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Junot Díaz: «No hay nada más solitario que ser inmigrante»

El escritor dominicano, ganador del Pulitzer, aterriza en el festival Primera Persona y presenta la colección de cuentos «Así es como la pierdes»

Junot Díaz: «No hay nada más solitario que ser inmigrante» ABC

DAVID MORÁN

Escondido detrás de un café y con un reguero de periodistas esperando a la vuelta de la esquina, Junot Díaz (Santo Domingo, 1968) luce radiante pese a las ocho horas de vuelo desde Boston a las que acaba de someter a su recién operada espalda. «Este sol no tiene madre» , exclama mientras confiesa que es casi la primera vez que ve el cielo despejado en cinco meses. Un auténtico drama para alguien que, nacido en Santo Domingo bajo la dictadura de Trujillo y crecido como inmigrante en Nueva Jersey , se ha acabado por convertir ahora en perfecta bisagra entre añoranza caribeña y cruda realidad estadounidense.

Dueño de una de las narrativas más explosivas e irreverentes de las letras contemporáneas, Díaz dio la campanada en 2007 al ganar el premio Pulitzer con «La maravillosa vida breve de Óscar Wao» , novela de iniciación y deformación en la que presentaba a Trujillo como el Suarón caribeño y narraba las andanzas de un joven inmigrante dominicano convertido en perdedor vocacional. Seis infernales años después de aquello, el también autor de «Los Boys» regresa con « Así es como la pierdes» (Mondadori; Edicions 62 en catalán) , vibrante y colorista colección de cuentos con la que sigue tirando del hilo de Yúnior, personaje que le ha acompañado desde su primer libro publicado, para explorar el amor y la infidelidad y seguir ahondando en las vidas de esos inmigrantes que, asegura, «no son personas, sino simples herramientas».

- Los organizadores de Primera Persona anuncian su presencia en el festival con el llamativo título de «Nerds, reggaeton y superhéroes». No sé si considera éstas las principales señas de identidad de su literatura.

-Siempre digo que esto es un cuentico que cambia cada año. Vivía en una familia en la que había más secretos que comunicación. Soy parte de una cultura traumatizada por una dictadura, y en mi familia todos esos silencios eran muy presentes. Mi papá era parte de la Policía Militar, el brazo de Trujillo, y además fue uno de esos hombre insoportables que tenía hasta cinco novias mientras estaba casado con mi mamá. Así que creo que las raíces de mi arte vienen de todos esos secretos. Cuando uno vive bajo tanto silencio, una de las reacciones es tratar de romperlo. Y claro, cuando estaba buscando cosas importantes, los cómics siempre estaban hablando de dictaduras. Lo mismo que la ciencia-ficción. Siempre hay un trauma enorme que nadie quiere reconocer. Y me sentí muy identificado.

- ¿Hasta qué punto el personaje de Yúnior sería un reflejo de lo que ha podido ser o de lo que ha sido a lo largo de los años?

-Me siento como si hubiese vivido 5 o 6 vidas, y ninguna se parece. Niño dominicano, inmigrante «ful» que no hablaba nada de inglés y del que todo el mundo se burlaba, muchacho de barrio que no hablaba de libros y estaba metido en todas las mierdas... En la escuela descubrí que tenía un talento, y a Yúnior le quería dar lo mismo. Le veía como un representante de mi generación. Pero utilicé las diferencias con Yúnior para tratar temas que yo aún no entiendo. Lo tengo muy aislado, sin amigos ni familiares, y esto me dio la oportunidad de enfocar algo que en mi vida casi no se nota. Ser inmigrante es conocer la soledad. No hay nada más solitario: ni cuando mi hermano tuvo cáncer, que es una enfermedad muy solitaria. Pero cuando tienes 25 primos en tu barrio, ¿cómo puedes dramatizar la soledad? Yúnior era mi manera de entender esas soledad.

- Es curioso que teniendo los tres libros el hilo conductor de Yúnior, estén tan espaciados en el tiempo.

-Si hay un problema que un escritor pueda tener, yo lo tengo. ¿Perfeccionista? Sí, claro. ¿Vago? Sí. ¿Miedo? Yo lo tengo. ¿Autodestrucción? Triple tanda. Pero también hay otras cosas. Tengo que convertir mis personajes en familiares. Tengo que estar con Yúnior 4 ó 5 años hasta que él me da una palabra.

- Más allá del amor y la infidelidad, la constante de «Así es como la pierdes» es la visión de la inmigración, ese colarse en los dramas de los inmigrantes para sacarlos a la luz.

-No hay duda. Para mí un libro que no enfrenta que todos vivimos en pueblos y estados en los que hay inmigración no me interesa. Vale, soy inmigrante y esa una cosa muy egoísta, pero los escritores que a mí me encantan... Verás, en todos los libros de Melville se reconoce que la inmigración es algo normal en la sociedad. Y en cada libro estoy buscando otra manera de ver otro lado de ese proceso. Aquí, por ejemplo, Yúnior está grande y no está pasando por todo lo que pasaba en los dos anteriores libros.

- ¿Es «Así es como la pierdes» un libro sobre el fracaso?

-Así es. Eso es lo que dije en 1996: esto va a ser su fracaso. O, como decía un amigo mío, «¿cómo está yendo el fracatán?», que es como llamaba al libro. Y claro, yo decía que malísimo.

- ¿Y podríamos hablar, a un nivel más general, de fracaso de la escritura?

-No hay duda. Ha cambiado muchísimo. Para mí, leer, por ejemplo, es lo máximo. Imagínate que te encanta el fútbol y te das cuentas de que nadie corre como antes. Pues yo veo que ese músculo que teníamos como lectores está más flojo. Para mí no era extraño sentarme cuatro horas a leer. Enséñame ahora a alguien que tenga el mismo músculo, que pueda estar cuatro horas sentado sin mirar Facebook o consultar su celular. Y eso tiene consecuencias. No leemos como antes y nadie tiene los músculos para leer los libros de los años ochenta. A veces cuando mis alumnos me dicen cuáles son sus libros favoritos y los comparo con los míos me digo: ¿pero qué…? Y no es que sean menos inteligentes. Simplemente no tienen el músculo. Por eso todo el mundo está escribiendo como un pop writer. Yo estoy enseñando escritura, imagínate, en el Massachusetts Institute of Technology. Enseñando escritura a gente que no quiere ser escritor.

- ¿Y no es un poco frustrante?

-De ningún modo. Para mí la guerra es que todos esos muchachos que quieren ser multimillonarios, el nuevo Zuckerberg, descubran que el arte es importante.

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