La (otra) isla misteriosa de Marc Pastor
El escritor barcelonés reinventa la novela de aventuras con «Bioko», vibrante relato ambientado en el África colonial del sigo XIX
david morán
El concepto, asegura él mismo, es la dispersión cultural. O lo culturalmente disperso. Tanto monta. Un ejemplo: confiesa que, cuando era pequeño, dos de sus obsesiones eran los mitos artúricos y los viajes en el tiempo, objetos de deseo que, sin duda, no han hecho ... más que crecer y multiplicarse con el paso de los años. Normal, pues, que nada más abrir el libro uno se encuentre una cita de la «Odisea» de Homero, una estrofa del «Heroes» de Bowie y un diálogo de «Indiana Jones». «Eso, en efecto, es ser culturalmente disperso», bromea Marc Pastor (Barcelona, 1977), escritor que iba para periodista y acabó como criminólogo trabajando en la policía científica de los Mossos d’Esquadra. Escritor de día y policía por la tarde. Como los mejores superhéroes.
Lo dicho: cultural y gloriosamente disperso, rasgo definitorio de la que da buena cuenta su producción literaria. Porque en apenas seis años a Pastor le hemos visto abrazándose a Dumas en «Montecristo», descendiendo a los sótanos de la novela criminal con «La mala dona» y rehaciendo a su antojo «La invasión de los ultracuerpos» en «L’ any de la plaga». Tres libros y otros tantos géneros que se amontonan y entrelazan ahora en «Bioko» (Planeta; Ara Llibres), superproducción literaria con hechuras de best-seller que centrifuga aventuras, crimen, misterio y ciencia-ficción en una vibrante novela armada en torno a la misteriosa isla de Fernando Poo, colonia española convertida en escenario de extraños y temibles incidentes.
De Verne a Wells
«Esta es la novela siempre había querido escribir, pero hasta ahora no he podido», reconoce Pastor, quien recupera en «Bioko» a Moisés Corvo, protagonista de «La mala dona», para encajar con gran soltura piezas tan aparentemente dispares como el mito de la Atlántida, los viajes en el tiempo y el colonialismo español de finales del siglo XIX. Verne, Stevenson y Kipling, sí, pero también «Regreso al Futuro» , «Indiana Jones», «Perdidos» y H. G. Wells. La novela de aventuras, centrifugada y reinventada desde el islote del siglo XXI.
«Poco a poco la novela de aventuras se ha diluido en lo histórico», asegura
«Hace quince años sí que daba la sensación de que había un repunte de la novela de aventuras, con Matilde Asensi, el Pérez Reverte de “El club Dumas” o el primer Javier Sierra, pero poco a poco la novela de aventuras se ha diluido y se le ha dado más protagonismo a lo histórico», explica Pastor.
«Colonia penitenciaria»
Lo suyo, queda claro, no es novela histórica, aunque reconoce que no por eso deja de ser detallista. «Si traiciono alguna cosa, tengo que ser consciente de que la estoy traicionando», asegura sobre un relato que bucea en las sombras del la África colonial de finales del siglo XIX. «Al principio quería llevar a Corvo a Marruecos, al Rif, ya que solo sabíamos que había estado allí y había visto muchas atrocidades, pero de pronto aparecieron las dos palabras mágicas, “colonia penitenciaria”, y descubrí que no es que hubiese material para una novela; había para todo un universo".
Un universo que Pastor despliega aquí entre guiños, homenajes -«hay una escena que está directamente cogida de “Tiburón”», avisa, Fernando Poo como jaula dejada de la mano de Dios y, cómo no, viajes en el tiempo. Más o menos como en «Perdidos», aunque sin la Dharma haciendo de las suyas. «No puedes ambientar una historia en una isla misteriosa y con saltos en el tiempo sin pensar “Perdidos”, pero yo he intentado escribir mi propia historia», asegura.
Incapaz de estarse quieto demasiado tiempo, Pastor reconoce que ahora lo que le pide el cuerpo es «un hardboiled puro, una historia de gángsters en la Segunda República». Antes, sin embargo, llegará la adaptación cinematográfica de «L’any de la plaga», maniobra que, en el caso de «Bioko», se antoja harto difícil. «Es lo bueno que tiene esto: te levantas por la mañana y escribes cualquier barbaridad y solo te cuesta lo que pagas por la luz y la conexión a Internet».
Aún así, la idea de ver Moisés Corvo deambulando por la selva siguiendo las pistas de una atroz matanza mientras una enigmática expedición rastrea la isla en busca de un preciado mineral es altamente tentadora. «Si alguien tiene el teléfono de Guillermo del Toro, que me avise», bromea.
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