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«La Transición no era estar de acuerdo en todo, sino convivir en desacuerdo»

El abogado y político reivindica el papel de la sociedad civil en la vida pública en un libro sobre el regreso de la democracia a España

«La Transición no era estar de acuerdo en todo, sino convivir en desacuerdo» abc

jesús garcía calero

Antonio Garrigues Walker ganó recientemente el premio internacional de ensayo Jovellanos 2013 con el libro «España, las otras transiciones» , un conjunto de artículos y conferencias revisitados que arrojan nueva luz a nuestro presente. Cuando se atisba el final de la recesión económica pero España aún se debate en medio de otras crisis de carácter político, territorial y social, el ejercicio que propone Garrigues es sumamente lúcido: visitar los valores y también los errores de aquella época , que son los nuestros, casi siempre para bien.

-¿Por qué sitúa la Transición en su libro entre 1956 y 1986?

-En 1956 empiezan a producirse los primeros signos de liberalización económica y se pone en marcha un inevitable proceso de transición política. Es el tiempo de los planes de desarrollo que modernizan la economía. La fecha de término, 1986, es cuando se ha cumplido todo el proceso, cuando España normaliza su vida en todos los sentidos, e ingresa en la OTAN y en el Mercado Común Europeo.

-Vivimos pendientes de los políticos. ¿Su mirada colectiviza la responsabilidad de la Transición a toda la sociedad?

-Lo maravilloso de la libertad es que es indivisible, y si uno pone en marcha la libertad cultural o la económica genera inevitablemente la política. Es lo mismo que va a producirse en China. La adopción del modelo de economía de mercado y otras decisiones de apertura que se van tomando van a poner en marcha un cambio político.

-Somos poco conscientes del valor que tuvieron los cambios sociales previos. ¿Tampoco vemos nuestra verdadera fuerza porque la sociedad civil no está bien organizada?

-Ese comentario es enteramente correcto e importante. La ciudadanía española ha demostrado en los momentos difíciles su resiliencia y su capacidad, pero luego parece que se adormece. La sociedad civil para tener fuerza debe ejercerla no solamente en momentos dramáticos, y además bajo un impulso emocional, sino que debe tener una estructura interna capaz de participar permanentemente en la vida pública. Nuestra sociedad civil sigue siendo, en este aspecto, muy pobre, poco musculada y mal financiada, sobre todo porque la ciudadanía no quiere absorber el compromiso de su propia organización. Es un problema que vamos a afrontar con especial dramatismo, porque el sector público se va a retirar de muchísimos aspectos de la vida pública. El hueco debe llenarlo la ciudadanía y no estamos bien preparados para ello.

-En la Cultura ya se vive la falta de dinero público, sobre todo las ayudas a que estaba acostumbrado el sector.

-Vi una obra de teatro financiada por «crowdfunding», fenómeno ya de moda en EE.UU. Incluso en la política, porque Obama obtuvo cantidades ingentes de dinero por internet. Hay fórmulas que debemos investigar y descubrir con rapidez, porque la reducción del peso del sector público va a ser muy acelerada, más incluso de lo que notamos ahora. Tenemos que hacerlo bien y rápido porque nos estamos jugando en ello la calidad democrática.

-Muchos ven algo sospechoso en el paso de lo público a lo privado...

-Con responsabilidad no es que no sea negativo, es tremendamente positivo. En las sociedades avanzadas, las anglosajonas pero también las europeas, ese paso se ha dado sin traumas ni problemas. El que en España eso sea más complicado, por ser un país latino, es posible, pero no hay que tener miedo. A cambio, el sector privado tendrá que asumir un nuevo sentido de la responsabilidad.

-En la mirada amplia a la Transición que hay en su libro, ¿qué aspecto le parece más importante?

-La transición política fue la clave -no quiero restar ni un solo ápice de valor a la clase política que lo hizo posible- pero se produjeron las transiciones sociológica, cultural, sindical y empresarial, realmente importantes y llenas de interés. Conozco muy pocos libros sobre ese tema, mientras que sobre la transición política se han escrito cientos de obras. Ha llegado el momento de que sindicatos, empresarios y el mundo académico recuerden «su transición».

-¿Cuál sería el ejemplo elocuente?

-Pienso en la mujer, que estaba limitada y pasó a integrarse de manera total en la vida pública, en el deporte, en la vida cultural, en todo. No conozco ningún otro país en que ese tránsito se haya producido sin traumas, de manera tan natural.

-Hoy los sindicatos están en el punto de mira, pero fueron importantes.

-Entonces cumplieron bien con su tarea, reivindicativa, pero moderando sus posiciones en los aspectos que debía hacerse. Estuvieron llevados con talento. La creación de la CEOE tuvo un mérito parecido. Viendo fotos de la época, uno se da cuenta de la cantidad de protagonismos más allá de la política que vale la pena reivindicar.

-Sin duda hay cosas que fallaron. No hay más que ver la corrupción que hoy afecta tanto a la clase política como a la sindical.

-Menciono en el libro la cultura fiscal, que en España no ha funcionado. Tener una cultura tan laxa es causa de corrupción. Tenemos que ser muchos más estrictos en nuestra conciencia fiscal. Desde ahorrarnos el IVA, muchos gestos demuestran la insensibilidad en esta materia. O la piratería en internet: no nos damos cuenta de que robar la propiedad intelectual es grave. Nos falta una conciencia honesta. Para ello es importante que el estamento político, que tanto mérito tuvo, reconozca que se ha ido anquilosando, distanciando de la ciudadanía y perdiendo credibilidad de manera acelerada. Que quienes representan la idea de libertad o de democracia no tengan estructuras libres ni democráticas internas. Eso hay que corregirlo ya. Y hay otra cosa a tener en cuenta. En la Transición se puso de manifiesto nuestra capacidad de diálogo: la democracia no consiste en que estemos todos de acuerdo, sino en que podamos convivir en desacuerdo

-¿Cumplen hoy los políticos su papel?

-En los grandes problemas que afectan al interés nacional, realmente no están los políticos cumpliendo el papel que deberían. Siempre debe haber discrepancias, gracias a Dios que las hay, porque eso le da vitalidad y dinamismo a la democracia. Pero cuando el interés nacional está en juego la capacidad de diálogo tiene que aumentar. Hay que llegar a fórmulas de consenso. Es el recuerdo de los «Pactos de la Moncloa». Sabemos que hoy son irrepetibles, pero aún es necesario dialogar para llegar a los «pactos de la época actual». Hoy en día no se está dialogando sobre nada.

-El problema es largo ya. ¿Cómo se solucionará?

-El problema no es actual, se viene produciendo desde los últimos siete años. En vez de dialogar nos engañan en cuanto a la realidad de los problemas. A base de sectarismo y demagogia magnifican los problemas de una forma que la ciudadanía no acepta. Si ellos creen que la ciudadanía se va a dejar engañar se equivocan. Porque la ciudadanía ha dado muestras de sensatez ante los problemas graves. Y los políticos deben pensar que un estamento está justificado si cumple su papel. Si no lo cumple, su protagonismo en la sociedad empezará a ceder de manera dramática.

-¿Todos debemos exigirnos tanto como pedimos?

-Ya que el estamento político no reacciona, espero que sea la sociedad civil la que se organice para reclamar ese tipo de comportamiento.

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