Existen otros mundos en el Festival de Salzburgo
La actuación de Piotr Beczala en la versión de concierto de «Werther» enfervoriza al público
Existen otros mundos en el Festival de Salzburgo
Cuando en el Festival de Salzburgo tratan de explicar cuál es su razón de ser recurren a una frase de Hugo von Hofmannsthal , uno de los padres fundadores en 1920: «Salzburgo es el corazón del corazón de Europa» . Hoy, 95 ... años después, hay que reconocer la verdad del lema. En tiempos de contención, de reestructura de muchos proyectos y cambios de paradigma en otros, el «más grande festival del mundo» sigue latiendo con envidiable salud, mientras espera la llegada de un director que redefina su perfil tras la marcha de Alexander Pereira al Teatro alla Scala de Milán.
Aun no siendo lo más importante (lo demuestran propuestas como el estupendo ciclo homenaje a Pierre Boulez en su 90 aniversario), Salzburgo insiste en su capacidad para concitar a los mejores intérpretes. Se ha hablado del tenor Jonas Kauffman, referencia en la cuerda, y de inmediato hay quien ha protestado recordando que también existe Piotr Beczala. Es cierto, y su actuación como protagonista en «Werther» de Massenet en versión de concierto enfervoriza estos días al público de la Grosses Festspielhaus. Junto a él está Angela Gheorghiu, sustituyendo a Elina Garança e incapaz de conmover, ni a los más predispuestos, hasta el acto final, la muerte de Werther. Sabe dónde está lo importante y gasta las energías justas en lo accesorio.
Beczala es un gran cantante, con condiciones vocales extraordinarias, gran presencia, timbre carnoso, facilidad para el agudo aún con sutiles irregularidades en el registro, entrega, simpatía y una calidad interpretativa quizá un punto monótona. En Salzburgo ha demostrado que prefiere el alarde a la profundidad en la interpretación, una sutil pero valiosa diferencia con Kauffman, más «spinto» y con una proyección vocal menos relajada. En «Werther», Beczala se coordina bien con el maestro Alejo Pérez quien ofrece una interpretación obvia e inmediata. Tampoco la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo permite demasiado margen de maniobra. Muy interesante la soprano Elena Tsallagova.
Pero existen otros mundos y también están en Salzburgo. Un ejemplo: el formidable ciclo sinfónico con orquestas de primera fila, particularmente el concierto dedicado a Herbert von Karajan por la violinista Anne-Sophie Mutter y Riccardo Muti. Es difícil imaginar una interpretación más concentrada, emocionante, con mayor calidad técnica y expresividad. El concierto de Chaikovski contó con la Filarmónica de Viena que rozó el silencio. Luego la segunda sinfonía de Brahms en una muy particular versión: limpia, clara y pausada, ajena a la densa bruma orquestal bramhsiana, distante de la más añeja tradición sinfónica centroeuropea. Y, sin embargo, producida en el mismo corazón del continente.
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