Ramón González Férriz: «El fútbol acabará pareciendo un deporte para la derecha»
El periodista y ensayista aborda el fenómeno de la polarización política en su libro 'Los años peligrosos'
«Me parece dañino que el ministro de Cultura considere que la función de la cultura es hacer oposición a una postura política determinada»
La maldición del centro, por Pedro García Cuartango
Madrid
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Iniciar sesiónTodo comenzó con la crisis financiera de 2008, cuando el mundo se partió en dos. Por la derecha, surgió el Tea Party, germen del trumpismo, y, por la izquierda, el 15M. Pronto, estos fenómenos se extendieron por el resto del mundo y luego se institucionalizaron ... para cambiar radicalmente la manera de hacer política. Quince años después, polarización es la palabra de moda: cada día parecen rebasarse nuevos límites en la disputa política y los consensos parecen una cosa del pasado. ¿Qué ha pasado para que las democracias se hayan vuelto tan radicales? Esta es la pregunta que el periodista y ensayista Ramón González Férriz (Granollers, 1977) trata de responder en 'Los años peligrosos' (Debate).
–¿Qué factores han contribuido a esta radicalización?
–Con la crisis, se produjo el nacimiento de los teléfonos móviles inteligentes y el auge de las redes sociales. Su impacto es enormemente importante porque cambiaron el mercado de las ideas, es decir, la manera en que nos relacionamos con los demás en términos ideológicos. Los medios tradicionales y las élites también tienen su responsabilidad. Los periódicos digitales descubrieron en las redes nuevos mecanismos para aumentar su tráfico. Y las televisiones convirtieron las tertulias aguerridas, con tertulianos con capacidad para el insulto, en un espectáculo. La gente se volvió adicta a la política.
–¿Cómo se han relacionado los políticos con las tertulias?
–Los partidos han dado una importancia a la comunicación política que antes no tenían. Los gurús de la comunicación se han convertido en figuras públicas. Han tenido muchos incentivos para decirle a los políticos que sean más osados. Pablo Iglesias, Isabel Díaz Ayuso, Pedro Sánchez y Albert Rivera tienen buena parte de su formación en tertulias. Aprendieron a discutir de política en tertulias.
–¿Los tertulianos de hoy son los intelectuales de antes?
–Ha habido una decadencia de los intelectuales. Cuando pensamos en intelectuales, pensamos en los mejores, en Orwell, Camus, Semprún... Pero la mayoría no son independientes. Sartre defendía las posiciones del Partido Comunista francés. En general, son intermediarios entre los partidos y los votantes. Esta función la han adoptado los tertulianos porque tienen mecanismos comunicativos mucho más acordes con los tiempos actuales. La mayoría de nosotros no entendemos toda la política y necesitamos que nos ayuden. Y los tertulianos, en ese sentido, son muy útiles.
–¿Tiene la cultura poder para encauzar los procesos de radicalización?
–La cultura siempre ha tenido un poder político ideológico fuerte. Lo que pasa en nuestro tiempo es que hemos decidido contemplar la cultura solo en términos políticos. Ahora se ha fragmentado mucho más la cultura, de tal modo que Podemos tiene a sus novelistas, como el PSOE, Vox a sus ensayistas históricos... Lo que hemos creado, aunque no sea estrictamente nuevo, es una fragmentación de la cultura. No solo es menos influyente, sino que se ha convertido de nicho. Es decir, hay restricciones ideológicas hacia la cultura que consumimos o que dejamos de consumir y la utilizamos en términos ideológicos. Me parece increíblemente dañino que el ministro de Cultura actual considere que la función principal de la cultura es la política y hacer oposición a una postura política determinada.
–¿Dónde queda esa capacidad de diálogo que caracteriza la democracia?
–Yo creo que las instituciones democráticas, mal que bien, siguen aguantando, incluso donde era muy difícil que aguantara. Sigue habiendo espacios de diálogo. Lo que sí me temo es que la tendencia va a peor. Estamos extendiendo esa polarización a cuestiones que no son políticas. Y esto es lo que me preocupa. Hemos decidido convertir en un asunto político comerse un chuletón. Los toros, que eran transversales, ahora son un fenómeno de derechas, como la religión. Y creo que llegaremos al fútbol. Con el tiempo acabará pareciendo un deporte para la derecha y no para la izquierda. Nos estamos convirtiendo en sociedades que no se hablan.
–¿Cómo ha ido cambiando el mercado de las ideas?
–Hace ocho o nueve años, las ideas de izquierda radical eran las que cotizaban al alza. Ahora ya no valen un duro ni en el resto de Occidente. España es una excepción. Hablamos de lo 'woke', pero la extrema izquierda ha desaparecido en términos electorales. La derecha más radical tiene mucha más potencia electoral y más influencia. Después de estos quince años de cambios políticos, de polarización, tenemos las sociedades más cerradas, más reacias al globalismo, a la inmigración, al cosmopolitismo y más asustadas ante nuestro propio futuro. La idea ya no es tanto progresar, sino protegernos de lo que pueda venirnos encima.
–¿Vamos hacia un mundo más autoritario?
–Me parece evidente que hay un mayor autoritarismo basado en la polarización. Los partidos y los medios han perdido parte de ese instinto de querer hablar también para el otro, seducirlo. Que parte del cometido de los gobiernos sea oponerse a la oposición me parece un rasgo autoritario.
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SuscribetePeriodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la UCM y Máster ABC
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