«Madrid necesita unos JJ.OO. para situarse en el mundo»

Chufo Lloréns es escritor, investigador y amante de la Historia

«Madrid necesita unos JJ.OO. para situarse en el mundo» INÉS BAUCELLS

virginia ródenas

-Ser amante fiel de la Historia cuando la obsesión es reinventar el pasado lo convierte en rara avis.

-Qué va. La Historia y el pasado interesan cada vez más, hasta el punto de que quizá hoy en España haya superpoblación de autores de ... novela histórica. Y en la abundancia, hay de todo: la que está hecha de verdades, bien documentada y explicada, y la que con dos pirámides y un faraón hacen una de Egipto y con una cuadriga y un capitolio otra de Roma. Dice bien que soy amante de la Historia y lo fui siempre, antes como lector y desde que me jubilé de empresario del espectáculo, como escritor que quiere transmitir ese amor.

-Se empapó de Benasur y Semíramis. ¿Quién fue Alejandro Núñez Alonso en su vida?

-La marcó. Su pentalogía de Benasur de Judea es una obra maestra. Yo me envenené de novela histórica por las que él escribió. Hacía cualquier cosa por quedarme en casa en un mano a mano con él, sin salir con los amigos o estudiando en fiesta. Ahora mismo estoy sentado frente a sus cinco tomos. Es una referencia grandiosa, como la de Miguel Delibes.

-Pasó de regentar salas de fiestas a hacerse escritor, de eso hará unos 23 años. ¿Fue una catarsis?

-La literatura siempre estaba en mí y escribía en mis ratos libres. Pero al mundo del espectáculo lo fue matando la televisión hasta no haber salas de fiestas ni en Barcelona ni en Madrid. No se puede competir con un monstruo que paga a una artista por un día de plató 17 veces más que 30 días en una sala de fiestas. Y cuando tuve que cambiar mi sala «Don Chufo» por el mundo de la discoteca, se terminó. Yo no nací para poner discos. Y sin artistas y sin orquestas, ya no me interesaba. Además, iban pasando los años, la noche es muy dura y empecé otra cosa. Y di en en el clavo sin pretenderlo. Estoy feliz.

-Con su «Don Chufo» también se cerró una época. Allí la historia de la transición se alentó entre parodias. Despuntaron Pedro Ruiz, Moncho Borrajo...

-Ahora ya no es meritorio opinar y criticar. No cuesta nada, no tiene riesgo. Salíamos de un tiempo de censura y esa libertad fue una bocanada de aire fresco. De la necesidad de espabilarse y afinar el ingenio nacieron grandes cómicos, los Tip y Coll, Casen, Gila..., gente de envergadura. La censura agudizó al cómico, pero ahora bastan tres barbaridades y tres tacos.

-Dice que es un tipo feliz. ¡Eso sí que es un hallazgo!

-Es que la felicidad radica en muy pocas cosas. Vivir con las personas que quieres y con la que amas, en particular; trabajar en lo que te gusta y no tener jefe. El hombre que se siente libre en este mundo tan controvertido, que hace lo que le gusta rodeado de los suyos y encima gana dinero es un privilegiado.

-Como su héroe Martí Barbany. Fue su protagonista en «Te daré la tierra» (vendió 150.000 ejemplares en un solo día) y lo es en su flamante «Mar de fuego». Ya no quedan tipos así.

-Costaría encontrarlos. Ese personaje de novela existió de verdad. Ricard Guillem fue un prohombre de Barcelona que firmaba simplemente como Ricardo Barcelonensis y eso bastaba. Ahora tenemos millonarios en la lista Forbes, como el dueño de Zara, digno de elogio, pero es otra historia.

-Nos cuenta cómo el siglo XI marcó el nacimiento de la Barcelona moderna. ¿El marchamo del XXI?

-Aún es pronto, pero en el XX los JJ.OO. fueron para Barcelona lo mismo que el románico, el gótico o el modernismo: un hito. Una olimpiada pone a una ciudad en el mundo y le digo honestamente que siendo hijo de madrileña, habiendo vivido mucho tiempo en Madrid, ciudad a la que amo, la capital de España sólo tendrá realmente el espaldarazo del mundo cuando sea olímpica, que lo será. El Madrid post olímpico hará de ella otra cosa.

-Pero Barcelona, siempre, es la ciudad de su alma y de sus libros.

-Soy catalán universal pero amo mi ciudad, mi referencia. Pero uno no es de donde nace, que se nace sin querer, sino de donde quiere morirse, y yo quiero morirme en Barcelona. Claro, que en este momento no.

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