'La ruptura', de Ramón González Férriz: una regeneración resuelta a garrotazos

Estos nuevos politicones se agruparon en colectivos como 'Politikon', 'Piedras de Papel' o 'Agenda Pública', estaban ideológicamente ubicados entre el centro liberal y la socialdemocracia y aspiraban a cambiar la política. Unos y otros terminaron colándose como articulistas en los medios de comunicación tradicionales o como asesores y diputados en algunos partidos. La conclusión, una década después, es clara: pasaban demasiado tiempo en Twitter. En cuanto tocaron poder, reprodujeron los vicios partidistas que criticaban y los que se creían amigos se volvieron adversarios.

Ramón González Férriz (Granollers, 1977) recuerda esta travesía en el librito 'La ruptura. El fracaso de una (re)generación' (Debate). Lo que ocurrió a pequeña escala a este grupo es la metáfora del emponzoñamiento de la vida pública de los últimos años. «Es muy posible que no exista nada que pueda ser llamado propiamente 'nueva política', pero nosotros ni siquiera nos acercamos», escribe el autor.

Ficha

'La ruptura'

• Autor Ramón González Férriz
• Editorial Debate
• Número de páginas 88
• Precio 12,90 euros
• E-book 4,99 euros

González Férriz, hoy asentado como ensayista y analista político en 'El Confidencial', era en aquella época uno de estos «aspirantes a ocupar lugares relevantes en el debate público». Dirigía la edición española de 'Letras Libres' y luego se puso al frente del semanario 'Ahora', con el que dejó un bonito cadáver. Organizaba comidas que servían de punto de encuentro a estos politólogos, que coincidían en actos y se promocionaban entre ellos. «Todo eso cambiaría a medida que fuéramos ejerciendo responsabilidades y entrando en contacto con el funcionamiento real del mundo».

Toni Roldán tuvo una portavocía en Ciudadanos y Aurora Nacarino-Brabo fue diputada con Cs y ahora lo es con el PP. Otros pasaron a ocupar cargos en el Gobierno con la llegada de Pedro Sánchez al poder: Sandra León, Álvaro Imbernón, Inés Calderón, José Fernández-Albertos... «Ese grupo de amigos se volvieron, sin necesidad de cambiar mucho, adversarios. Y la razón, al menos al principio, no fue estrictamente ideológica. El motivo principal fue el poder», resume González Férriz. La ruptura se produjo en 2018, cuando triunfó la moción de censura de Sánchez. Quienes se veían como científicos pasaron a actuar como políticos –a tirarse la ideología a la cara–, y eso que se quedaron muy lejos de los verdaderos centros de decisión: juegos de niños, comparado con lo que se cocía en los gabinetes de Sánchez, Rajoy, Rivera o Iglesias.

Al fin y al cabo, «la mayoría de las generaciones fracasan en su intento de regenerar el sistema y solo dejan huella en algunos aspectos concretos de la vida pública». Acontecimientos como la Transición son excepcionales. Goya sigue siendo el mejor cronista de España.