Ana María Matute: «Aunque los escritores a veces se odian, los libros nunca se odian entre ellos»

La alcaldesa Ana Botella no cabía en sí de gozo, y no era para menos, arrimándose al calorcillo humano e intelectual que se desprende de la gran fabuladora de Barcelona . Sólo ella podía congregar a las once de la mañana de un día laborable a un nutrido grupo de curiosos y admiradores con el director de la Real Academia, José Manuel Blecua , al frente. “La preocupación por todo lo que pasa me despierta por las noches”, nos confesó este caballero de las letras en un mundo en crisis.

Para variar el día deparaba una buena noticia como la apertura, en lugar del cierre, de una infraestructura cultural, de toda una biblioteca pública. Botella y todos los representantes del consistorio subrayaron la importancia de no renunciar al fomento de la lectura , suprema llave de paso de toda curiosidad y todo crecimiento. Durante el año pasado las bibliotecas públicas de la ciudad de Madrid recibieron a más de dos millones de usuarios, prestaron casi dos millones y medio de libros y contaron con casi 100.000 participantes en sus actividades culturales.

La biblioteca Ana María Matute está en la calle Comuneros de Castilla número 30 y abarca casi 3.400 metros construidos. Cuenta con 283 puestos de lectura y consulta, 78 puestos en sala de actividades, 37 puestos de Internet, un fondo documental de 73.668 ejemplares y 8.017 títulos multimedia. Ha supuesto una inversión de 6.606.923,84 euros y dará trabajo a 19 personas.

Vivir rodeada de libros

Matute pidió que no la hicieran hablar mucho pero una vez lanzada ya nadie la paró. Con su intacta y vibrante ilusión de adolescente sabia explicó cómo la seduce estar y hasta vivir rodeada de libros, habitando bibliotecas que siempre se imagina “en invierno, con luz de invierno” . Como para darle la razón entraba por las cristaleras un sol que daba gloria verlo, derramándose sobre flamantes perspectivas del Estadio Vicente Calderón y de la cúpula de San Francisco el Grande.

Según ella ser bibliotecaria sería como “habitar un silencio hecho de palabras” y también como “estar en familia”, una familia rara y maravillosamente bien avenida porque “aunque los escritores a veces se odian” –dicho esto con un inimitable tono de perplejidad irónica-, “los libros nunca se odian entre ellos; ¿a lo mejor los escritores podrían aprender de sus libros ?”.