Antonio Colinas, poesía como un bálsamo para tiempos de crisis
Publica su «Obra poética completa», compendio de 45 años de trabajo
MANUEL DE LA FUENTE
Quizá muy pronto sólo sea cosa del pasado, de un pretérito que a este paso se va antojar pretérito perfecto, pero a los 65 años llegaba la hora del retiro, del descanso. Esos son exactamente los años que acaba de cumplir Antonio Colinas. Pero ni ... entonces ni ahora, el poeta se jubila, el poeta sigue a pie de obra, a pie de su «Obra poética completa», que el autor de «Sepulcro en Tarquinia» publica en Siruela, resumen, como él dice de «casi 45 años de poesía vivida, de vida ensoñada, de fidelidad a una voz, a una vocación».
Décadas verso a verso, de una poesía arracimada en títulos imprescindibles de nuestra lírica contemporánea, títulos que sin duda reflejan la idea del poeta de que «no hay un solo Antonio Colinas, sino ese ir “paso a paso” en el tiempo, como dijo María Zambrano de mi obra». Con la vista en el presente, el escritor cree que la poesía sí ha cambiado en este tiempo que él lleva cobijado bajo sus alas y asegura también que «llevamos cinco o seis años que la nueva poesía parece haber recuperado de nuevo su libertad expresiva y temática: se vuelve a lo metafísico, regresa la cultura de sentido vivificador. Además, se edita y se lee más poesía, aunque esta “inmensa minoría” está sometida hoy a otras amenazas, como la de un predominio invasivo de la imagen o de los nuevos medios. Existe el riesgo de que el poeta se olvide de la palabra poética, de la soledad de su cuarto frente a la página en blanco. Porque ante todo, ser poeta es una manera de ser y de estar en el mundo».
Ayer, hoy, siempre
«Lo que permanece lo dictan los poetas», recuerda Colinas a Hölderlin en el prólogo, y recuerda también machadianas enseñanzas como la de que poesía debía ser ante todo «“palabra en el tiempo”; es decir, palabra no sólo de hoy, sino también del ayer y del mañana. La poesía verdadera está traspasada de intemporalidad. El verso debe ser “esa roca que vence a toda muerte”».
Ritmo, emoción, sentimiento, conocimiento... colores que no deben faltar en la paleta del poeta. «El ritmo es esencial, prioritario —continúa el autor—. El lector debe distinguir lo que es un poema de lo que, engañosamente, sólo puede ser prosa cortada en trozos que simulan versos. Creo también que el poema ideal es aquel en el cual el poeta siente y piensa en igual medida. Sin pensamiento no habría gran poesía, de Fray Luis de León a Hölderlin, de Dante a Leopardi. Pero la emoción es también primordial, un un poema debe “revolver” algo en nuestro interior. No hay poema sin conmoción». El autor de «Desiertos de la luz» siempre ha creído que «alguien nos dicta el primer verso, que en mi caso surge de un misterioso estado de equilibrio», y defiende con palabra esperanzada que «en estos tiempos de crisis, la poesía es un bálsamo sobre todo. La poesía puede sanar y salvar un poco al que la escribe y al que la lee. La poesía es consustancial a la vida, lo que sucede es que hemos tendido a “intelectualizarla” en exceso. No es posible un mundo sin poesía; ese día el ser humano sería otra cosa que humano».
Necesitados, pues, debemos andar de bálsamos, e internet también tiene algo de ungüento mágico para poetas y poesía. Basta con teclear Antonio Colinas en Google para que aparezcan 59.500 resultados. Emocionante, sin duda. «Yo lo llamo —ratifica el poeta— “sintonía con el lector anónimo o secreto”· No hay satisfacción mayor para el escritor que la sintonía con ese lector que no tiene poder, que no decide, que no influye, pero que en China o en México ha entrado en comunicación con nuestros poemas. Esa comunicación, sí, es un factor que internet ha facilitado. Es asombroso siempre la universalidad del fenómeno poético. Él también nos permite seguir teniendo esperanza en este mundo».
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