Gilberto Gil: «La cultura es para Brasil su elemento estratégico»
El músico y ministro de Cultura de Brasil asegura que el nuevo Gobierno de Lula no lo tendrá fácil ya que deberá enfrentarse a «una mirada reaccionaria que está en todas partes»
CANNES. Un encuentro con Gilberto Gil poco tiene que ver con la etiqueta que suele rodear a la presencia de un ministro. Aunque la entrevista tenga lugar en el lujoso Hotel Majestic de Cannes, las formalidades se diluyen como el agua que cae torrencial en ... ese momento sobre la Costa Azul.
El cantante brasileño se encuentra de visita en el Midem, ya que la música brasileña es la principal protagonista de esta 37 edición de la feria discográfica. Y no podía haber un invitado más adecuado para este evento, ya que Gilberto Gil es, responsable de la administración de la cultura en el Gobierno de Lula y una leyenda en el mundo de la música, además de un afable conversador que representa, en buena medida, el nuevo talante que quiere imponer el presidente Lula en el aparato del Estado. Cuándo se han oído estas palabras dichas por un alto dignatario: «La semana próxima doy un concierto en Brasil -explica-, porque todavía tengo compromisos adquiridos desde antes de entrar en el Ministerio. Tengo que estudiar la forma de compatibilizar ambas cosas, aunque seguramente tendré que renunciar a la porción más grande de mi trabajo profesional. Pero voy a intentar mantener un poco la actividad artística». Esta decisión le ha valido ciertas críticas, pero él asegura estar sujeto a una estricta vigilancia: «Existe un Consejo de Ética perteneciente a la Presidencia de la República que examina asuntos de compatibilidades como éste. Creo, por tanto, que podré continuar con la música».
Piedras bajo los pies Siendo como es, resulta fácil imaginárselo incómodo en medio reuniones del alto Estado: «Cuando uno toma esta decisión tiene que prepararse psicológicamente. Es un deber civil, social, y si no eres capaz de acostumbrarte, lo mejor es marcharse. Hay que renunciar a cierta libertad individual». Reconoce que le costó aceptar la oferta del presidente, pero finalmente sintió una especie de obligación moral: «Creo que todos debemos ayudar en este momento. Lula es un hombre de compromisos muy serios con la gente, con la vocación de pagar la deuda histórica que tiene este país con la gente humilde. Es una persona que tiene una visión muy acertada sobre el papel que debe jugar Brasil en el mundo. Es además muy intuitivo, un hombre que trabaja con el corazón más que con la mente. Su elección es un hecho histórico. Por todos estos motivos es muy importante colaborar con él».
El camino, asegura, no será de rosas. Habrá quién intentará ponerles piedras bajo los pies: «Hay gente que tiene una idea de la política y de la cultura en particular como algo muy cerrado, con conceptos muy extremos de los valores nacionalistas, que temen que la situación podría adoptar una línea revolucionaria en un sentido históricamente ya superado. Esto ocurrió, por ejemplo, en el mundo de la música, con la aparición del tropicalismo. La mirada reaccionaria está en todas partes. No es algo que se pueda localizar con facilidad. En un momento como éste se unen para manipular a la prensa y crear sus propios lobbys».
La música, producto de exportación Gilberto Gil también sabe que uno de los principales peligros a los que se enfrentan es a la decepción de un electorado que ha puesto muchas esperanzas en el actual Gobierno: «Suele ocurrir en países en desarrollo, que vienen de historias coloniales muy fuertes, con elevados índices de pobreza. La demanda de resultados es muy fuerte. Los sectores que apoyan a Lula están enviando un mensaje pidiendo a la gente paciencia, tolerancia con las dificultades históricas, pidiendo tiempo para que empiecen a notarse los cambios en las políticas públicas, y para que se produzca la articulación internacional que debe ser promovida con las conversaciones con Estados Unidos, Europa, Asia, con la Organización Internacional del Comercio...».
Tal vez por proceder del mundo de la música pone un énfasis muy especial en la parcela que le ha tocado administrar: «La cultura es para nosotros un elemento estratégico. Primero, porque el alma de Brasil representa un modelo que está en la gente, en el dibujo de la civilización brasileña, pero que debe salir de nuestro país como un anuncio para el mundo entero. También el propio Gobierno necesita trabajar con los factores culturales que predispongan a la sociedad a la construcción de un discurso popular de desarrollo y de compromiso». Sin perder de vista, eso sí, la fuente de divisas que esta potenciación pueda significar: «La música es un producto de exportación muy esperanzador para Brasil, aunque todavía no está desarrollado en su punto óptimo. Tenemos un potencial muy grande en la música, las artes escénicas, la danza... Estamos creando un departamento específico para trabajar en este sentido, porque también eso es la cultura». Para ello tiene la intención de mantener contactos con el Gobierno español, «ya que la colaboración mutua puede ser muy importante, por lo que España representa en Latinoamérica y por el lugar que ocupa hoy en el mundo».
Cuando la charla termina, se despide sonriente, se hace una foto con los escasos periodistas presentes y se aleja, como cualquier persona en medio del tumulto de músicos, gacetilleros y gente de la farándula que abarrotan el bar y que ignoran que a su lado pasa una eminencia del pasado y el futuro de la cultura brasileña.
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