Jonas Jonasson y la gran carcajada final
El autor sueco rehace entre risas las miserias de la historia con la exitosa novela «El abuelo que saltó por la ventana y se largó»
DAVID MORÁN
Jonas Jonasson (Växjö, 1962) confiesa que tiene en su poder un ejemplar de "Las aventuras del buen soldado Svejk" que consulta como si fuese su Biblia particular, y tirando del hilo de las desventuras del más atolondrado de los soldados checos, el periodista ... y productor televisivo sueco ha acabado llegando a "El abuelo que saltó por la ventana y se largó» ( Salamandra/La Campana), desternillante novela que ya ha vendido más de dos millones de ejemplares en toda Europa y en la que la huida de un abuelo centenario es la excusa para pasar revista a todo el siglo XX.
Porque Allan Karlsson, el abuelo que decide saltar por la ventana y emprender una rocambolesca aventura justo el día de su centenario, es también quien aborta un atentado contra Churchill, le sopla a Oppenheimer la fórmula de la fisión nuclear, salva por accidente la vida de Franco, se deja ver junto a Mao Tse-tung y De Gaulle y, de propina, le prende fuego a Vladivostok.
Como ocurría con el Svejk de Jaroslav Hasek, Karlsson es aquí el hilo conductor que guía al lector a través de estos y otros cuantos disparates más del siglo pasado. "Como ocurre con Svejk, no sabes si es la persona más estúpida sobre la faz de la tierra o si se trata del único que lo ha entendido todo" , explica un Jonasson que busca ahora reeditar en España el éxito que su novela ya ha tenido en países como Italia, Francia, Alemania y, claro, Suecia, donde ya ha vendido un millón de ejemplares.
«Bromear sobre cualquier cosa puede acabar siendo peligroso»
"Creo que a mucha gente le gustaría hacer lo mismo que Allan, saltar por la ventana y dejar su vida atrás, algo que es tremendamente complicado cuando tienes una familia, una casa y una suscripción a la televisión de pago", bromea el autor sobre el sorprendente éxito de una novela que, pese a derrochar humor carcajeante y situaciones absurdas, no es otra que "un intento por mostrar las deficiencias de la sociedad".
Y por más que en un principio el personaje de Allan no fuese más que un instrumento, una manera de poder abarcar cien años de historia, su protagonismo fue creciendo hasta convertirse en el verdadero motor de un relato en el que humor y horror se funden para reírse de la estupidez humana. "Bromear sobre cualquier cosa puede acabar siendo peligroso, ya que si te equivocas puedes acabar siendo irrespetuoso", matiza Jonasson.
Quizá por eso ni Hitler ni el holocausto aparecen en esta relectura de la historia del siglo XX. "No puedo escribir sobre eso simplemente porque mi intención es describir lo miserable de la humanidad, y el holocausto fue un horror inhumano", razona.
Tampoco aborda, aunque por razones logísticas, el apartheid sudafricano, tema que sí que recuperará en su próxima novela, titulada provisionalmente como "La analfabeta que sabía leer". "Tendrás que comprar el libro para saber qué significa ese título tan paradójico", bromea el autor.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete