The Stone Roses, un karaoke sin alma

Los británicos defraudaron durante la tercera jornada del Festival de Benicassim, que encabezaron junto a Noel Gallagher

The Stone Roses, un karaoke sin alma ABC

miguel muñoz/ javier tahiri

Pocos lugares hay más opuestos a Manchester que Benicassim en verano. Frente a la gris urbe del norte de Reino Unido, la localidad castellonense se muestra soleada y con un calor cercano al sofoco. Pero ayer por la noche algo cambió y el espíritu mancuniano ... se instaló de lleno en el Festival Internacional de Benicassim. El cielo también lo notó y se pobló de nubes, aliviando el bochorno de los días anteriores. Dos de los nombres que más han contribuido a iluminar el paisaje industrial mancuniano, The Stone Roses y Noel Gallagher, fueron el plato fuerte del sábado en el festival castellonense. Y las hordas de británicos procedieron a arroparles bajo la ahora encapotada noche de Benicassim. La manada reconoce los aullidos de los suyos.

El caso más claro de hermanamiento entre público y artista más allá de todo límite fue The Stone Roses. La guinda del pastel, los más esperados del festival más de quince años después de su separación.. Suyo fue el recital más seguido de toda esta edición. Desde la primera mirada altiva que lanzó Ian Brown al respetable, el partido estaba ganado de antemano. El público se entregó sin condiciones y el concierto se convirtió en un karaoke sin garra, en el que lo importante era corear las canciones, sin más. Porque la banda no estuvo a la altura de este júbilo. La chispa no se encendió, por mucho que contase con un colchón de primera, capaz de amortiguar todas sus carencias mediante grandes éxitos de la talla de “I Wanna Be Adored” o “Fool’s Gold”, que fueron aclamadas a rabiar. La magia no era tal pero bajo el embrujo de la nostalgia nadie quería que la música dejara de sonar.

Espoleados por este entusiasmo poco a poco el grupo entró en calor y fue recordando viejos trucos. Para el final hubo algo cercano a la emoción en esa seguidilla de clásicos que enlazó “Made Of Stone”, “This Is The One”, “She Bangs The Drums” y una “I Am The Resurrection” que estiró la ilusión hasta el infinito, cerrando el recital entre abrazos de los cuatro miembros. La imagen fue todo un espejismo. El de The Stone Roses fue un recital sin alma en el que la música fue lo de menos. Solo hubo melancolía.

Cartel de veteranos

Los de Ian Brown no fueron los únicos veteranos. La jornada de ayer replegó un plantel de valores seguros al frente de multitudes de quinceañeros. Todo un asiduo de Benicassim, aunque por primera vez sin Oasis, Noel Gallagher presentó su primer disco en solitario, “Noel Gallagher's High Flying Birds”. El británico comenzó tal y como lo ha hecho en cada concierto de su última gira, con “(It’s Good) To Be Free”, una declaración de intenciones con marca Oasis. Solo con ese recurso activó un resorte entre la masa que entró de lleno en el redil del británico. Lejos del artificio y la sobreproducción que puebla su último trabajo, las canciones del británico sonaron más desnudas y naturales que en estudio. Con dos guitarras y ocasionales teclados de music-hall como único acompañamiento. Mejor que nunca.

Así, el grito exhalado de “Everybody’s On The Run” o la certera “The Death Of You And Me”, conformaron dos de las principales balas que el británico disparó. No fueron las únicas. La intensidad de una multiplicada por diez “I Wanna Live In A Dream (With My Record Machine)” y, sobre todo, una “Don’t Look Back In Anger” coreada hasta la extenuación fueron los dos grandes ases del recital. El británico incluso entendió la conexión con Manchester y dedicó “Talk Tonight” a los seguidores de su ciudad. La transformación entre Benicassim y Manchester, a un día de que otros paisanos como New Order también encabezaran el cartel del festival, se había completado.

Entre las letras más pequeñas del cartel también desfilaron auténticos perros viejos de la música. Entre ellos figuró Robyn Hitchcock que junto a The Venus 3, comenzó su concierto con ese cruce de carreteras perfecto entre Lou Reed y el power-pop llamado “Kingdom Of Love”, rescatado de su celebérrimo “Underwater Moonlight” (1980). Guitarras retorcidas al borde del abismo se mezclaban con la artesanía pop del británico para deleite de una audiencia reducida. La mezcla fue redonda. Más tarde y cargados de revoluciones aparecieron los incombustibles Buzzcocks, que en su recital volcaron todo su arsenal de crujientes guitarras y armonías pop de primera división con una energía que llamaba al contagio. Esa oda al incormismo llamada “Why Can’t I Touch It” y la carrerade guitarras punk de “Even Fallen In Love” fueron los grandes argumentos de un grupo frenético, por el que no pasaron los años a tenor de la exhibición que dieron anoche. Nada fácil, Buzzcocks superaron a la nostalgia. No todos lo lograron.

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