Luther King no tuvo un sueño... improvisó
El reverendo y sus asesores no pensaba incluir su frase «Yo tengo un sueño» en la Marcha sobre Washington de 1963
m. de la fuente
Eran miles de hombres y mujeres negros, moteados por los lunares claros de un buen puñado de hombres y mujeres blancos. Habían llegado a Washington aquel 28 de agosto de 1963 desde los estados martirizados y atormentados del sur profundo norteamericano: Georgia, Alabama, Luisiana, ... Mississippi... y querían que en aquella Marcha por los Derechos Civiles alguien les hiciera una promesa. Aquel alguien era el reverendo Martin Luther King , y no se hizo de rogar: «Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales». Sin embargo, ahora se ha sabido que aquel hombre que llevaba un mundo nuevo en su corazón no tenía pensado decir aquellas palabras.
Las había repetido a menudo en sus mítines y sus asesores, como Wyatt Walker, insistían en que ya eran un tópico, «I have a dream» , un cliché, revolucionario, pero un cliché.
«Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad», continuó. Pero, como ha asegurado a Efe el director del Instituto de Investigación Martin Luther King aquello no estaba en el guión del discurso que habían elaborado la noche anterior: «King quería hablar sobre la importancia histórica de la lucha por la libertad de los afroamericanos, y tenía como modelo el discurso de Gettysburg del presidente Lincoln », en noviembre de 1863 en homenaje a los caídos en la terrible batalla: «Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra».
Brote de inspiración
«King -continúa contando a Efe Carson- necesitaba algo más para una ocasión tan extraordinaria y tuvo este oportuno brote de inspiración» . El «brote de inspiración» era apasionado: «Sueño que un día, incluso Mississippi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia».
El religioso olvidó su discurso escrito y volvió a hablar como un reverendo baptista en la iglesia del domingo, con fe, con esperanza, con caridad y con un convencimiento que enardeció a las masas. Negras y blancas. Como asegura Carson, King acertó plenamente al darse cuenta de que en sus frases debían llevar a que los participantes pudieran imaginar un futuro que hiciera que los sacrificios merecieran la pena». Enardecido, más convencido y convincente que nunca, Luther King concluyó: «Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: «¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!».
Mientras, Bob Dylan y Joan Baez cantaban «When the ships comes in»: «Llegarán los barcos de la libertad y Goliath al fin será derrotado». Dylan sí que no estaba improvisando.
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