«Hay que llegar a un acuerdo entre Azaña y Pi y Margall»
Goytisolo nunca rehúye hablar de la actualidad. «Yo estoy absolutamente en contra de todos los nacionalismos -afirma contundente-. Los problemas deben resolverse no enfocando derechos históricos, ni señas de identidad inmutables, porque la sociedad cambia y los países, como las personas, evolucionan: la España de ... ahora no tiene nada que ver con la España posterior a la guerra civil, ni ésa con la de la República... El escritor es un «yo» que se dirige a otros «yoes» y cuando alguien me responde con un «nosotros» -«nosotros los españoles, los vascos, los católicos, los comunistas»- ya me procupa y hasta me asusta». ¿Cuál podría ser una postura integradora? «Creo que debe llegarse a un acuerdo entre la propuesta política de Azaña y la propuesta política que hizo Pi y Margall en el siglo XIX [sobre la articulación política del hecho diferencial], dejando de lado nacionalismos y otras zarandajas».
Tampoco evita pronunciarse sobre las relaciones de Occidente con el mundo árabe, ya sea en nuestras fronteras internas -Francia, los Balcanes, Ceuta y Melilla- que en Palestina o Irak. «Todo era perfectamente previsible. Si releen la visión de París en «Paisajes después de la batalla» verán lo que estos días sucede allí. Si fui a Argelia durante la guerra civil, a Bosnia o a Chechenia, fue para verificar el desastre. Pensar que matar tranquilamente a 120.000 musulmanes bosnios en el corazón de Europa no iba a tener un precio era no vivir en la realidad. Por no hablar de la política norteamericana de los Bush, que ha sido una catástrofe. El día que sus tropas entraron en Bagdad escribí un artículo advirtiendo que «la guerra cempieza ahora». Algo obvio para cualquiera que conozca mínimamente Oriente Próximo».
No menos dudas le asaltan ante los beneficios de la «globalización»: «Hay un mito que están entreteniendo los políticos y es el «desarrollo sostenible». Un imposible. La población aumenta; en consecuencia, los recursos disminuyen; o sea que no hay «desarrollo» posible. Es un engaño. Vendrá un momento dramático cuando se vea que este abismo entre el 10 por ciento de la población mundial que lo tiene todo y ese 90 que no tiene nada no puede continuar».
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