crítica festival de canarias
Caminos cruzados
Caminos cruzados
El Festival de Canarias ha arrancado esta semana su edición número veintinueve. Lo ha hecho con cuatro conciertos, dos en Las Palmas de Gran Canaria y dos en Santa Cruz de Tenerife, de la London Philharmonic Orchestra, una de las agrupaciones británicas de mayor entidad ... y que, bajo las órdenes de Vladimir Jurowski, está experimentando nuevos bríos artísticos y ampliando horizontes creativos. Lo primero que llama la atención es como Jurowski ha sabido insuflar en la formación una energía asombrosa, desbordante. Su trabajo se trasluce en que ese fantástico instrumento que es la orquesta británica suma ahora un entusiasmo que llega al público de manera directa y espontánea. Los dos programas ofrecidos en Canarias con obras de autores muy diferentes y estilos contrastados son buen ejemplo de ello.
La primera convocatoria en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria se inició con una de las introducciones concertísticas más al uso, la "Obertura trágica" de J. Brahms que en las manos de Jurowski se reveló como una pieza con mayor enjundia dramática con la que habitualmente se interpreta. Tras ella, el lírico y muy agradecico "Cocnierto para violín número 2, en sol menor" de Sergei Prokofiev permitió escuchar como solista a una Patricia Kopatchinskaja fastuosa al violín con garra dramática y en posesión de un sonido firme y a la vez de enorme veta exprevisa. Tocó descalza -como en ella es tradición-- y transitó muy cómoda por la sonoridad de Prokofiev trabajando muy bien con Jurowski y la orquesta.
En la segunda parte la inteprertación de la "Sinfonía número 5 en mi menor" de P. I. Chaikovski certificó, por si quedaba alguna duda, que esta orquesta de la mano del maestro ruso es una de las formaciones de referencia en este repertorio. La "Quinta" fue un alarde de ideas, con fuertes contrastes dinámicos y perfecto balance entre los pasajes más rotundos y los más introvertidos. Jurowski lee muy bien la música de Chaikovski. Lo hace con personalidad y estilo propios, sin deudas. El resultado es esplendente y fecundo
Iván Martín, pianista esencial
La segunda jornada tuvo acento esapñol gracias al pianista Iván Martín que ofreció una sólida y vibrante interpretación del "Concierto para piano y orquesta en La menor, op. 54" de Robert Schumann. Martín se volcó en una lectura tensa y carnosa y el resultado fue espléndido en fondo y forma, contando con la complicidad de director y orquesta. Volvió a dejar claro que es uno de los nombres esenciales del piano español de nuestro tiempo.
En la segunda parte, la célebre "Sinfonía número 5, en Do sostenido menor" de Gustav Mahler le sirvió a Jurowski para un acercamiento voluptuoso y de tersos perfiles expresivos. Es el maestro ruso una de las batutas que marcarán el devenir de la música clásica en las próximas décadas. Aborda el gran repertorio con madurez asombrosa y capacitación técnica absoluta. el tránsito por las complejidades mahlerianas, por las diferentes capas que articulan la "Quinta" lo hizo sacando el máximo partido a su fantástica orquesta. Cada movimiento fue delineado por él con detalles muy sugestivos. Ni un detalle quedó al azar y el brillo tenso y ambivalente de la obra -tan escurridizo en el scherzo, como intenso en la Marcha fúnebre y lánguido en el Adagietto- latió con plenitud en sus densos meandros sensitivos. Fastuoso e inolvidable.
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