Un Fidelio deslumbrante
El West-Eastern Divan interpretó ayer, bajo la batuta de Barenboim, la «Fidelio» de Beethoven en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, protagonizada por Watraid Meier y con el Orfeón Donostiarra
Un Fidelio deslumbrante
La Orquesta West Eastern Divan, dirigida por Daniel Barenboim, ha celebrado sus 10 años de existencia (se creó en Weimar en 1999: ahora su sede está en Sevilla, patrocinada por la Fundación Barenboim-Said) interpretando por primera vez una ópera; aunque en versión de concierto, ... el Teatro, presidido por las máximas autoridades andaluzas, se encontraba abarrotado.
Varios atractivos justificaban ese lleno (refrendado por el entusiasmo sin límites de un público enfebrecido de júbilo): la presencia de la propia Orquesta (resulta conmovedor contemplar a israelíes y palestinos —y otros árabes—, junto con una veintena de músicos españoles, hacer lo que no les está permitido en su tierra: tocar juntos; la dirección, tan férrea como amorosa en los ensayos, del magistral y perfeccionista Daniel Barenboim; un elenco vocal de primera magnitud (solistas: Waltraud Meier, mezzo; Simon O'Neill, tenor; Peter Mattei, barítono; Sir John Tomlinson, bajo; Adriana Kucerova, soprano; Stephan Rügamer, tenor; Viktor Rud, barítono; coro: Orfeón Donostiarra, dirigido por J. A. Sainz Alfaro).
Plus de intensidad y grandeza
Pero el «añadido» enigmático que despertaba especial atención era el anuncio de que se intercalarían textos de Edward W. Said, el fallecido intelectual palestino cofundador, con Barenboim, de la Orquesta, y ahora representado por su esposa Mariam en la Fundación). Nadie sabía de lo que se trataba —no se decía nada en las Notas al Programa— y quizá muchos aún se lo estén preguntando.
Pero el asunto es, para los que lo conocen, sencillo (y ahora lo descubrirán todos): Said, aficionado, cómo no, a la música, había escrito unas acotaciones personales, unas reflexiones introspectivasdesde la perspectiva de Leonora /Fidelio, en la que va comentando los acontecimientos y que el intelectual palestino había publicado en el libro «Reflexiones sobre el exilio» (Ed. Debate, 2005). En efecto: la obra comenzó con unas palabras (meras palabras habladas: nada de recitativo ni Sprechstimme) dichas desde un atril por Waltraud Meier, en las que se refería, como Leonora disfrazada de Fidelio, a la crueldad de la tiranía de Pizarro, y al gran bien que es la libertad).
Plus de intensidad y grandeza Y así fue desgranando, de tanto en tanto, a lo largo de las dos partes (acto I y Acto II+Acto III) reflexiones en el mismo sentido, hasta el final liberador. Es notable cómo esas intervenciones habladas le dieron un plus de intensidad y grandeza, añadido a las que ya tiene. Por lo demás, todos estuvieron espléndidos: la Orquesta, los solistas, el Orfeón. El público (nosotros nos salimos en plema tempestad de aplausos para escribir estas líneas) puede ser que todavía lo esté celebrando. Una auténtica apoteosis.
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