La «Y» se salva de su tragedia griega
Finalmente, las veintidós Academias, reunidas en Guadalajara, recomiendan el uso de «ye», pero no mandan al Averno a la querida letra
No, la sangre de la «y griega» no llegó al río del plenario de las Academias de la Lengua reunidas este domingo en Guadalajara, México. Finalmente, triunfó el sabio Salomón: las denominaciones «ye» e «i griega» convivirán en la nueva Ortografía . Las veintidós Academias «proponen» que se llame «ye», pero se especifica que la denominación «i griega es muy respetable y tiene tradición centenaria». Rectificar, o transigir, es de sabios, y en la Academia lo son, aunque también entre ellos tengan sus más y sus menos. Mejor así, porque las aguas de nuestros literatos bajaban revueltas como pudo sondear ABC .
Quién nos lo iba a decir. En un país en el que llevamos camino de hablar y escribir como los indios payutis de las películas, el anuncio de unas reformas ortográficas sembró el pánico. Y no sólo en los plenarios de los jueves en la Real Academia. Entre caña y caña, en los bares se ha defendido apasionadamente el uso o no de una tilde, la supuesta y hasta la presunta desaparición de una letra como la «Y» . En Internet, el debate también ha estado servido intensamente.
Y, por supuesto, en las páginas de ABC, donde el pasado miércoles el Académico de la Lengua y de la Historia Francisco Rodríguez Adrados hacía una sentida defensa de la Y bajo el título de «Esa desgraciada letra griega». Según Adrados, la posible eliminación del nombre de la y griega sería «una agresión a nuestra tradición. Llamarle ye me parece risible, me suena a los yeyés de otro tiempo». El académico también ponía el acento en las tildes en vías de extinción, al tiempo que alertaba de un posible paso más en la denostación de nuestra herencia grecolatina. Eso sí, Rodríguez Adrados se congratulaba de que tras el debate en un pleno de la Docta Casa «la Academia ha intervenido, quizá tarde pero espero que a tiempo». Adrados tenía razón. Fue a tiempo. Aunque a punto estuvo de ocurrir una tragedia. Griega, por supuesto.
Como uno no es bachiller, ni menos aún doctorando, sino más bien leguleyo en la materia, lo primero es acudir al Diccionario de la RAE. «Y: vigésima octava letra del abecedario español... Su nombre es i griega o ye». Pero no crean, no es cosa de hoy ni de ayer, sino más bien de anteayer. «Es así desde 1869 —explicaba a ABC el también académico Gregorio Salvador —, cuando la Academia lo acordó y lo incluyó en la undécima edición del Diccionario. Por eso, en América nunca se le llamó y griega, sino ye».
Luis Alberto de Cuenca y César Antonio Molina
No obstante, el planeta de las letras ha estado y está realmente escocido. Quienes a diario hacen de la lengua su vida, su instrumento de trabajo, se mesaron las barbas literarias y se rasgaron las vestiduras de la palabra. «Es una locura, una auténtica demencia», apuntaba el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca, que pronto será Académico de la Historia. «Estoy totalmente de acuerdo con Rodríguez Adrados —nos aseguró por su parte César Antonio Molina—. Preferiría que se llamara y griega, como se ha llamado toda la vida. No veo motivos y razones para el cambio en la denominación. Yo siempre, con todos mis respetos para la Academia, la seguiré llamando y griega».
Quizá, nuestros escritores sean unos empedernidos románticos, y seguramente se temieron lo peor , aunque al final haya sido sólo lo regular. «Lo que se celebra en México es una reunión para firmar un acuerdo que apunta al mantenimiento de la unidad del español», explicaba a nuestro periódico Gregorio Salvador apenas 72 horas antes del encuentro. «Realmente —continuaba—, no estamos ante un problema ortográfico, es una cuestión léxica, sobre cómo se ha de llamar una letra. La y griega sólo es un nombre, un garabato, no una pronunciación. La unidad del español es mucho más importante que el nombre de una letra».
Carlos Marzal
Premio Nacional de Poesía, acostumbrado a lidiar con la lengua desde las 7 de la mañana, el poeta Carlos Marzal también se la juega por la entrañable (incluso «lujosa» en palabras de Adrados) y griega: «Me parece un despropósito el abandono de la denominación clásica. Por si no fuesen suficientes los argumentos filológicos a favor de la magna i griega, nos deberían bastar los fonéticos, los estéticos. Sólo a los duros de oído y a los incapaces de percibir la belleza se les puede ocurrir que ye es preferible a hablar de i griega».
Luis García Jambrina
Ya saben el dicho, quien quiera saber que vaya a Salamanca . Y allí, en su centenaria Universidad, brega día a día con las nuevas generaciones el profesor de Literatura y escritor Luis García Jambrina. «Estoy indignado (indignado, sí, como suena) con la actitud de la Academia —explicaba el crítico de ABC Cultural— . Yo me rebelo (con b) contra sus decisiones. Seguiré llamando y griega a la y griega, y poniendo la tilde en sólo, cuando equivale a solamente. La lengua no la hace la Academia, la lengua la hacen todos y cada uno de los hablantes».
Fernando Iwasaki
En parecidos términos se expresó una voz nacida y educada en el español del otro lado del Atlántico, la de Fernando Iwasaki: «Estoy de acuerdo con lo que expone Adrados. Me parece una tontería absurda, de falta de sensibilidad y de respeto hacia las letras. Ya teníamos pocas letras para que encima nos quiten una».
Gregorio Salvador acabó por poner todos los puntos sobre esta queridísima y: «Dice Rodríguez Adrados que la va a seguir llamando y griega; pues yo también». La y griega sigue en el Olimpo de nuestra memoria.
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