De Turquía a China

R. V.

FRÁNCFORT. Con el «fascinante colorido» de Turquía como invitada en 2008, y China en 2009, la libertad de expresión no podía ser ajena a esta feria: si en la primera hay asesinatos como el de Hrant Dint, en la segunda hay escritores en ... la cárcel, según recordaron el premio Nobel Pamuk o la organización Writers in Prison. Las autoridades chinas volvieron a insistir que en China, oficialmente, un autor puede decir lo que quiera, pero en la práctica el PEN Club listó una quincena de escritores involuntariamente entre rejas.

Orhan Pamuk dijo ante el presidente turco que el artículo penal que define como delito la ofensa al Estado turco aún no ha sido derogado y agregó que «la tendencia a castigar al autor sigue presente». Él mismo ha sido víctima de un proceso a este respecto por sacar a colación la matanza de cientos de miles de armenios en 1915, y así también dos autoras presentes como Elif Shafak y Fethiye Cetin. Hubo menos protestas, que ventajas, al lugar de honor ofrecido a una literatura como la turca, umbilicalmente ligada a Europa, y que trajo a 100 editores y 300 escritores.

Los organizadores opinaban ayer que Turquía habría sabido «aprovechar muy bien el foro mundial que ofrece la feria, no sólo para difundir las obras de autores desconocidos internacionalmente, sino para cerrar contratos que impulsarán la industria» y se benefició no sólo de Pamuk sino de la curiosidad que despiertan nuevos autores, especialmente mujeres. «Este país está en movimiento, tanto en lo cultural como en lo político», aseguró el director de la feria. Sería importante, dijo la editora Müge Görsoy Sökmen, que los escritores fuesen recibidos «sencillamente como artistas» y no como «altavoces del gobierno o disidentes».

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