Juan Gómez Jurado: «No es casual que los malos de mi novela sean un duque y un banquero»
El autor publica su novela más ambiciosa, «La leyenda del ladrón», una trepidante aventura llena de intriga y ambientada en la Sevilla del siglo XVI, poblada por personajes históricos
Juan Gómez Jurado: «No es casual que los malos de mi novela sean un duque y un banquero»
La leyenda comienza en el camino a Sevilla , en una venta cercana a Écija, en 1587, cuando un comisario de abastos de cuyo nombre no quiero acordarme encuentra un niño moribundo y lo salva... sin sospechar las consecuencias de su acto. ... Ahí arranca la historia, el trepidante viaje por la ciudad a la que llegaba la flota de Indias y era el centro del mundo en el siglo XVI. La epopeya pasa por galeras y no es casualidad que haya arrastrado durante cuatro años a su autor, el joven Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) a una exhaustiva documentación y meticuloso proceso de escritura. El resultado es «La leyenda del ladrón» (Planeta), una novela ambiciosa y palpitante que evoca un mundo violento y peligroso, pura acción en 650 paginas.
—La Sevilla del XVI que usted recrea recuerda no poco a la España presente: crisis, impuestos, deudas, picarescas, corrupciones...
—Cuando me puse a estudiar la época me di cuenta de que tiene que ver mucho con la nuestra. No es casualidad que en mi novela los malos sean un duque y un banquero, ni lo es que el protagonista sea un ser desposeído que tiene que enfrentarse a los poderosos que están dipuestos a pisar los derechos de los demás para mantener sus privilegios.
—Sancho no solo sufre, lo supera...
—Ese es el gran mensaje de la novela: el triunfo de la imaginación. En un ambiente de desconexión total entre los poderosos y el pueblo, Sancho, el protagonista, sale adelante y se convierte en el héroe que llega a ser, en una figura de esperanza para la ciudad de Sevilla a través de su imaginación. Cómo lo consigue es uno de los secretos del libro.
—Sevilla es un escenario magnífico. ¿Qué fue lo más difícil de recrear?
—Cuatro ciudades marcaron el mundo occidental: la Roma de los césares, la Atenas de los filósofos, el Nueva York contemporáneo y la Sevilla de los Austrias. El mundo entero esperaba la llegada de la flota de Indias por el oro circulante (frecuentemente malversado) que inundaba las capitales europeas, que vivían tan pendientes de la economía como ahora. Lo difícil fue convertir toda la información en tensión, transformar el contexto en un personaje que se manifestase a traves de las acciones.
—Y está Clara, la protagonista cuya historia es como otra novela y parece una pionera de la liberación de la mujer. ¿Era posible?
—Existió el caso de Elena Céspedes, que yo refiero en el anexo histórico al final del libro. Bieito ubido, el director de ABC, me dijo un día que los españoles cometemos el error de ser los peores jueces de nuestra historia y nuestro tiempo. La mujer estaba aplastada en el siglo XVI, sujeta a la voluntad del varón, pero no de forma feliz. Existía el mismo ansia de libertad que tiene la mujer hoy, aunque en otro contexto. Y Clara era la hija de una esclava.
—¡Que había sido reina en las Indias!
—Sí. Tiene la sangre azul y el peor de los designios posibles, pero a la vez tiene un enorme talento. Es el contrapunto del protagonista Sancho. Sancho es extremadamente inteligente pero resuelve sus problemas por el camino más corto.
—Sancho tiene también una preocupación ética muy contemporánea.
—Su obsesión es la que palpita en todo lo que yo escribo, la búsqueda del padre, en este caso uno tras otro, desde el fraile o el dueño del figón hasta el propio Miguel de Cervantes.
—Entornemos la caja de los secretos, hay varios personajes históricos fascinantes. Después de convivir con ellos, ¿son como amigos?
—Los he tratado durante años a traves de sus frases. Pero Cervantes es mucho más grande que el Quijote. Es el protagonista de la mayor epopeya personal vivida jamás por un escritor. Sale escopetado de Madrid por un duelo, va a Italia, lucha en Lepanto, pierde la mano, y es cautivo en Argel. Pero allí es como Espartaco, encabeza rebeliones de esclavos a los que tiene meses escondidos en una cueva. No somos conscientes. Y además es el mayor escritor de todos los tiempos.
—Pero incluirlo en su relato es un atrevimiento que alguno dira que...
—¿Cómo juzgas una época histórica?¿Por los textos que quedaron y no sabes cómo llegaron hasta ti? Asumamos el polvo del camino y la sangre de los callejones. De verdad no sé cómo me atreví. Tal vez fue un rapto de locura (risas).
—¿Cómo insuflar vida a un clásico?
—Si hay algo que le define a Cervantes es su ansia de vida y libertad. Y dignidad, porque sufrió mucho por otros. Tras la escapada de la Cueva en Argel asume la responsabilidad completa. Eso da la talla de un gran hombre que, luego, se convertirá en el mayor escritor de todos los tiempos. Hay otros grandes escritores, pero no tan grandes hombres. Y Cervantes tiene sus fallas pero es mayor que ellas.
—La trama tiene mucho de cinematográfico. ¿Piensa en la película?
—Cuentas una historia para la gente. El público mandará. Yo soy hijo del cine. Y, hombre, además de Dumas, Follet, Pérez-Reverte y Zafón, sí hay mucho cine... «Ocean's 11», mezclado con «Batman» y los Tres Mosqueteros. Y «Star Wars», claro, porque el viaje del héroe es fundamental.
—¿Los heroes no están cansados?
—No, para nada. Es algo que tenemos que reivindicar, porque vivimos en una sociedad completamente gris.
—¿En qué le ha cambiado el libro en estos cuatro años?
—La historia me ha servido para tomar conciencia de dónde venimos y juzgar dónde estamos con una mirada a la vez más dura y más optimista. Tenemos la conciencia entumecida.
—¿Para quién escribe?
—No se lo cuento al mundo ni a la literatura. Eso es vanidad. No trabajo para la editorial. Trabajo para el lector. Me pregunto si le va a gustar esto a mi vecino o a un esquimal.
—¿Habrá continuación?
—No sé, está en manos de los lectores.
—¿Qué le diría hoy al Juan Gómez-Jurado que empezaba, si pudiera?
—(Pausa) No lo sé... nunca me lo habían preguntado. ¡Tal vez que comprase acciones de Apple! (rísas)
—¿Y a la industria editorial?
—Cualquiera debe recordar que antes de escribir leímos. En realidad sólo el lector importa.
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