Muse, nuevos faraones del rock de estadios
Los británicos tumban al público del Estadio Olímpico de Barcelona con un gran montaje
david morán
Trece años atrás, cuando Muse empezaron a asomar por la cabeza por nuestros escenarios, nadie hubiese pensado que un día los veríamos en el Estadio Olímpico de Barcelona , midiéndose a leyendas de la talla de Bruce Springsteen, Madonna o U2 . ¿ ... El Olímpico? Demasiado grande; demasiado lejos. O eso parecía hasta que el trío de Devon apareció anoche sobre el escenario dispuesto a tumbar al público con un montaje que acabó dejando el espacio ridículamente pequeño. No acabaron de llenar el estadio, no, pero noquearon a 36.000 personas con un espectáculo apabullante y faraónico.
Arrancaron a lo bruto, escupiendo fuego -literalmente: seis cañones verticales soltaban llamaradas- y engrasando la épica acorazada de «Supremacy» y, a la primera de cambio, soltaron un revés con «Supermassive Black Hole». Ritmos marciales, guitarras braseadas y lenguetazos progresivos alcanzando proporciones sísmicas con «Hysteria» -guiño a AC/DC incluido-, « Knights Of Cydonia» y una «Animals » regada de confeti y adornada por un actor que interpretaba a un huraño banquero
El rock de estadios, certificando su ingreso en el siglo XXI con tanta contundencia como megalomanía -no faltaron ni la pasarela, ni el escenario circular en medio del público desde el que la Matt Bellamy tocó al piano «United States Of Eurasia»- y acomodado en un gigantesco escenario tocado por una pantalla en zigzag. Por ahí pasaron impecables proyecciones de la banda y figuras geométricas, sí, pero también monigotes de Obama, Merkel, Hollande y Rajoy bailando el funk tóxico de «Panic Station» y generosos planos de todo el estadio brincando de placer con «Time Is Running Out».
Apóstoles del exceso
Tan a pecho parecen haberse tomado lo de ingresar a lo grande en la liga del rock monumental que había momentos, como en esa versión a machetazos de «Feeling Good» mientras una actriz simulaba regarse con gasolina, en que daba la sensación que en realidad se estaban echando unas risas a costa del stadium rock. ¿Cómo encajar sino esa suerte de parodia de U2 -gafas de sol incluidas- que fue «Madness»? ¿O la gigantesca bombilla con una acróbata colgando que sobrevoló las cabezas de los asistentes cuando el trío se puso tierno con «Unintended» y «Blackout»? Y eso por no hablar del robot que apareció sobre el escenario echando humo por las orejas (o lo que sea que tengan los robots en lugar de orejas) justo antes de que la banda pusiese el turbo con «Plug In Baby», «Survival», «Uprising» y «Starlight». El caso es que, entre confeti, llamaradas, puñetazos con forma de canción y un despliegue escénico que convierte «The Wall» en una representación escolar, Muse tumbaron al Estadio Olímpico por KO y se postularon como nuevos apóstoles del exceso. Cuanto más grande, mejor.
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