es eso?
Dice que falta calidad en el flamenco actual.
Lo que quiero decir es que hay ser sinceros: se echa en falta a Paco, a Enrique y a Camarón. Hay una falta de liderazgo... si te piden que digas cinco discazos de flamenco del año pasado, por ejemplo, te va a costar mucho encontrarlos.
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