Las estrellas de la arquitectura también fichan por Qatar
Además del deporte, el emirato pone la cultura, las universidades y los museos en el centro de su proyección internacional y compite con Abu Dabi
Qatar, un año después del Mundial
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Iniciar sesiónHace un año, Lionel Messi alzaba la copa que reconocía a Argentina como campeón del Mundial de Fútbol 2022. El torneo celebrado en Qatar, hizo que, durante algo un mes, los ojos del mundo estuvieran posados en este pequeño país del Golfo Pérsico. Gracias a ... una meticulosa organización, y pese a las iniciales reticencias de muchos, el Mundial 2022 fue un indiscutible éxito. Esas reticencias tenían que ver con que Qatar era un país con escasa tradición de ese deporte, con el forzoso traslado de la celebración del campeonato a finales de otoño boreal, imprescindible dadas las elevadas temperaturas del país en los meses de verano, y con varios aspectos muy controvertidos relacionados con las condiciones laborales de los obreros empleados en la construcción de los estadios donde iban a celebrarse los encuentros futbolísticos.
Pasados exactamente doce meses del fin del Mundial 2022, Qatar se esmera por seguir manteniendo una presencia global. Lo hace desde el propósito de afirmarse como una referencia de actividad cultural. Este empeño no es nuevo: Qatar emprendió este proyecto a gran escala a principios de este siglo y lleva desde entonces trabajando en su materialización. Para ello se ha dotado de equipamientos culturales, buscando, al igual que sus países vecinos, la firma de algunos de los más reconocidos arquitectos-estrella: Rem Koolhaas, Jean Nouvel, Arata Isozaki, I.M. Pei y Zaha Hadid (si se incluye en esta lista el estadio de fútbol Al Janoub). Arquitectos que forman parte de la delantera de galardonados con el Premio Pritzker y cuyos edificios, paradigmáticos en su mayoría de la idea de arquitectura-espectáculo, han sido solicitados para proyectar una imagen de apertura y vanguardia del país hacia el exterior.
Doha, la capital de Qatar, es una urbe vanguardista cuyo skyline está marcado por una absolutamente ecléctica sucesión de rascacielos: desde torres sobrias, como el Burj Doha de Jean Nouvel, a otras de evidentes reminiscencias historicistas, pasando por edificios de cuestionable formalismo, destacando especialmente el enloquecidamente osado el Hotel Fairmont. Lo que hace poco más de cincuenta años era una pequeña ciudad a la orilla de una bahía hoy es, gracias al impulso de la economía del petróleo primero y del gas después, una metrópolis.
Los cambios sociales y culturales que el país ha ido experimentado van, no obstante, a la zaga del desarrollo tecnológico y urbano. De todas formas, sorprende al visitante comprobar que la sociedad Qatarí se ha propuesto con firmeza dejar atrás paulatinamente muchas costumbres atávicas. El exponencial aumento de población extranjera en las últimas décadas (se estima que un 80% de los residentes en el país no son de origen Qatarí) y el impacto que supuso la masiva afluencia de individuos procedentes de todas partes del globo el pasado año para asistir al Mundial de Fútbol han impulsado y fortalecido este aperturismo. Esa decidida apuesta por convertir al país en un referente para la cultura contemporánea tiene como claro objetivo potenciar este camino.
Tres museos son las patas fundamentales de ese gran proyecto: el Museo de Arte Islámico (MIA), diseñado por I. M. Pei; el Mathaf (Museo Árabe de Arte Moderno), obra de Jean-François Bodin; y el Museo Nacional de Qatar (NMoQ) de Jean Nouvel.
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El MIA, construido sobre una isla artificial, fue el primero en inaugurarse. Abrió sus puertas en 2008 y hoy es uno de los museos dedicados al arte islámico más importantes de la región. El edificio se distingue por su estética monumental. El estadounidense I.M. Pei, que se embarcó en este proyecto a la edad de 91 años, dijo haberse inspirado en la fuente de luz de la mezquita Ibn Tulun de El Cairo, construida en el siglo IX. La cierta tosquedad del exterior se transforma, sin embargo, en el interior en un magnífico espacio de simetría clásica donde son esenciales las conexiones visuales con la bahía y el skyline en lontananza. Se albergan en él más de 11.000 objetos que permiten recorrer de manera exhaustiva la historia del arte islámico, desde el siglo VII hasta la actualidad, y que proceden de diferentes lugares del mundo, además de una biblioteca especializada.
