Isabel Allende: «Tengo 78 años y nunca he sido más libre que ahora»

La autora chilena hace memoria y reivindica su feminismo en su último libro, «Mujeres del alma mía», escrito durante el confinamiento

La escritora Isabel Allende, fotografiada en su casa de San Francisco (Estados Unidos) LORI BARRA

Isabel Allende (Lima, Perú, 1942) tiene muy claro que las palabras importan, son poderosas, y aquello que no se nombra o no se cuenta pasa desapercibido, no existe. Por eso, durante el confinamiento vivido junto con su último y flamante marido, Roger, ... en su casa de San Francisco (California, Estados Unidos), decidió ponerse a escribir. Lo hizo hurgando en esa prodigiosa memoria, capaz de alumbrar obras que forman ya parte del imaginario colectivo de numerosas generaciones.

El resultado es «Mujeres del alma mía» (Plaza & Janés), un libro tan libre como su autora, en el que Allende reivindica, con orgullo, su condición de mujer y donde pone los puntos sobre las íes de todos los asuntos que, ahora mismo, más deben ocuparnos y preocuparnos como sociedad: de la violencia machista a la relación que tenemos con la muerte, pasando por el trato que damos a nuestros mayores, el culto a la juventud o, por supuesto, el coronavirus .

En el libro sostiene que «no hay feminismo sin bulla». Entiendo que esa bulla no implica una guerra contra los hombres, ¿verdad?

Depende. En general, los hombres son nuestros aliados, no nuestros enemigos. No es una guerra contra el género masculino, sino contra el patriarcado, contra un sistema de opresión que le da dominio a cierta parte del género masculino. Necesitamos cambiar eso.

Se lo pregunto porque el lenguaje bélico no favorece a la causa feminista.

Las mujeres estamos acostumbradas a complacer, a ser amables, a caer bien. Aprendemos muy tarde a decir que no y a defender nuestras posiciones. Cuidado con ser demasiado amables. Yo no digo que tengamos que ponernos un cuchillo entre los dientes y agredir a los hombres. Si bien la masculinidad tóxica existe todavía en muchas partes, hemos ganado bastante y hemos educado a nuestros hijos de acuerdo a nuestros principios. Yo no conozco a nadie menos machista que mi hijo. Se va ganando terreno, paso a paso, pero hay que meter bulla, mucha bulla.

Una de las cosas que más me ha gustado del libro es la libertad con la que está escrito. Admiro la defensa que hace de la vejez, hoy despreciada por nuestra sociedad. Mire lo que ha sucedido en España con las personas mayores durante los peores momentos de la pandemia, ha sido horrible.

En todas partes. A los viejos los descartan porque ya no son productivos para la sociedad, pero resulta que ahora vivimos treinta años más que nuestros padres y son treinta años de generaciones productivas. Y, además, cumplen con un papel en la sociedad: el de la experiencia y el de que no tienen nada que perder. Esa es la posición en la que estoy yo. Yo tengo 78 años y nunca he sido más libre ni más productiva que ahora. Porque no tengo que complacer, no tengo que caer bien, soy invisible en muchos aspectos, y eso me da una tremenda libertad.

Le traslado esa pregunta retórica que, según asegura, le ha perseguido durante décadas: ¿Qué es lo que usted quiere? ¿Y qué queremos las mujeres?

Queremos seguridad, no vivir con miedo. La mujer tiene el miedo incorporado genéticamente. En este momento, en la frontera de Estados Unidos con México hay campos de refugiados y las mujeres no se atreven a ir a las letrinas después que se pone el sol por temor. La posición de la mujer siempre ha sido muy vulnerable, hay una guerra declarada contra la mujer, tenemos que decirlo muchas veces para que sea parte de la cultura. Las mujeres queremos ser escuchadas, que nos respeten, y queremos amor, porque eso es lo que nos moviliza.

Sylvia Plath decía que su mayor tragedia era haber nacido mujer. En su caso asegura que ha sido «una bendición». ¿Qué piensa cuando echa la vista atrás, se siente orgullosa de lo logrado?

Las chicas jóvenes le han dado un nuevo vigor a un movimiento que por un tiempo me pareció que estaba estancado. Yo miro para atrás y estoy orgullosa de lo conseguido, pero soy muy consciente de que falta muchísimo por obtener. Cuando yo empecé con el feminismo a los 20 años, me pareció que era una lucha tan justa y racional que en cosa de 10 o 15 años lo habríamos superado. No ha sido así y a veces hay retrocesos tremendos. Cuando hay una crisis, una emergencia, las primeras que pierden son las mujeres.

En el libro sostiene que «el indicador más determinante del grado de violencia de una nación es la que se ejerce contra la mujer». ¿Qué podemos hacer para luchar contra esa terrible rémora, esa lacra social?

