Wagner-Nietzsche, diez años de 'pasión' y una feroz ruptura
Se publica la correspondencia del músico y el filósofo, editada por Luis Enrique de Santiago
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«Desde hace mucho tiempo tengo la intención de manifestar un día sin timidez el nivel de agradecimiento que siento hacia usted, puesto que de hecho los mejores y más elevados momentos de mi vida están ligados a su nombre y sólo conozco a un ... hombre, su gran hermano espiritual Arthur Schopenhauer, en el que piense con la misma veneración, sí, hasta 'religione quadam'». Son palabras de Friedrich Nietzsche dirigidas a Richard Wagner en una carta fechada en Basilea (Suiza) el 22 de mayo de 1869. Se habían conocido apenas unos meses antes, el 8 de noviembre de 1868. El filósofo tenía entonces 24 años (nació el 15 de octubre de 1844) y el compositor 55 (nació el 22 de mayo de 1813) y allí comenzó una amistad que, señala Luis Enrique de Santiago, «nunca fue simétrica».
De Santiago es el editor y traductor de 'Richard Wagner-Friedrich Nietzsche: Correspondencia', que ha editado Fórcola, y en la que a través de las cartas que se dirigieron entre ellos y las que el filósofo dirigió a diferentes corresponsales –Cosima, la esposa de Wagner, quemó la mayoría de las cartas que el filósofo le envió– trata de explicar una fascinante y sorprendente relación que apenas se mantuvo durante una década. Fue una relación que el propio Nietzsche definió en una carta a Lou Salome de 1882 como «una pasión larguísima». «En esta amistad –escribiría la hermana del filósofo– él proyectó todo el esplendor de la suprema transfiguración, y a ella le dedicó sus más bellos sueños y esperanzas de futuro, pero también un montón de tiempo y de trabajo intelectual».
«Algunos han llegado a calificar la relación de amistad de estos dos genios –señala Luis Enrique de Santiago– no solo como uno de los momentos más importantes de sus vidas, sino como uno de los acontecimientos culturales más significativos del siglo XIX».
Catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de Málaga, De Santiago ya había indagado en el asunto con dos libros anteriores, editados por Trotta, con correspondencia de Friedrich Nietzsche y Cosima Wagner. «He tratado de cubrir algunas lagunas que la destrucción de las cartas de Nietzsche provoca con los testimonios del propio filósofo a sus amigos, y también a través del punto de vista de su hermana, que aunque sea una visión subjetiva, sí descubre algunos detalles».
A pesar de la diferencia de edad entre Wagner y Nietzsche (más de treinta años), se forjó entre ambos una amistad «difícil de entender», según la califica De Santiago. ¿Qué les llevó a mantener esa intimidad? «A Nietzsche le fascinaron, sobre todo, las teorías coherentes de Wagner sobre la historia de la cultura, en las que denunciaba la decadencia en la que se encontraba la humanidad, y el papel fundamental del arte en la nueva visión de la comunidad humana». «Wagner, por su parte, «queda encantado de lo que para él era un nuevo 'discípulo' o 'adepto'».
Estrecha intimidad
Durante los diez años de relación, Friedrich Nietzsche y Richard Wagner mantuvieron una estrecha intimidad. Aquél visitó a éste en varias ocasiones en su casa de Tribschen, cerca de Lucerna (Suiza), donde llegó a pasar incluso varias Navidades. Era constante su intercambio de ideas y se consultaban y aconsejaban sobre sus escritos –también participaba Cosima–. «Tribschen –dice De Santiago– se convirtió en el taller intelectual de Nietzsche».
Pero las cosas empezaron a torcerse «cuando Nietzsche empieza a pensar de manera diferente a Wagner, y éste no lo supo comprender». La historia del desencuentro final empezó en el Festival de Bayreuth de 1876 y termina el 27 de octubre de ese año en el Hotel Vittoria de Sorrento, escenario del último encuentro entre los dos genios. Fue una ruptura 'intelectual'. «Nietzsche dejó Bayreuth decepcionado y con la idea de que el 'ideal wagneriano' se desvanecía», dice De Santiago. La publicación de 'Humano, demasiado humano' presenta a un Nietzsche totalmente distinto, «un espíritu libre», y esto Wagner –y tampoco Cosima– no lo admite.
No fue, concluye De Santiago, «una ruptura radical; a Nietzsche le dolió muchísimo aquella quiebra y continuó profesando un profundo amor y una profunda admiración por Wagner y por su música: consideraba 'Parsifal' un 'hito'». «Nada puede compensarme –escribió el filósofo– del hecho de haber perdido en los últimos años la simpatía de Wagner».
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