CRÍTICA DE:
'Tres enigmas para la Organización', de Eduardo Mendoza: la gran fiesta de la risa
NARRATIVA
El autor pone el acento en el variopinto paisanaje de la inmigración y en el masivo turismo que ha depauperado Barcelona
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Iniciar sesiónCambia Barcelona, ciudad de los prodigios, escenario continuado de las novelas de Eduardo Mendoza, desde 'Soldados de Cataluña' ('La verdad sobre el caso Savolta'). Y cada cambio ha introducido acentos nuevos en su configuración social y urbana.
Esta vez Mendoza pone el acento en ... el variopinto paisanaje de la inmigración actual, proveniente de países muy distintos, algunos exóticos, y en el masivo turismo que ha depauperado los escenarios de aquella urbe que soñó un día con ser un pequeño París, según se dice en un momento de la novela.
NOVELA
'Tres enigmas para la Organización'
- Autor Eduardo Mendoza
- Editorial Seix Barral
- Año 2024
- Páginas 408
- Precio 21,90 euros
De la burguesía apenas queda la anciana señora Mendieta que propina agudas reflexiones en su duermevela de monologal diálogo con Boni, que se hace llamar Mari Tere (¿guiño a Marsé?) y se saca unos euros escuchándola. Los tipos son personajes todos secundarios, cuya identidad y gracia los hace protagonistas corales de una peripecia llena de intriga y plagada de golpes de efecto, que inmediatamente reconocemos disparatada.
Lo sabemos desde el principio, como lo supimos en la parodia onomástica trastocada de la enumeración de los ejércitos (borregos) del comienzo del 'Quijote'. El primer nombre que aparece es Marrullero Vicente y el primer negocio el hotel El Indio Bravo junto al Mercado de San José (la Boquería). Las Ramblas, un muerto en hotel de mala muerte, y una brigada detectivesca, que bien habría merecido el dibujo de Ibáñez, a lo Mortadelo y Filemón. Los tipos femeninos están que se salen de bien urdidos, también las situaciones, que le permiten, en breve excurso, salir de Barcelona para recalar en Palamós, una Costa Brava que ya no es la que era, llena de negocios para turistas y baretos semicerrados, donde cada cual, exalcalde incluido, baila el baile de una corrupción sistémica y de ganarse la vida con trapicheos varios.
Los tipos femeninos están que se salen de bien urdidos, también las situaciones
El género de la parodia es el que mejor conviene a Mendoza, pero una parodia en que la risotada tiene un fondo verdadero que nos hace reconocer el rostro social y humano, profundamente humano, del hipotexto urbano que esta debajo del texto novelístico. Sin Vázquez Montalbán y sin Juan Marsé, los otros dos grandes novelistas de la Barcelona del Raval y de Gracia respectivamente, la parodia de Mendoza en esta novela no sería la misma. Ha pasado el tiempo y sólo los que son grandes se atreven a no ser disciplinados con el magma de lo políticamente correcto. La primera vez que se cita a la mujer que estaba con el muerto cuya investigación centra la trama, se dice que era un verdadero putón.
Lo sabe el hijo todavía no adolescente del personaje conocido como 'el nuevo' cuando conoce a Irina, se salta toda la educación debida, y grita reconociéndola, menuda tía imponente te has traído a casa, papá, es mejor que mamá. El sabor de la parodia de las escenas de la catequesis, un mundo bíblico que Eduardo Mendoza ha traído otras veces (origen de su magnífico libro 'Las barbas del profeta') se actualiza en un momento en que se multiplican las raíces multirreligiosas de los personajes, que la escena con la supuesta visita del Papa Francisco a la parroquia de san Hipólito convierte en cuadro carnavalesco, con disfraz incluido.
Una peripecia llena de intriga y plagada de golpes de efecto, que reconocemos disparatada
Unas veces es la parodia primaria, carnavalesca, otra es la sofisticada literaria (como el juego con 'Moby Dick' de Melville) también el mundo de las redes sociales, y los móviles. Sobre cualquier otra cosa, en la que considero su novela más graciosa en muchos años, me ha gustado la libertad de escritura, como si no tuviera que pasar Mendoza el examen en que tantos buscan sacer nota para las distintas iglesias del puritanismo que plagan la escena literaria de hoy. No protestará el gremio del taxi, pero el taxista que parece es de antología de tan verdadero. Tampoco haría al caso que protestasen los orientales, los jorobados, o los muchos que proceden de las antiguas repúblicas soviéticas, donde un personaje cambia coger el toro por los cuernos por coger al oso por los testículos.
Lección ética
Los pedagogos tendrían las de ganar si se echaran las manos a la cabeza. Pero sería inútil. La literatura picaresca, ésta además con gran lección ética, está hecha para hacer fracasar los índices de libros que se han atrevido a mostrar una realidad y un modo de hablar y de comportarse como la que la docena de personajes en que se centra la novela, desde el Jefe (declive funcionarial de un órgano sin sentido) a Monososo, la señora Grassiela, ágil y romántica, la inteligente prostituta Irina, Buscabrega, Pocorrabo etc.
Da gusto ver que los disparatados personajes mendocinos únicamente acentúan rasgos que el lector reconoce en las calles, a poco que mire sin las anteojeras de prejuicios que han terminado por hacer desembocar el género novela en un solipsismo privado. La de Mendoza, es cervantina incluso en los recuentos narrativos hechos por los personajes en la oficina de la Organización, donde se cruzan las subtramas. Ahora es un piso en la calle de Valencia esquina a Paseo de Gracia, pero es lo mismo que hiciera el maestro de Alcalá con la venta de Palomeque en el primer 'Quijote'. Ganar lectores para la literatura es igual a recomendarles libros como éste.
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