Picasso, rotundamente escultor en Málaga

Y conviene disipar cualquier duda ante la incertidumbre sobre la vigencia y difusión de esa reduccionista imagen: Picasso no sólo fue escultor, sino que fue uno de los escultores más trascendentales del siglo XX, capaz tanto de llevar la escultura por nuevos caminos estilísticos, materiales y soluciones, como de redefinir la propia categoría 'escultura', generando nuevos paradigmas que venían incluso a subvertir sus seculares especificidades (masa o volumen).

Para ello, la comisaria, Carmen Giménez, la primera directora del Museo Picasso-Málaga, ha armado un conjunto de 61 piezas realizadas entre 1909 y 1964. El conjunto resulta apabullante, con piezas tan icónicas como rotundas y otras menos conocidas que, gracias a su número y articulación, iluminan zonas en penumbra o detonan nuevas miradas.

Es lo que le ocurre al que esto escribe en relación a los no pocos fragmentos corporales expuestos, despertando la idea del cuerpo desmembrado, lo que conduce a distintas referencias conformadoras de su poética (la Antigüedad a través de lo arqueológico y el método académico del 'disjecta membra') o contextuales (el ejercicio de enucleación anatómica de Bataille en la revista 'Documents' o la certeza del cuerpo como despojo que las guerras de la primera mitad del siglo XX habían revelado).

Pero, sobre todo, es una oportunidad más para ver muchos de los presupuestos de 'lo picassiano' ('lo metamórfico' y dinámico de la representación humana; la autobiografía; la mitología; el apego a la realidad y las circunstancias sociales; lo esquivo de su no-estilo o los distintos grados de iconicidad), así como despejar cualquier duda sobre la intensidad y experimentación que dedicó a la escultura.

La consagración de esta cita a la presencia del cuerpo impide que nos enfrentemos a algunas de sus primeras y trascendentales contribuciones a reconfigurar lo que había sido hasta entonces la escultura: el 'ensamblaje', y, en paralelo, el empleo de objetos encontrados. El 'ensamblaje' vino a subvertir el proceso de la escultura, ya que suponía un ejercicio de suma de fragmentos en lugar del tradicional acto de restar materia para generar volumen.

Aunque Picasso vino inicialmente a desmaterializar la escultura desde sus 'guitarras destripadas' del Cubismo sintético, en las que invertía la masa por el vacío, también se acercó a la desmaterialización a finales de los años veinte, como podemos observar en sala en paralelo a su relación con Julio González y en su 'Homenaje a Apollinaire'. Precisamente, un rasgo crucial del trabajo 'picassiano' como es la intertextualidad, cómo los motivos viajan de distintas disciplinas y soportes a otros, enriqueciéndose y transformándose, queda hurtada al no incluirse referencia alguna ya no sólo a los procesos, tampoco a la genealogía de los motivos.

A cambio, la puesta en escena gana en contundencia con el espacio consagrado a piezas verdaderamente monumentales, y, tal vez, conduzca al espectador a un ejercicio de concentración en la categoría de la escultura, rompiendo toda sugerencia a una suerte de débito de ésta respecto a la pintura.

'Picasso escultor. Materia y cuerpo'

Museo Picasso-Málaga. Málaga. C/ San Agustín, 8. Comisaria: Carmen Giménez. Hasta el 10 de septiembre

Con la sensación de no poder atender a las muchas virtudes de la cita, no debemos obviar el protagonismo que se le otorga a sus seres filiformes, totémicos y a las maravillosas planchas recortadas, dobladas y pintadas. Pero, sobre todo, la certeza de que su modo de estar en la escultura vino a erosionarla, transformarla, enriquecerla y proyectarla.