Frente a la serenidad más tradicional que acoge el MIA, se contrapone el enérgico empuje de la vanguardia que late en las obras de arte moderno y contemporáneo (pintura, escultura, instalaciones, video, fotografía…) procedente del norte de África y Oriente Medio que alberga el Mathaf, un centro abierto en 2010 y que funciona también como eje activador del debate y la investigación artística para los creadores de esta región. El arquitecto francés Jean-François Bodin fue el responsable de transformar un antiguo colegio en esta institución.
Inaugurado en 2019, el Museo Nacional de Qatar de Jean Nouvel es sin duda el más expresivo de esta triada, en la línea del edificio que se plantea como pieza de arte en sí mismo y cuya morfología está evidentemente inspirada por la forma y tonalidad de las rocas conocidas como 'rosas del desierto', un elemento que alude al clima y la cultura de Qatar. El valor de este museo no descansa sólo en el atractivo formalismo del edificio: el proyecto museográfico, que explica la historia de la Península de Qatar desde la prehistoria hasta la actualidad, es realmente sobresaliente. Las galerías se despliegan estableciendo un circuito elíptico en torno a un atrio central.
En las afueras de Doha, en el área denominada 'Educational City', que debe su nombre al hecho de que alberga seis sucursales de renombradas universidades estadounidenses, donde se encuentra ubicado el Mathaf, se encuentran dos edificios fundamentales para comprender la ambiciosa sustancia del proyecto cultural emprendido por el país: el Centro Nacional de Convenciones de Arata Isozaki y la Biblioteca Nacional de Qatar, diseñada por Rem Koolhaas. El Sidrat al-Muntaha, un árbol sagrado que, según el Islam, simboliza el final del séptimo cielo, fue la referencia tomada por Isozaki para diseñar las imponentes columnas que sostienen el techo colgante del mayor centro de convenciones de Oriente Medio, inaugurado en 2011 y donde destaca la presencia de una de las arañas de Louise Bourgeois. De apabullantes dimensiones es también el edificio de Koolhaas, abierto en 2017 y cuya morfología en forma de diamante se inspira en la forma creada por dos piezas de papel que se separan y doblan diagonalmente en sus esquinas. Más allá de la singularidad formal, se ha querido enfatizar la fuerza de la luz y la visibilidad: el propósito es tener a la vista toda la ingente cantidad de libros y documentos que en él se albergan, facilitando asimismo la accesibilidad a los usuarios. Resulta significativo que el arquitecto destaque este matiz en la descripción de su edificio, por cuanto pone de manifiesto cómo, aun cuando el concepto de espectacularidad, que ya ha declinado en Occidente como consecuencia de la crisis económica de 2008, ha seguido vigente en la creación de infraestructuras en estos países de Oriente Medio, pero adoptando esos nuevos conceptos que pretenden hablar de actitudes más sensibles y empáticas y que permean el discurso arquitectónico más reciente. Peculiaridad de este edificio es la decisión de Koolhaas de situar como en una especie de antigua ciudad desenterrada por arqueólogos, hecha en mármol travertino, la sección de la biblioteca donde se albergan documentos y objetos patrimoniales, convirtiendo así al edificio en una unión de tiempos: pasado y presente.
A toda esta serie de infraestructuras para usos culturales hay que sumar Fire Station, una remodelada estación de bomberos, construida originalmente en 1982, y que hoy alberga una residencia para artistas.
Qatar Museums es el organismo que vertebra todo este gran proyecto cultural que, además de la creación de infraestructuras, está llevando el arte al espacio público: esculturas de Damien Hirst, Jeff Koons, Olafur Eliasson, Eduardo Chillida, Maurizio Cattelan…y artistas contemporáneos del mundo árabe. En la reserva natural Brouq se encuentra la instalación de Richard Serra 'East-West/West-East', una serie de cuatro placas de acero que se elevan a 14,7 metros y 16,7 metros del suelo instalados en un corredor natural de un kilómetro de mesetas de yeso, generando una atractiva experiencia espacial y visual, en la que juega una importancia clave la intensa luz del desierto.
Son claramente tiempos de cambio en Qatar. Lo que a priori pudo criticarse como un delirio novorriquista, un frenesí obsesionado con la posesión de edificios de marca, sobre el terreno se comprende hoy el intento de cimentar y construir un proyecto de futuro invirtiendo en cultura estableciendo formas de vincular y hacer vivir simultáneamente tradición y contemporaneidad. Es evidente que este proyecto, y la apertura que persigue, está aún en fase de desarrollo, pero puede decirse que está demostrando su potencial y confirmando que, bien gestionada, este proyecto podrá afianzar con toda credibilidad a Qatar como un centro cultural de vocación global.
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