Las filias de María Blasco

Lejos quedan aquellos días en los que María Blasco trabajó junto a Carol Greider (premio Nobel de Medicina 2009) y se dedicó, con seriedad, a realizar descubrimientos que mejorarían la salud de las personas. Su cargo en el CNIO, donde lleva 13 años y para el cual tenía previsto cambios contractuales que le permitieran perpetuarse, ha dado un giro a su carrera.

A Blasco se le ha caído la máscara por la falta de productividad, la dispersión de sus actividades y el gasto desmedido. Mientras aumentaban los costes de plantilla iban disminuyendo los trabajadores dedicados a la oncología. Asimismo, el personal al frente de la sección artística carecía de formación científica como para entrar en el proyecto.

¿En qué estaba empleando el dinero? Tiene un mes para ofrecer una explicación convincente y rendir cuentas o será cesada. Porque dimitir ni se lo plantea. La verdad, le han dado mucho margen para reflexionar y articular su discurso. Sánchez sólo necesitó cinco días y echarle romanticismo a la cosa.

Por eso, no sería de extrañar que Blasco saliese por la tangente y apelase al amor al arte. Ese motor que mantiene en marcha al sector cultural en sus momentos de máxima precariedad. Porque la mayoría de los creadores españoles trabaja prácticamente «por amor al arte» y mendiga subvenciones que pocas veces llegan. Imagino la cara que se les habrá quedado a muchos al conocer esta historia que, por descabellada, no deja de ser cierta. El alivio es que, aunque tarde, se ha destapado (gracias a este periódico) y habrá consecuencias.