Emma Cline: «Yo no soy juez, soy escritora»
La autora de 'Las chicas' se mete en la mente de un Harvey Weinstein de ficción en las 24 horas previas a su condena en su última novela
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Iniciar sesiónA principios del año pasado, antes de que la vida de todos cambiara sin remedio, Emma Cline (Sonoma County, California, 1989) se topó en un periódico con un artículo que describía el estado mental de Harvey Weinstein en aquel momento. El que fuera ... todopoderoso productor de Hollywood estaba entonces a la espera de conocer la sentencia por las acusaciones de abuso sexual y de violación, en un caso clave para el movimiento #MeToo. La escritora estadounidense, por su parte, se encontraba aún mecida por la contradictoria resaca del éxito literario, en este caso millonario, además, tras la publicación de su debut, ‘Las chicas’ , novela en la que indagaba en los mecanismos mentales de las jóvenes que sucumbieron al embrujo de Charles Manson .
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Así, el uno y la otra se cruzaron por los extraños cauces que a veces conducen a la mejor ficción. Tras leer aquella pieza periodística, en la que se decía, citando como fuente a un ‘amigo’ de Weinstein, que el productor se pasaba el día buscando su propio nombre en Google y enganchado a Netflix , detalles que a la autora le parecieron «tristes y patéticos», Cline se le imaginó como personaje de ficción, y lo hizo en un escenario muy determinado: en su mansión, en las 24 horas previas a conocer el veredicto del juez. Sin el lastre imaginativo de la documentación, decidió ponerse a escribir y durante dos meses se travistió, narrativamente, en aquel individuo cuya carne y huesos terminaron en prisión el mismo día -fue condenado a 23 años de cárcel por dos delitos de abusos sexuales el pasado 11 de marzo- que ella acabó su novela, titulada como su protagonista: ‘Harvey’ (Anagrama).
Blanco y negro
«Me gustaba la idea de un marco de 24 horas el día antes de que se descubriera su destino», explica Cline, en conversación telemática desde su casa de Los Ángeles. Después de ‘Las chicas’, de todo lo que supuso para ella, le interesaba «mostrar quién es Harvey, que no es exactamente Harvey Weinstein, como todos los personajes de ficción. Siempre pensamos en estos personajes como blanco o negro, pero hay una zona gris que la ficción te permite explorar. Nadie es malo las 24 horas del día». Como escritora de ficción, término al que se aferra como si le fuera la vida en ello, Cline halló «libertad y poder» en la posibilidad de «habitar un tipo de conciencia como esa, la de un personaje que es un poco demente psicológicamente» y piensa, gracias a las perversas virtudes del autoengaño, que sigue siendo «el amo del universo», porque es el papel que ejerció en Hollywood a lo largo de las últimas décadas.
«A veces me preguntan si Harvey es una buena persona, si empatizo con un monstruo… Lo que hace que sea ficción es que tienes que considerar a esos personajes como una persona de pleno derecho. En la ficción no tiene sentido emitir un juicio sobre un personaje. Yo no soy juez, soy escritora que escribe sobre seres humanos», se justifica Cline. Y la misma senda sigue al ser preguntada por su opinión acerca del Harvey real. «Sólo puedo hablar de mi Harvey de ficción. Si quisiera hablar sobre el Harvey de verdad, habría escrito un ensayo. Pero, si hablo del Harvey de ficción, sus autodefensas son tan grandes que vive en una realidad paralela, y en esa realidad él está convencido de que las mujeres se prestaban, en su mente ellas eran las oportunistas. Si alguien tiene poder, fama y dinero, como ese Harvey de ficción, puede vivir de una manera mucho más efectiva en esa realidad paralela».
Connivencia con el poder
Cuando empezó a escribir el libro, Cline sabía más bien poco de la vida personal de Weinstein y no quiso indagar más en ella, pues iba pertrechada con lo justo para poder dar rienda suelta a su imaginación y ser fiel a su planteamiento narrativo. Sin saber si era fiel o no a la realidad, cosa que no le preocupaba en absoluto, en la historia que ella quería contar le seducía la idea de que el productor tuviera hijas ya adultas, y que una de ellas le visitara la noche antes del juicio. También le interesaba esa red de personas que, de un modo u otro, mostraron su connivencia con Weinstein, le fueron fieles hasta que todo se desmoronó, entre ellas alguna que otra mujer. «En Estados Unidos hay una veneración al dinero, al poder y a la fama, y desde un punto de vista histórico en bastantes de los reportajes que se publicaron había periodistas que se apartaban de la historia de manera un poco perversa. Las mujeres tienen esa capacidad de tener esa connivencia con el poder, aunque después sean víctimas. Todos somos complicados. No es tan sencillo como que los hombres son los malos y las mujeres las buenas».
«Si escribiera con corrección política o para demostrar que soy buena persona sería muy limitante»
Aunque Cline no sabe si Weinstein ha leído su libro, la escritora tiene claro que «a los narcisistas, y Harvey lo es, les encanta la atención de todo tipo, aunque sea negativa. Siento curiosidad por saber qué pensará, pero como mujer joven me pareció liberador tener el poder de contar esta historia». Con la prudente distancia que siempre requiere la ficción, sin describirle como un violador de libro, nunca mejor dicho, la autora sí fue dejando pistas a lo largo de las páginas para que al lector le quedara claro quién era. «En mi Harvey de ficción hay como una aversión, como un odio, como una repugnancia hacia su propio cuerpo que puede mostrar, al menos en mi mente, cómo alguien puede estar tan disociado de su propio cuerpo hasta el punto de marcar el cuerpo de otra persona sin pensar que es un ser humano». Y lo hizo así porque está convencida de que, «al escribir sobre cualquier personaje, si lo odias o crees que es 100% malo no será una historia interesante. Lo que puede banalizarlo es creer que es un monstruo, el mal en persona, porque, entonces, podemos pensar que es distinto de nosotros, que pertenece a otra especie, y, en ese caso, ya no debemos preocuparnos. Pero lo cierto es que él es alguien como nosotros que llegó a hacer daño a todas esas personas».
Activismo
En esta sociedad nuestra, cada vez más políticamente correcta, donde el activismo cultural está a la orden del día, a veces de maneras un tanto injustificadas y hasta algo forzadas, el ‘quedar bien’ de toda la vida de Dios, Cline considera que la ficción no es el lugar más adecuado para adoptar planteamientos morales. «Para mí, la ficción tiene que ver con las zonas grises. Si tuviera en mi mente la idea de que tengo que escribir con corrección política o para demostrar que soy buena persona, eso sería muy limitante. Ahora no sólo queremos que los artistas sean pilares impecables desde un punto de vista de la corrección moral y política, sino que incluso queremos que los personajes de ficción actúen de manera impecable, que nunca muestren las partes repugnantes de ser humano, y a mí eso me parece muy extraño y no siento ninguna afinidad con ese planteamiento».
¿Y qué pensó, o sintió, cuando conoció la sentencia de Weinstein? «Legislar las emociones y las relaciones humanas me parece tan increíblemente difícil que no me siento capacitada ni siquiera para entrar en la conversación de cómo proteges a las personas, especialmente en relaciones románticas y sexuales. Me parece una cosa muy extraña e inconcebible. Y me siento muy aliviada al saber que hay gente que asume esta parte del trabajo. Yo sólo quiero escribir sobre personajes que tienen vidas complicadas, confusas, relaciones a veces abusivas, y esa ficción tiene que estar muy separada de la realidad y de la legislación», remata.
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