El flotar se va a acabar

Concierto de Sigur Rós. Lugar: La Riviera (Madrid). Fecha: 27-02-2003

Antes de comenzar el concierto, una advertencia. «Por razones técnicas, se ruega encarecidamente mantengan apagados los móviles durante el show». Como en el cine. Peliculeros.

Sigur Rós estrena sus piezas en la Ópera ... de Reikiavik, presenta sus vídeos en Sundance, titula sus canciones con nombres que parecen sacados del catálogo de Ikea, fabrica un lenguaje a medida para amoldarlo a su música, da pie a libros que tratan de desentrañar el misterio de sus álbumes, graba y compone en su propio estudio y tiene como líder a un compositor homosexual y tuerto. Pese a todo, Sigur Rós no es un grupo maldito: sale de gira y en sus conciertos vende camisetas hasta el cuarteto de cuerda que lo acompaña sobre el escenario.

Tras suspender su actuación en el pasado Festival de Benicásim, Sigur Rós llegó a Madrid para estrenar su último disco, sin título, como las obras de los expresionistas americanos. Una senyera estelada, unas cuantas velas y una enorme pantalla sirvieron de escenografía para la representación -milimétrica, como puso de manifiesto la precisa sincronía entre la música y las imágenes proyectadas- del repertorio de la banda islandesa. Poco rock y mucho frío, pese al sentimiento desbordado sobre las tablas por Jon Thor Birgisson, cuya ensimismada letanía se aproxima a las amaneradas divagaciones al piano de Wim Mertens sobre Ezra Pound.

Al casi sobrenatural acabado de los discos de Sigur Rós poco aporta, salvo la litúrgica conexión entre la banda y sus fieles, la versión terrenal que ofrece en vivo. Hay, sí, fragmentos de hermosura y vitalidad, como la espléndida distorsión de una guitarra sobre el fondo de violines del cuarteto Amina, o la ruptura a golpes de batería de un sorprendente vals, perdido entre las sombras de los autores de «Ágætis Byrjun». El resto es cine lento y pesado. El público aplaude y salta cuando advierte las notas de una pieza reconocible o cuando la banda se despide a guitarrazo limpio. Había ganas de rock, canciones y estribillos, y algunos canturreaban con timidez los versos de Birgisson, pero el grupo andaba empeñado en la abstracción.

Los miembros de Sigur Rós nacieron cuando el punk y la música disco, por distintos frentes, intentaban salvar al rock de la misma pesadilla que ahora reconstruyen. ¿Qué les ha hecho el rock and roll a estos esquimales para que sufran y floten de esta manera?

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