Primero, crear conciencia, repetirlo, que sea parte de la narrativa cotidiana. Hay que explicar a la sociedad que existe, que es un problema que hay que resolver y legislar al respecto. ¿Quién lo va a conseguir? Las mujeres, empujando.

En ese sentido, ¿cree que somos conscientes, tanto los escritores como los medios de comunicación, de lo importante que es el lenguaje a la hora de determinar nuestro pensamiento? Lo que no se nombra, lo que no se cuenta, no existe.

Bueno y lo que se cuenta con una mentira existe. Hemos tenido cuatro años de Trump y le han contabilizado las mentiras, que suman miles y miles y miles. Y eso pasa a ser la narrariva del 50% de la población en Estados Unidos. Cuando repites una mentira tres veces, la crees tú mismo. El poder del lenguaje es tremendo. La palabra determina la realidad, y hay una crisis de eso. Gracias a las redes sociales puedes hacer lo que quieras en el anonimato, no pagas las consecuencias por lo que dices.

Confiesa que, aunque no recuerda si alguna vez tuvo ambiciones literarias, la idea no se le ocurrió porque la ambición era cosa de hombres. ¿Por qué sigue considerándose algo negativo en una mujer?

En la medida en que haya un número crítico de mujeres en el poder, en la gerencia del mundo, eso va a cambiar. Ya es mejor que antes. ¡No desesperen!

De ahí pasamos al «boom» latinoamericano, que fue un fenómeno esencialmente masculino.

Puramente masculino, no había una sola voz femenina.

¿Y por qué fue así?

Por machismo. Las mujeres habían estado escribiendo en América Latina desde Sor Juana Inés de la Cruz, pero han sido sistemáticamente ignoradas por la crítica, publicadas en ediciones menores, con mala distribución. No había suficientes mujeres empujando para que eso cambiara. Cuando publiqué «La casa de los espíritus», Carmen Balcells me dijo: «Te va a costar el doble o triple de esfuerzo que a cualquier hombre obtener la mitad de reconocimiento. No te van a perdonar el éxito por ser mujer». Yo salí a la cola del «boom», pero nunca me incluyeron en él.

Dice que quiere morir «antes de necesitar ayuda para ducharme». ¿Piensa en la muerte, la tiene presente?

Todo el tiempo, todo el tiempo.

¿Y qué es lo que más teme del pasar de los años?

La dependencia, solamente. No temo la muerte para nada. Mi hija Paula murió en mis brazos y le perdí el miedo a la muerte. Pero mis padres vivieron muy largo, mi mamá hasta los 98 y mi padre hasta los 102. En los últimos años él fue perdiendo la cabeza y dejó de ser la persona que había sido. Mi mamá estuvo lúcida hasta el final, pero físicamente totalmente dependiente. Se vive muchísimo más que antes y la sociedad no está preparada para eso, no hay recursos sociales, ni económicos, ni familiares.

Como optimista confesa, ¿qué piensa de todo lo que nos ha sucedido este año? Estoy hablando, claro, de la pandemia... ¿Qué mundo nos espera? ¿Qué mundo queremos?

Después de la pandemia no vamos a ver el efecto inmediatamente, se va a volver a la normalidad de a poco. Y va a haber un tremendo remezón económico y un retroceso para mucha gente. Pero, por otra parte, hemos tenido la experiencia extraordinaria, por primera vez en la Historia, de que somos una sola familia humana. Le pasa algo a un señor en una aldea de China y nos pasa a todos. Si no nos preocupamos todos de resolver esto, no lo vamos a resolver. Tiene que ser un esfuerzo conjunto. Esta experiencia se va a traducir en una forma diferente de ver el mundo, de vernos a nosotros en el mundo, y de entender que estamos en un planeta frágil, que necesita mucho cuidado. Soy optimista, pero no para mí, sino para mis nietas.

Y, para terminar, no puedo despedirme sin preguntarle por el escenario político de Estados Unidos, con Joe Biden ya como presidente electo. ¿Cómo valora el mandato de Trump y qué futuro inmediato cree que le espera a su país de adopción?

El mandato de Trump ha sido nefasto. Ha implantado el racismo, la misoginia, la xenofobia, el odio entre las personas, lo exacerba día a día. Hay una aceptación ya tácita de que Trump miente todo el tiempo. La mitad del país votó por él, o sea que aunque él desaparezca lo que representa sigue allí, y eso tenemos que tenerlo muy claro quienes estamos del otro lado. Esperemos que Biden logre, al menos, devolver algo de decencia e integridad al Gobierno. Trump no se ha ido, ahí está, apernado en la Casa Blanca, va a haber que sacarlo a patadas... Qué falta de dignidad, de decencia, ¡es tremendo!

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